Capítulo 15. Las lágrimas de la reina

1618 Words
El pueblo intervenido por el ejército real comenzó a ovacionar al rey, debido a que todos los rehenes fueron rescatados y lograron expulsar a los piratas en segundos. Pronto, distribuyeron cañones por todos los alrededores y, así, aumentaron las defensas contra los ataques aéreos. El rey Zuberi volvió en sí. Se percató de que estaba en un sanatorio, en compañía de varios médicos y enfermeros que se aseguraban de que estuviese a salvo. - ¿Dónde está el capitán? – fue lo primero que preguntó Zuberi. - Está atendiendo a sus tropas, majestad – le respondió el médico principal – descuide, la ciudad está a salvo gracias a usted. - Por favor, llama al capitán. Cuando lord Aries se presentó, éste rompió momentáneamente su etiqueta y fue a abrazar al rey Zuberi, diciéndole: - ¡Majestad! ¡Nos tuviste a todos preocupados! ¡La próxima ten más cuidado! - ¿Desde cuándo eres mi mamá? – le preguntó Zuberi, mientras le daba palmaditas en la espalda – solo soy un consorte, algún otro me puede reemplazar si me pasa algo. Lo más importante es que se preserve la salud de mi esposa. - Serás un consorte, pero eres una figura muy importante en nuestra nación – dijo Aries – Aquí entre nos, todos sabemos que quien realmente gobierna es usted, majestad. Si algo le pasa… Aries comenzó a llorar. Zuberi dio un ligero suspiro, debido a que no era la primera vez que la gente decía eso de él. Si bien trataban de ocultarlo, en el fondo todos opinaban que quien realmente gobernaba el país era el rey, debido a que Brida siempre fue una chica distraída en su juventud y que, en más de una ocasión, llegó a escapar del palacio para pasear por los pueblos y deslindarse de sus deberes reales. Pero, para Zuberi, Brida si era una buena monarca. Quizás no superase en astucia o tenacidad como las demás reinas de los reinos vecinos, pero era una mujer que siempre se esforzaba en acercarse a la gente. Y, si la oportunidad lo requería, hasta daba la piel para proteger a los desamparados. Fue gracias a eso que los plebeyos y campesinos simpatizaban con ella. - Ya, tranquilo. No me pasará nada – dijo Zuberi, intentando apartar a Aries – recuerda, eres mi capitán, no mi mamá. - Ah, sí, lo lamento, señor – dijo lord Aries, dejando de llorar y poniéndose firme – usted me llamó para algo, ¿no? - Sí. Necesito saber cómo está la situación. - El rescate de los rehenes fue un éxito – explicó lord Aries – pronto veremos de indemnizarlos para que retornan a sus vidas cotidianas. El pueblo está equipado con torres de vigilancia y cañones, por si debamos disparar al aire. Pronto se instaurará un toque de queda para garantizar la seguridad de todos los ciudadanos. Zuberi asumió con la cabeza. Al final, no tuvieron otra opción que aplicar el protocolo de guerra. Solo esperaba que el conflicto no se extendiera demasiado y pudiesen capturar a la duquesa Sonia de una buena vez. Pero, antes, debía recuperarse para planificar el ataque de la isla con las energías cargadas. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………….. Cuando llegaron al palacio, la reina Brida corrió hacia su esposo y le dio un fuerte abrazo. Al verlo herido, comenzó a llorar, sin importarle el romper su etiqueta. A su vez, la duquesa Mila se acercó al príncipe Abiel y lo rodeó, asegurándose de que no estuviese herido. Al verlo intacto, se alivió y le dijo: - ¿Qué tal tu relación con mi hermano? - Su hermano es un hombre muy valiente, esposa mía – le respondió Abiel – ha enfrentado al capitán de los piratas con mucha maestría. Al ver que el rey y la reina estaban muy ensimismados, decidieron dejarlos solos. A su vez, Brida condujo a Zuberi a la habitación compartida, lo acostó en la cama y mandó a que trajeran comida y medicamentos para cuidarlo ella misma. - Cuando me enteré que te apuñalaron, mi corazón dio un vuelco – dijo una desconsolada Brida – no sé qué habría pasado si perecías en batalla. - Todavía seguirías siendo la reina – le recordó Zuberi – aún eres joven, la Corte te escogería otro esposo para que puedas tener un hijo a quien heredarle el trono. - ¡No digas eso! ¡Solo te quiero a ti! Además… Brida enmudeció y esquivó la mirada. Y es que, por muchos años, la consideraron una monarca débil, que se apoyaba constantemente en su esposo para sostener la nación. En eso, respiró hondo y continuó: - Un rey no necesariamente cumple la función de “plantar la semilla”. ¡También es el soporte de la reina! Sin ti, nuestro reino quedaría manco, perdería su extremidad y caminaría a bamboleos por el continente. Brida apoyó la cabeza sobre el hombro de Zuberi y éste la rodeó con sus brazos. Su corazón se aceleró al verla de esta manera, y más tras la distancia que se impuso por su repentino ataque de celos hacia Rubí. Y era por eso que un atisbo de esperanza iluminó su mente, sintiendo que, quizás, aunque fuese una pequeña chance, consiguió apropiarse del corazón de su esposa. Cuando la monarca se calmó, Zuberi le dijo en voz baja: - Esposa mía, solo para que sepas, yo nunca tuve ni tendré ninguna “aventura” a tus espaldas. Aunque soy un hombre, mis instintos están bien controlados porque solo tengo ojos para ti. Es por eso que nunca sentiré nada por ninguna mujer que no seas tú. Desde ya, te pido disculpas por lo que te dije la última vez en que nos acostamos juntos. Brida levantó la cabeza y lo miró. Debido a la conmoción, se había olvidado de Rubí y del terror que sentía al pensar que ella y Zuberi pudiesen ser amantes. Ante esto, lanzó una discreta risa y, dándole un beso en la mejilla, le dijo: - Nunca me molestaré con usted, majestad. Confío en ti. - Y yo también. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………… Al día siguiente, la reina Brida se reunió con lord Aries y el príncipe Abiel para que le informaran de lo sucedido. El rey Zuberi seguía en reposo, por lo que no pudo estar presente. Sin embargo, Brida activó una cámara para grabar su conversación y, así, tener todo registrado para enviárselo a su esposo. Lo que le preocupaba era que, a esas alturas, ya se rumoreaba por todos los pueblos que estaban en guerra. Y es que los piratas resultaron ser realmente atroces y, con el ataque aéreo, demostraron que estaban dispuestos a todo para llevar al país a la ruina. - La gente querrá que haga sus declaraciones, majestad – le dijo lord Aries a Brida – nadie se creería que en tiempos de paz habrían soldados patrullando las calles o cañones bordeando los pueblos. - Sí. Al final este conflicto se agravó más de lo que temía – dijo la reina Brida – herir a un rey e intentar capturar a un príncipe es una clara señal de que están dispuestos a iniciar una guerra. Si tan solo pudiésemos hacer que la duquesa Sonia saliera de su escondite… - Podemos enviar espías a la isla – propuso el príncipe Abiel – gente que se deje capturar por los piratas y que, una vez ahí, nos provean de información necesaria para intervenir de forma directa. - Sí. Eso puede resultar – dijo Brida – los padres de la señorita Rubí están ahí, a manos de la duquesa Sonia. Si los rescatamos, nos podrían proveer de información sobre los piratas y qué tan poderosos son como para medir su tipo de amenaza. - ¿Y qué haremos con el comunicado, su alteza? – preguntó lord Aries - ¿Nos declaramos en estado de guerra? - Si no hay otra opción… Brida, en compañía de sus escoltas y damas de honor, se dirigió al trono donde ya la esperaba un grupo de periodistas, listos para dar registro a sus palabras. También instalaron una cámara conectada a un proyector, el cual lanzaría una pantalla holográfica a la entrada del palacio para que los ciudadanos de los alrededores escuchasen sus palabras. Todo el país estaba expectante ante las declaraciones de Brida. Aunque nadie deseaba la guerra, sabían que no habría otra opción si querían protegerse de la amenaza externa que solo causaba daños y perjuicios al pueblo. Brida aclaró su garganta y comenzó con su discurso: - Pueblo mío. Yo, la reina Brida del reino del Oeste, lamento decir que estamos en situación de guerra. Pero este conflicto es llevado a cabo por una amenaza externa proveniente del “Viejo Mundo”, que busca destruirnos y llevarnos a los tiempos de oscurantismo propio de los viejos tiempos. No se alarmen, que estamos haciendo todo lo posible para protegerlos a todos. Desde aquí, quiero garantizarles que todos los ciudadanos, sea de la condición que sean, seguirán con sus vidas normales. Haremos todo lo posible para que los piratas no afecten a su vida cotidiana y puedan vivir en paz. Por eso, les pido su apoyo para reducir a esos piratas y llevar a este país a la victoria. Por un reino libre y próspero, donde el amor y la paz sea lo único que invada esta nación por toda la eternidad. Una vez dado su discurso, la reina soltó un par de lágrimas ante la conmoción. Eso también quedó registrado, causando diversas opiniones al respecto. Los detractores de Brida la juzgaron de ser débil y vulnerable. Pero muchos otros entendieron su postura y estaban dispuestos a apoyarla para evitar que los piratas siguiesen causando el terror en el reino.
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