Capítulo 7. Una triste despedida

1621 Words
La noche antes de partir, el rey Zuberi y la reina Brida decidieron cenar juntos en el jardín del palacio. Colocaron algunas lámparas adornadas con pantallas protectoras de papel y una pequeña radio que sintonizaba una música suave y melodiosa. Ambos miraron el aparato y, en un momento, Zuberi comentó: - Según los documentos antiguos, existían artefactos que podían sintonizar música, sacar fotos y reproducir películas, todo en uno. - ¿En serio? – preguntó una sorprendida Brida - ¡En verdad la tecnología del pasado era impresionante! - Sí. Espero que, algún día, podamos recrear ésa y otras maravillas del “Viejo Mundo”. Brida sonrió. Y es que, hacia apenas un lustro, cuando la Doctrina controlaba los cuatro reinos, era esa institución quien supervisaba esas cosas ya que quería evitar, a toda costa, que resurgiese la tecnología antigua que contribuyó a la decadencia de la civilización humana. Sin embargo, hubo grandes avances y, entre ellas, estaban los dispositivos comunicadores con proyecciones holográficas, además de radios sintonizadores de música sin uso de discos o cinta de reproducción analógica. En un momento, la música se detuvo. El silencio los invadió y, pronto, sintieron que sus respiraciones se escuchaban bastante fuerte hasta el punto de que podría alcanzar largas distancias. Para romper con esa extraña atmósfera, Zuberi comentó: - Estuve hablando con lord Aries para elaborar un plan que nos ayude a capturar a los piratas y rescatar a los rehenes que mantienen en sus guaridas. - En verdad estoy preocupada por este asunto – dijo Brida, mientras tomaba un poco de vino ya que sentía que su garganta se le secaba – esos piratas están arruinando el mercado y muchos pedidos hechos por los miembros de la realeza de los reinos vecinos no les ha llegado. - Descuida, cariño – dijo Zuberi, tomándola de la mano con delicadeza – déjamelo a mí. Atraparé a esos piratas y capturaré a esa perversa mujer que lo está orquestando todo. Brida asumió con la cabeza. Quizás fuese por el alcohol, pero notó que Zuberi en verdad se había vuelto más apuesto con los años. “Es como el vino”, pensó, fijándose en su bigote y en su aspecto de hombre gallardo, tal como debería ser un rey de su categoría. El monarca se incorporó levemente y acercó su cara a la de su esposa. Ella, repentinamente, movió su cuello hacia atrás, como si lo estuviese repeliendo. Y en un susurro, dijo: - No creo que sea el momento. Zuberi regresó a su asiento, dolido por el rechazo que recibió de Brida. Y con una voz triste, le preguntó: - ¿Todavía sientes algo por ese hombre? - No tan intenso como antes – dijo Brida – en serio, ya no siento nada por él. - Y sin embargo, me rechazas. - Es la culpa. Siento que, de alguna manera, te he utilizado para llenar el vacío en mi corazón y no tuve en cuenta tus sentimientos. El rey hizo un extraño gesto con su boca, como si quisiese decirle algo pero, a la vez, no contrariarla. Al final, se levantó por completo de su asiento y, soltando los cubiertos, le dijo: - Estoy cansado. Necesito dormir para prepararme por lo de mañana. Buenas noches, querida esposa. Cuando Zuberi se marchó, Brida siguió en su sitio, comiendo. Pero la comida le sabía extraña, como si estuviese masticando un pedazo de goma. Minutos después, activó su dispositivo comunicador, contactó al mayordomo del palacio y le ordenó: - Manda a los sirvientes a que retiren todo. La cena ya concluyó. - Sí, su majestad. Una vez finalizada la comunicación, se levantó y regresó a sus aposentos, donde le esperaban sus damas de honor. Éstas, al verle, le hicieron su acostumbrada reverencia. Brida les dijo: - Necesito estar sola por unos momentos. Cuando las damas se retiraron, Brida se acercó a su escritorio, abrió un cajón y sacó de ahí la foto de su querido Zaid. El joven del retrato lucía una hermosa sonrisa, el cual encantó a Brida en su juventud. Y a pesar de los años, no podía olvidarlo. Y más sabiendo que su hija estaba en el palacio, en busca de una familia que le fue negada por años solo por ser un “fruto del pecado”. Normalmente, solía llorar delante del retrato. Pero, esta vez, solo lo miró con fijeza. Y con una voz firme, le dijo: - Lo lamento, Zaid. Te he detenido incluso después de muerto. Pero ahora debo dejarte ir. Hay otro hombre que me necesita y no puedo seguir rechazándolo solo porque no consigo superarte. Se levantó, tomó un mechero y, sin ningún atisbo de duda, quemó el retrato. ………………………………………………………………………………………………………………………………………………… El rey Zuberi partió antes del amanecer, en compañía de lord Aries y su ejército. Quería despedirse de la reina Brida, pero tras esa incómoda cena, juzgó que lo mejor sería dejarla en paz. El monarca subió a su vehículo blindado, junto a su escolta y su mano derecha. Lord Aries parecía bastante entusiasmado, debido a que hacia tiempo que no salían en una expedición real fuera del palacio. A pesar de ser un capitán, todavía era muy joven y solía tener esos comportamientos propios de un chico de su edad. Zuberi, al verlo en ese estado, le dijo: - Recuerda para qué estamos aquí. - ¡Ah! ¡Lo siento, su alteza! – dijo lord Aries, dejando de mirar por la ventana y volviendo a apoyarse sobre el respaldo de su asiento – es solo que ya me estaba asfixiando en el palacio. - Descuida, joven. Estaremos fuera por tanto tiempo que desearás volver ahí a ayudarme con los papeleos. Lord Aries lo miró de reojo. Notó que el rey Zuberi tenía las ojeras pronunciadas y lucía bastante abatido. Él, al igual que todos los residentes del palacio, estaban al tanto del asunto de Mara, pero siempre evitaba preguntarle al respecto. Su rol era servir a la corona y ser la mano derecha del rey. Tras un breve silencio, Zuberi preguntó: - ¿Crees que, si acepto a la señorita Mara como mi hija, la reina me ame? - El amor no existe en los matrimonios por conveniencia, señor – le dijo Aries, confundido por esa pregunta muy personal – usted se casó con la reina Brida por voluntad de la ex monarca (que la diosa le salve su alma). No tiene que abatirse porque su esposa no lo ame. Ella estará contigo porque así lo juró a la Diosa y porque lo aprecia muchísimo, majestad. Más de lo que imagina. Zuberi dio un largo suspiro de fastidio. Era cierto que estaba mal visto que en los matrimonios por compromiso existiera el amor. Pero ese sentimiento no se podía evitar, y más si llevaban compartiendo desde la intimidad por muchísimos años. - Nos casamos, nos besamos, hicimos el amor y nos atamos mutuamente – comentó el rey Zuberi a su fiel subordinado – es inútil no sentir nada por alguien a quien conozco en todos los sentidos. Me sé de memoria cada milímetro de su cuerpo, así como puedo predecir sus reacciones y sentimientos. Sé todo de ella y, aún así, no consigo alcanzar su corazón. ¿Acaso estoy haciendo algo mal? - No me lo pregunte, no sé nada sobre las mujeres – lamentó lord Aries, sintiéndose cada vez más incómodo al escuchar sobre las intimidades de su rey – pero, si me lo permite, majestad. ¿Puedo darle un consejo? - Sí, claro, lord Aries. Dime lo que tengas que decir. - Distánciate por un tiempo. A veces, es mejor que las parejas se alejen para que se extrañen y, así, el siguiente encuentro sea hermoso y placentero. Su alteza la reina Brida está muy acostumbrada a usted. Lo mejor es que no lo vea por… ¡No sé! ¿Unas semanas? ¿O meses, quizás? Así, ella te extrañará y sabrá si en verdad lo ama. El rey Zuberi reflexionó sobre las palabras de lord Aries. Si bien hubieron temporadas en que estuvieron separados, eso sucedió cuando todavía no se habían casado. Recordó también que, un mes después de consumar el matrimonio, estuvo una larga temporada en el reino del Sur para forjar una alianza comercial con la reina Aurora. Pero ni eso fue suficiente para generar ese sentimiento de nostalgia en su obstinada esposa. Así es que supuso que, posiblemente, fuese porque estaban en constante contacto y, por eso, se sentía como si estuviesen cerca pero, a la vez, lejos. A pesar de no estar de acuerdo con las palabras de lord Aries, apreció su consejo y sinceridad. Así es que, en lugar de contradecirlo, solo sonrió y respondió: - Sí, puede que necesite estar afuera por un tiempo. Si solucionamos el tema de los piratas, me gustaría viajar al extranjero como turista. ¿Qué tal si regreso al reino del Sur? O quizás… ¿Estaría bien que visite el reino del Este? Ahora que mi hermana se casó con un príncipe de esa nación, sería bueno saber más de sus orígenes. - ¡Es una excelente idea, señor! ¿Y qué hay del reino del Norte? - No lo sé, no me agrada la nieve. Pero por otro lado, si ya fui al reino del Sur y quiero conocer el reino del Este, quizás sea bueno darle oportunidad al reino del Norte y, así, presumir de haber recorrido todo el continente. El humor de Zuberi se aligeró ante la idea de viajar por todo el continente Tellus. De esa forma, podría extender sus negocios y, así, reforzar los lazos comerciales que ya había establecido con las monarcas de los reinos vecinos desde que su esposa inició con su mandato.
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