La duquesa Mila y el príncipe Abiel se presentaron al palacio y fueron recibidos por la pareja de reyes. Zuberi contempló a su hermana y la vio bastante relajada en compañía de su joven esposo. En el fondo se alegró que las cosas con ellos dos marchara bien y comenzó a envidiarlos por su buena suerte.
- Majestad, he decidido apoyarlos en su lucha contra los piratas como gratitud por haberme cedido esas tierras ricas en cobre – dijo Abiel, inclinando levemente la cabeza – mi madre considera que, si no hago algo al respecto, podrían atravesar nuestras fronteras y perjudicar a nuestro reino.
- Sí, recuerdo que ese territorio contiene cobre – dijo Brida, mostrando una expresión de pena por acceder a vender ese sector a la reina Jucanda – en ese caso, contamos con su colaboración y lo tomaremos como símbolo de alianza entre ambas naciones.
Una vez que terminaron de conversar en el trono, la reina Brida fue a su oficina con la duquesa Mila, debido a que quería preguntarle cómo iba con el tema de la extracción del cobre y las negociaciones para seguir usando el material. El rey Zuberi también se marchó a su oficina privada, en compañía del príncipe Abiel, para ver juntos la forma de liberar a los rehenes y desbancar esa nefasta organización que arruinaba al país.
Lord Aries también se encontraba ahí. Y apenas llegaron, el capitán les cedió el mapa del reino del Oeste, donde marcaron los lugares que consiguieron intervenir para protegerlos de los piratas.
- Han hecho un gran trabajo, majestad – dijo un admirado Abiel, mientras contemplaba las marcas – pero tengo entendido que esos piratas también cuentan con naves voladoras. En ese caso, ¿ha previsto fortalecer las defensas contra posibles ataques aéreos?
- Estamos viendo de distribuir cañones en cada pueblo marítimo, príncipe Abiel – le respondió Zuberi – también comenzaremos a negociar con la reina del reino del Sur para proteger las ciudades fronterizas con esa nación. Por ahora, tu territorio es la única conexión que tenemos con tu reino y está bastante lejos del mar, pero veré de reforzar ahí la seguridad en la frontera para que puedas estar tranquilo.
- Es cierto que los terrenos del cobre ahora forman parte del dominio del reino del Este – dijo lord Aries – en ese caso, habría que consultar con la reina de esa nación para poder trabajar en conjunto en defensa contra los piratas.
- Ya hablé con mi madre – dijo Abiel – consideró que sería mejor que yo mismo me encargara del asunto porque, ahora, soy un duque casado con la hermana del rey Zuberi. Y esto me da jurisdicción suficiente para interceder entre ambas naciones.
- Las alianzas matrimoniales sí que son convenientes en casos como estos – comentó Zuberi – me alegra que haya accedido a apoyarnos, príncipe Abiel.
Mientras conversaban, el dispositivo comunicador de Zuberi comenzó a sonar. Éste atendió y se proyectó el rostro de uno de sus guardias, que quedaron por las costas. Su expresión lucía muy agitada y, por la voz, dedujo que estuvo corriendo por horas, en busca de un refugio donde ocultarse.
- ¡Majestad! ¡Nos están atacando! – dijo el guardia.
- ¿Quiénes? – preguntó Zuberi.
- ¡Los piratas! ¡Usan naves voladoras y disparan desde la distancia! ¡No sé de dónde sacaron armas tan sofisticadas!
- Descuida. ¡Iré con el ejército de la reina a apoyarlos! – dijo Zuberi - ¡Resistan un poco más! ¡Voy en camino!
Cuando se cortó la comunicación, Zuberi lanzó un gruñido. Aries y Abiel lo miraron, expectantes por saber cuál sería su decisión. El rey dio un largo suspiro, tomó de vuelta su dispositivo comunicador y, esta vez, llamó a su esposa.
- ¡Zuberi! ¿Pasó algo? – preguntó Brida.
- Una de las zonas que conseguimos intervenir está siendo atacada por naves voladores – le respondió Zuberi – necesito del ejército real, ya que requiero del armamento necesario para derribar esas naves.
- Está bien, Zuberi. Puedes ir con el ejército. Yo te guiaré desde mi oficina.
- ¡Ah! ¡Necesito hablar con mi hermana!
La proyección de la reina Brida se cambió por el de la duquesa Mila. Zuberi dio un ligero suspiro, tomó aire para calmar su voz y le dijo:
- Mila, necesito que me “prestes” a tu marido. Dijo estar dispuesto a cooperar con nosotros, pero al ser un príncipe, no sé si sea conveniente exponerlo al peligro.
- Mi esposo estará bien – dijo Mila – me encantaría que pudiesen cooperar entre sí y conocerse mejor. Yo, por mi parte, los esperaré aquí mientras sigo hablando con la reina sobre el asunto del cobre.
Una vez que terminaron de conversar, los tres hombres comenzaron a alistarse para ir rumbo al lugar donde surgieron los ataques aéreos.
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La duquesa Sonia estaba inspeccionando un par de avionetas que se trajeron los piratas. La mayoría eran chatarras provenientes del “Viejo Mundo”, los cuales combinaban con los diamantes que consiguieron robar en el reino del Oeste para hacerlos completamente resistentes a viajes largos. Las personas capturadas eran usadas para fabricar esas máquinas, a cambio de que ninguno de los piratas osara el matarlos o venderlos de esclavos en las tribus situadas más allá del océano.
- Me alegra ver que, al fin, conseguimos crear algo potente fuera del continente – dijo Sonia, con una amplia sonrisa.
- Pero aún estamos muy atrasados con respecto a los cuatro reinos, señora – dijo el capitán Oro – esas reinas han forjado grandes monumentos en los últimos siglos. ¡Y se la tenían bien guardaditas al resto del mundo!
- Bien, pero mientras yo los guíe, podremos crear una sociedad igual de avanzada que los reinos del continente Tellus. Solo deben seguir mis órdenes y, juntos, pasaremos a la historia.
Los piratas se emocionaron. Y es que la duquesa Sonia, tras haber sido desterrada en alta mar, consiguió sobrevivir por su cuenta en aquella isla lejana. Y cuando aparecieron náufragos de otros lugares, ella misma los cuidó hasta que pudieran recuperarse. Luego, construyeron botes para ir a islas más cercanas. Poco a poco avanzaron hasta llegar al continente más próximo, donde fueron recibidos por una tribu de marineros que adoraban fabricar barcos para recorrer por sus costas.
Cuando la duquesa Sonia les habló sobre el reino del Oeste, éstos se sintieron atraídos por esas tierras lejanas, de las cuales solo habían escuchado en cuentos. Y, con el tiempo, la duquesa consiguió expandir esa tribu hasta la isla donde naufragó, siendo ésa su sede principal y donde fue coronada como “la reina de los piratas”.
Deseaba, a toda costa, destruir ese nefasto reino. A la reina Brida la tomaba como una monarca débil, pero el problema era su flamante esposo. Gracias al matrimonio consensuado, consiguieron fortalecer el ejército real y, con el comercio de los diamantes que circuló entre los reinos vecinos, gozaron de un florecimiento económico tal que logró levantar el país de la crisis que se sumergió tras el cambio de mando.
La duquesa siguió inspeccionando un rato más las naves y, luego, se retiró a sus aposentos. El capitán Oro siguió acompañándola y, esta vez, la ayudó a acostarse en la cama.
Tras un breve silencio, éste le dijo:
- Pienso que podeos atacar el palacio. Por lo que nos has contado, las reinas son las sostenes de sus propias naciones. En ese caso, ¿no sería mejor matar a la reina?
- Ya lo intentamos y no funcionó. ¿Qué no recuerdas? – dijo Sonia, con una expresión de fastidio – y ahora que la hermana del rey se casó con un príncipe del reino vecino, adquirieron mejores armamentos para evitar que el palacio perezca por un ataque aéreo.
- En ese caso, deberíamos ver la forma de infiltrarnos, capturar a uno de sus seres queridos y amenazarla.
La duquesa Sonia se quedó reflexionando las palabras del capitán Oro. Si bien no era una mala idea, no sabía cómo ejecutarla de la mejor manera. Lo único que se le ocurría era atacar una de las regiones que el rey Zuberi consiguió intervenir hacia tiempo. Pero, para eso, debía usar las avionetas, ya que el sistema de seguridad contemplaba los ataques por vía terrestre y marítimo, no por los aires.
- ¡Tráeme el mapa! – le ordenó Sonia a Oro.
Éste obedeció. Se acercó a un escritorio, abrió el cajón, sacó de ahí un mapa y se lo entregó a la duquesa. Ésta lo tomó, se sentó sobre la cama y extendió el mapa encima del colchón. Ahí, recorrió con su índice la costa del reino del Oeste, se detuvo en un punto bien situado al sur y dijo:
- Atacaremos aquí, con las naves voladoras. Está más cerca del palacio y el rey podrá dirigirse ahí de inmediato.
- ¿Acaso planea matar al rey? – preguntó Oro - ¿Pero no que era tan solo un consorte? ¡Su caída no sería tan grave como un atentado contra la reina!
Sonia se rió, lo cual le intrigó aún más al capitán. Luego, dobló el mapa, volvió a acostarse en la cama y dijo:
- Tanto los reyes como los príncipes son las extensiones de las reinas. Si hieres a uno de ellos, será como atentar contra ellas. Si matamos al rey Zuberi, la reina Brida perderá la parte más importante de su gobierno y, en poco tiempo, será sencillo llevarla a la ruina. ¿No te parece emocionante?
- Sí, señora. Es fascinante – dijo el capitán Oro, con los ojos llenos de emoción ante el macabro plan de su “reina”.