Una dura noticia

1840 Words
La vida cotidiana se volvía tediosa y desoladora para Delphine dentro de su propio hogar, donde parecía que la unidad familiar se desvanecía, dejando atrás apenas los recuerdos de los años felices que compartieron. Se veía obligada a mantenerse firme y confrontar a Verónica, brindarle su apoyo en este momento crucial de su vida, pero sabía que antes debían sanar las tensiones que las separaban. En lugar de permitir que Verónica bajará al comedor, Delphine decidió llevarle el desayuno a la cama. —¡Buenos días, cariño! Te traje el desayuno— expresó Delphine con todo el afecto del mundo, acercándose al lecho de su hija, quien aún estaba dormida. Al abrir los ojos, Verónica se sorprendió al ver a su madre y su incomodidad fue evidente al instante. —¿Qué estás haciendo aquí? —, inquirió sin apartar la mirada. —Hija, vine a traerte el desayuno. Necesitamos hablar. Las cosas no pueden seguir así. Si he hecho algo que te haya molestado, por favor házmelo saber. No quiero seguir peleando. Tú y tu hermano son lo más importante para mí— expresó Delphine con sinceridad. Al escuchar estas palabras, Verónica sintió cómo unas fibras de sensibilidad se agitaban en su interior. Amaba a su madre más que a cualquier otra persona, al menos eso creía hasta ese momento. —Mamá, estoy atravesando un momento difícil, y siento que te he herido, y no quiero verte así. Papá me ha contado que has estado siéndole infiel durante mucho tiempo y otras cosas, que, aunque probablemente no sean verdad, me están afectando porque estoy pasando por un mal momento en mi vida —Puedes confiar en mí, soy tu madre y sabré entender lo que estás pasando— respondió Delphine, esperando que Verónica bajará la guardia y la volviera a ver como su madre. —Pero ¿no me vas a juzgar? —preguntó Verónica, mirándola a los ojos. —No, hija, nunca lo haré. Eres mi hija y te amo más que a nada en el mundo. ¿Qué está pasando? —, dijo Delphine con ternura. —Es que estoy embarazada— confesó Verónica, mientras las lágrimas brotaban automáticamente por sus mejillas. —Hija, eso no es malo. Un bebé es una bendición, una gran bendición que estará contigo. ¿Qué pasa? ¿No estás segura de querer tenerlo? — preguntó Delphine con preocupación. —No, mamá, es que... —Hija, por favor, cuéntame qué está pasando. —Pide la madre con preocupación. —Es que no tengo ni idea de quién podría ser el padre de este bebé. No solo estuve con Manuel, sino que también estuve con otros dos hombres durante el tiempo en que podría haber quedado embarazada. No tengo ni la más mínima pista de quién podría ser el padre, mamá. Me siento completamente desorientada. —Responde la hija, visiblemente angustiada. —No digas eso, cariño. Es una situación realmente difícil. Sea cual sea la decisión que tomes, quiero que sepas que te apoyaré incondicionalmente. Todos cometemos errores como seres humanos, pero siempre hay oportunidad de rectificarlos. —Intenta consolarla la madre. —Mamá, es que papá ya sabe del embarazo y está insistiendo en que me case con Manuel. No estoy segura de poder hacerlo. —Confiesa la hija con temor. —Hija, no te cases si no es lo que realmente quieres. No permitiré que te sientas obligada a hacer algo así. —Afirma la madre con firmeza. —Pero mamá, no es tan sencillo. Sabes cómo es papá. Es probable que me quite su apoyo si no me caso. Incluso me ha amenazado con desheredarme si no lo hago. —Explica la hija con preocupación. —No puede hacer eso. Si lo deseas, puedo hablar con él. —Ofrece la madre. —No, mamá. No puedes arreglarlo todo por mí. Es hora de que asuma la responsabilidad de mis acciones. Tendré que enfrentar las consecuencias de mis errores por mí misma. Te prometo que haré lo mejor que pueda. Te lo juro. —Promete Verónica , extendiendo sus brazos para abrazar a su madre, mientras su llanto rueda por sus mejillas, al tiempo en que se abrazan. Sentir que su hija estaba siendo presionada para casarse con Manuel le generaba un sentimiento desagradable en su interior, pero sabía que no podía permitirse seguir alimentando esos sentimientos hacia el futuro esposo de su hija. —Escucha, cariño, debes seguir lo que tu corazón te dicte. Si no deseas casarte, tu padre no puede obligarte. Nadie puede forzarte a tomar una decisión. Estaré a tu lado en cualquier elección que hagas— le asegura a su hija. —Mamá, hablaré primero con Manuel. Él merece saber la verdad. Siento que es importante que él, más que nadie, esté al tanto de que este hijo podría no ser suyo —¿Puedo preguntarte algo más? —Por supuesto, mamá —¿Qué piensan los otros chicos sobre tu embarazo? —Delphine preguntó confundida —Ni siquiera sé quiénes son. Fueron dos encuentros que tuve mientras estaba bajo los efectos del alcohol. Si mi hijo no es de Manuel, será solo mío, porque no tengo idea de quiénes podrían ser los padres reales, y dudo que alguno de ellos se haga cargo del bebé si resulta ser suyo—Verónica confesó avergonzada Las palabras de su hija aterrorizaban a Delphine en ese momento. Se preguntaba si la educación que le había dado había sido insuficiente para inculcarle valores y principios, ahora parecía estar actuando de manera irresponsable. Si bien comprendía que no era apropiado juzgarla, el comportamiento de Verónica no tenía justificación alguna. No se trataba de una niña que no entendiera las consecuencias de sus acciones. —Entiendo, hija. Pero por ahora, debes cuidar de ese embarazo. Come bien, evita fumar y beber, asiste a tus citas médicas y ecografías. Estaré contigo pase lo que pase— le asegura la madre. —Gracias, mamá. Me ducharé y luego iré a hablar con Manuel Después de la charla con su madre, Verónica siente la necesidad de enmendar sus acciones. Decide dirigirse al departamento de su novio para contarle la verdad sobre su embarazo y enfrentar las consecuencias. Se ducha brevemente, se viste con ropa cómoda y se dirige hacia el lugar de Manuel. Unos treinta minutos más tarde, estaciona su auto cerca del departamento de Manuel. Sin embargo, se sorprende al ver a su padre salir del edificio de su novio. Desea abordarlo rápidamente para averiguar el motivo de su visita, pero su padre está apresurado y se va sin darle oportunidad de hablar. Verónica corre hacia el departamento de Manuel y toca el timbre repetidamente. Está nerviosa, temiendo lo que su padre pudo haber hecho. Afortunadamente, Manuel le abre la puerta sin problemas. —Amor, pensé lo peor. Creí que mi padre te había hecho algo. ¿Qué estaba haciendo aquí? — le pregunta mientras lo empuja hacia adentro y lo besa. —Simplemente vino a hablar conmigo—responde Manuel con voz ronca, sintiendo cierta molestia hacia Guillermo. —¿Y qué hablaron? ¿Qué te dijo? — pregunta Verónica, temiendo lo peor en ese momento. —Me dijo que debo casarme contigo lo más pronto posible, o su reputación quedaría manchada ante la sociedad. Dijo que ya era suficiente con que yo fuera pobre— responde Manuel con desilusión, mirando a Verónica. Aunque le gustaba y quería, no la amaba lo suficiente como para comprometerse con ella. Además, se da cuenta de que sus pensamientos están influenciados por su madre, lo que lo hace sentir miserable. Si Verónica no estuviera embarazada, habría desaparecido de su vida sin dudarlo. — ¿Qué? Manuel, nosotros no podemos casarnos aun, llevamos muy poco tiempo saliendo, voy a hablar con él, yo…— ella agacha su cabeza y con temor a decirle la verdad, se siente avergonzada, ahora se daba cuenta todo lo que estaba causando —Me dijo que me iba a matar si no me casaba contigo, que él me iba a desaparecer y que a nadie le iba a importar si mi cuerpo aparecía o no, porque no tengo familia que pregunte por mi —Manuel la mira a los ojos, ambos saben que Guillermo sería capaz de eso y mucho más. — Manuel, yo no quiero que mi padre te mate, no, yo tengo la culpa de todo, debo hablar con él, ¡cielo santo! De qué manera se salió todo esto de control— ella se lleva la mano a la boca, las hormonas hacían el efecto necesario y estaba demasiado sensible, sus ojos se nublaron y su voz se cortó, Manuel se acerca a ella y le seca las lágrimas, la abraza fuerte contra su pecho. —No creo que sea terrorífico estar casado contigo, además vamos a ser padres, yo te cuidare y cuidare a nuestro hijo sobre cualquier cosa, estoy seguro de que con el gusto que nos tenemos en cualquier momento llegara el amor. —Estas palabras hicieron que algo dentro del corazón de Veronica vibrara, se habia enternecido, muy posiblemente su hijo no podría tener mejor padre que él, aunque si por alguna razón no llevaba su sangre, Manuel no tenía porqué saberlo. Verónica estaba confundida y hecha un mar de sentimientos por su estado de embarazo y su inmadurez, ni siquiera pensaba con sensatez el daño que podría causar donde su hijo no fuera de Manuel, o si simplemente su padre lo obligaba a casarse con ella sin haber amor, pero muy poco le importaba, solo quería la facilidad del momento, y muy posiblemente llegaría más adelante el amor verdadero, ya eran pareja, ya podían tener algo más que simplemente un noviazgo. Cuando Verónica llega a su casa, su madre está bebiendo vino, se queda mirándola con tristeza. —Hija ¿Cómo te fue? — Delphine le pregunta con la voz algo enredada — ¿Estas bebiendo mamá? Debes dejar de beber un poco, estas como una alcohólica— Verónica se acerca y le quita la botella de vino y la lleva al comedor. —Hijita te hice una pregunta ¿Cómo te fue? —Bien mamá, en un mes me caso con Manuel, no le pude decir la verdad y mi padre lo obligó a casarse conmigo, así que creo que ese el futuro que me espera, por ahora seré su esposa y él será el padre de mi hijo. —La cara de Delphine palideció, la noticia le habia caído muy mal, su estómago se revolvió a causa del vino. —Que… que bueno hijita, me parece muy bien que puedas hacer lo que consideres—le dice tratando de simular felicidad por su hija. —Yo sé mamá que no es la mejor decisión, pero con tu apoyo sé que todo será más fácil. —Verónica se acerca a su madre y se dan un abrazo, la tristeza ataco profundamente el corazón de Delphine, por más duro e irracional que sonara, ella no quería que su hija se casara con Manuel.
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