Tras el casi atentado que sufrió la reina Brida y Mara en el castillo de la duquesa, el palacio real aumentó el sistema de vigilancia instalándose el doble de cámaras de seguridad y fortaleciendo el sistema de defensa externa con detectores de movimiento anti intrusos. El rey Zuberi se encargó de supervisar al personal para que no hubiese ningún otro infiltrado y todos los residentes del palacio fueron inspeccionados.
A su vez, la duquesa Mila hizo un procedimiento similar en su castillo. Estaba segura que el problema venía dentro de la propia Corte, por lo que creía que lo mejor era identificar a los detractores de la reina que aún seguían fieles a la duquesa Sonia. Por suerte, consiguió una buena administradora que cuidara de sus tierras mientras pasaba su luna de miel en los terrenos del príncipe Abiel. Pero como ese lugar quedaba muy lejos de las costas y sitios donde operaban los piratas, debían partir de inmediato para apoyar al rey Zuberi en la defensa.
Un poco antes de marcharse, ambos hermanos decidieron reunirse vía comunicador. Este aparato circular se usaba para las comunicaciones a larga distancia y podía proyectar imágenes holográficas, a la par de enviar y recibir extensos mensajes de texto, escanear y fotocopiar cartas oficiales de las monarcas para aprobar decretos de acuerdos internacionales.
Dentro de sus oficinas, ambos activaron sus comunicadores a la hora acordada. Una vez que la duquesa Mila vio el rostro proyectado del rey Zuberi, sonrió y comentó:
- Te ves bien, hermanito. Se nota que pasaste una gran noche con tu esposa.
- Eso no te concierne, Mila – dijo Zuberi, haciendo un puchero – Mi esposa solo quería darme su agradecimiento con un “servicio”, debido a que salvé a su hija. Lo entiendes, ¿verdad?
- Sí, lo entiendo. Pero no sé de qué te quejas, si más de un hombre daría lo que fuera para que sus esposas sean igual de dóciles que la reina. Ja ja ja.
- Bueno, mejor no hablemos de cosas privadas de mi matrimonio y procedamos con la reunión.
- Está bien. Dejaré de molestarte, majestad. Ja ja ja.
Ambos hermanos hicieron una pausa. Luego, Zuberi procedió a enviarle el mapa del reino, donde marcó los lugares donde se registraron los ataques de los piratas. Mila mostró lo que consiguieron investigar tras los testimonios que los enemigos y víctimas dieron para explicar la forma en que procedían con los ataques.
- Estaremos lejos de nuestras parejas por mucho tiempo – dijo Mila – nos llevará varios meses reforzar las fronteras y proteger a las víctimas.
- Los informes dicen que están secuestrando a familiares de los burgueses y nobles involucrados en el comercio de diamantes – explicó Zuberi – todavía no sabemos bien qué piensan hacer con ellos, pero sospecho que quieren pedir alguna recompensa para su liberación.
- En ese caso, se me ocurre una idea: tú te encargarás de las costas y yo de las fronteras con el reino del sur, que sé que también están sufriendo parcialmente de esos ataques.
- Sí, escuché que algunas bandas se ocultan en las ciudades fronterizas del reino del sur. En ese caso, tendré que hablar con la reina de ese país para que no descuide a sus ciudadanos.
El rey y la duquesa siguieron hablando y planificando sobre la enorme operación que llevarían a cabo en los próximos días. Ambos lucían muy preocupados, ya que no estaban seguros de cuánto tiempo les tomaría encargarse de los piratas y cortar de raíz con el problema.
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Mara estaba leyendo un extenso libro, donde figuraba la historia del reino del Oeste y cómo surgieron las distintas reinas que marcaron la historia de la nación. Ahí también mencionaba a la madre de Brida, la anterior reina, quien se caracterizaba por ser una mujer de carácter fuerte y pensamientos conservadores.
- Entonces esta sería mi abuela – reflexionó Mara, mientras contemplaba la fotografía de la antigua monarca – según el libro, ella accedió a aliarse con las reinas de los reinos del Norte y Este para invadir el reino del Sur, debido a que éste planeaba atacar el templo principal de la Doctrina. Se supone que la hija seguiría con el trabajo, pero ella prefirió dejar a los sureños en paz y apoyar a la actual reina de ese país en la recuperación de sus tierras. Seguro que abuela estará revolcándose en su tumba al ver que su hija regala terrenos a reinos vecinos, je je je.
Mara se quedó reflexionando sobre el asunto. Recordó que la reina del reino del Este le reclamó unos territorios a Brida y se preguntó si no tenía alguna relación con el conflicto pasado. Sabía que las reinas, en ocasiones, debían tomar decisiones muy difíciles para proteger a su pueblo y, en este caso, Brida no tuvo otra opción más que acceder a sus exigencias para evitar otro conflicto internacional.
Mientras leía, la reina Brida apareció en su habitación y le preguntó:
- ¿Cómo estás, cariño? ¿Qué haces?
Mara le mostró el libro y le respondió:
- Quería saber más sobre mis orígenes, así es que presté este libro de la biblioteca. Espero que no te moleste.
- No. para nada. Me alegra ver que quieras saber más sobre tu familia.
Brida se acercó a Mara y se sentó al lado de ella. tomó el libro y pasó algunas páginas, hasta llegar a la sección donde hablaba de su madre. Con una ligera sonrisa de tristeza, comentó:
- Tu abuela fue considerada una excelente monarca en los reinos vecinos. Pero, aquí, la tildaron de frívola y distante. No se relacionaba con el pueblo y era muy estricta con el uso de la etiqueta, incluso dentro de su propia familia. Nunca estuve de acuerdo en muchas cosas con ella, por eso traté de ser diferente. Pero cometí varios errores que aún a día de hoy los sigo pagando.
- ¿Crees que yo he sido uno de tus errores, madre?
Brida cerró el libro, tomó a su hija de la mejilla y, mirándola con ternura, le respondió:
- Para mí, eres una bendición. Y tardé mucho en darme cuenta de eso. Así es que te pido que me perdones y me des la oportunidad de redimirme cuidando de ti.
La reina se levantó y recorrió el dormitorio, como si lo estuviese inspeccionando. Al final, apoyando una mano sobre la cabecera de la cama, dijo:
- Empezaré por cambiarte de habitación. La hija de una reina no debería dormir en una simple pieza como ésta, sino en una digna para una princesa.
- ¿Entonces me reconocerán como princesa?
- Estoy en eso. Eres mi hija y mereces que los nobles te respeten. La Corte debe aceptar esta realidad, les guste o no. También te asignaré una instructora para que te eduque y refuerce tus estudios. Si bien será difícil que heredes el trono, al menos quiero otorgarte ese título para asegurar tu porvenir. Te doy mi palabra.
Mara sonrió y asumió con la cabeza. Sintió un pequeño atisbo de alegría al saber que su madre le daría su lugar en el palacio. Quizás fuese por el altercado surgido en el castillo de la duquesa pero, desde que descubrió el intento de conspiración contra la corona, la gente del palacio comenzó a ser un poco más amable con ella. respondía a sus preguntas con naturalidad y no le dirigían miradas despectivas o confusas como surgió en los primeros días de su estancia. A pesar de todo, le preocupaba saber que había gente mala dentro de la Corte, que harían cualquier cosa para destruir a la reina Brida y apoderarse de su trono.
Así es que, apenas la monarca se marchó para gestionar el cambio de dormitorio, Mara se miró al espejo y habló con su reflejo:
- Desde ahora, seré los ojos y los oídos de mi madre. Me aseguraré de vigilar a la Corte personalmente para informarla de cualquier irregularidad que surja a sus espaldas. Así se alegrará de haberme aceptado y podré al fin ser reconocida como su digna hija. Lo juro por la Diosa, por mi linaje y por mí misma.