Aires de reconciliación

1832 Words
Después de la llamada de Guillermo, Delphine decidió dejar su trabajo y dirigirse al hospital para encontrarse con Verónica y conocer a su nieta. Comprendía la importancia de la niña no solo para la familia en general, sino también para Manuel, quien estaba sacrificando mucho para mantener unida a su familia y asegurarse de que su hija tuviera a sus padres cerca. Treinta minutos más tarde, Delphine llegó al hospital con un hermoso arreglo de flores para su hija y un tierno peluche para su nieta. Estaba emocionada por verlas, dejando atrás cualquier resentimiento que pudiera haber sentido antes, y solo deseaba el perdón y la reconciliación. Al entrar en la habitación, vio a una "madre feliz" conversando animadamente con Guillermo, mientras Manuel parecía perdido en sus pensamientos, mirando por la ventana. Delphine carraspeó y golpeó suavemente la puerta antes de entrar. — ¿Puedo pasar? —preguntó, con las manos ocupadas por los regalos. — ¡Por supuesto, Delphine! —respondió Guillermo, levantándose para recibirla. Veronica la miró con timidez, sus mejillas se sonrojaron y bajó la mirada avergonzada. —Hola, cariño. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? —Delphine se acercó a ella y le tomó la mano. Verónica le devolvió una pequeña sonrisa. —Bien, gracias. ¿Y tú, mamá? —Bueno, ¡me llamaste mamá! — Los ojos de Delphine se llenaron de lágrimas mientras pasaba la mano por su mejilla. —Sí, te llamé mamá. Sé que en los últimos días he sido insoportable contigo, no he sido amable, pero te quiero como si fueras mi madre. Fuiste la única figura que tuve mientras crecía. Guillermo las observaba hablar con una sonrisa, para él, la separación de Delphine había sido difícil, pero mantenía sus distancias y respetaba sus decisiones. —Hija, también perdóname a mí. No he sido muy amable. Cuando me fui de la casa, me dejé llevar por mis emociones sin entender que estabas pasando por cambios hormonales debido al embarazo. Fui muy egoísta, pero no sabes cuánto me alegra que me llames mamá de nuevo y sigas considerándome así. Eso realmente alivia mi alma. Manuel las observaba en silencio, sorprendido por el repentino cambio de actitud de Veronica hacia Delphine, justo cuando él comenzaba a desarrollar una relación más cercana con ella. Se sentía incómodo y decidió ponerse de pie para interrumpirlas. —Bueno, ya es hora de ir a ver a la bebé. ¿Alguien me acompaña? Veronica, ¿quieres que te lleve en tu silla de ruedas? Al escuchar la voz de Manuel, Delphine abrió los ojos sorprendida, no se había dado cuenta de que él también estaba presente en la habitación. —Oh... Hola, Manuel. Perdón por no saludarte antes, ni siquiera me di cuenta de que estabas aquí. Me emocioné mucho al saludar a Veronica. —Hola, Delphine. No te preocupes, estaba un poco escondido —respondió él con una sonrisa tierna, consciente de la complicidad que compartían. —Bueno, pero vamos a ver a mi pequeña. Estoy emocionada por tenerla entre mis brazos. Desde que nació no la he podido ver bien, solo un par de veces. Entre Guillermo y Manuel ayudan a Verónica a subirse a la silla de ruedas. Delphine Se siente nerviosa, pues lo que menos quería era encontrarse a Manuel, pero ya qué más da, la situación ameritaba cualquier clase de sacrificio. — ¡Ah, mamá! Por cierto, están hermosas las flores que me trajiste. ¿Dónde las has comprado? — Verónica le pregunta a su madre mientras van camino a la sala de neonatos. —Son de mi floristería — Delphine Le responde orgullosa. — ¿Tu floristería? ¿Pusiste la pavada esa que querías? — Guillermo responde irónico. — ¡Pues no es ninguna pavada! Además, es algo que a ti no te interesa. En fin, después te cuento mejor, hija. Hay personas a las que realmente no vale la pena contarles tus cosas — Delphine mira a Verónica y le guiña un ojo. Manuel estaba confundido con la escena, pues hace menos de 48 horas prácticamente se estaban odiando y ahora "se aman". Al llegar a la sala de neonatos, Manuel lleva la silla de ruedas de Verónica hasta donde estaba su bebé. Ella la mira y siente cómo sus mejillas cambian de tono, pero Manuel no se da cuenta por la altura en la que ella está. Algo en el pecho de Verónica le dice que las cosas no están del todo bien, y su sospecha se confirma cuando recuerda que, al hacerle la cesárea, una enfermera le puso a la bebé sobre su pecho y notó que era de tez más oscura de lo que esperaba. Pensó que era por el nacimiento, pero luego asumió que adoptaría su tono natural, blanco como ella. —Hola, mi hermosa bebé — Veronica siente amor por su hija, algo la conmueve desde que la trajo al mundo. —Está hermosa la bebé, ¿cierto, Veronica? — Manuel se agacha a su altura y la mira con sarcasmo, consciente de la situación. Delphine se acerca con la bebé y la observa, sintiendo lo mismo que Manuel y Guillermo la primera vez que la vieron. La bebé es bastante más oscura en comparación al color de sus padres. Sin embargo, con toda la prudencia que el momento necesita, Delphinese acerca a Veronica y la mira con ternura. Aun así, se da cuenta de que la bebé se parece un poco a Veronica cuando era bebé, lo que le causa ternura. —Hija, te felicito. ¿Cómo se va a llamar mi nieta? Está preciosa — Delphinela mira igualmente con ternura. —Se llama Esperanza, porque llegó a darle esperanza a mi vida. Realmente, desde el segundo uno en que la vi, la vida me cambió. —Me alegra demasiado por ti, hija. ¿Te han dicho cuánto tiempo debe permanecer la bebé en la incubadora? —Sí, debe estar más o menos tres semanas. Si la apoyamos con el plan de prematuros para que pueda crecer mejor, muy seguramente pronto estará afuera. —Bueno, lo importante es que ella salga bien de aquí — Delphine no deja de mirarla embelesada, pero hay algo que realmente le preocupa. Desde el comienzo, sabía que la paternidad de su nieta estaba en duda, pues su hija, por esos días, no paraba de fiesta en fiesta. Cuando le manifestó la intención de casarse con Manuel, también le había dicho que tenía dudas sobre la paternidad de su embarazo. Pero Delphine jamás imaginó que eso iba a ser tan obvio. Esa bebé no era de Manuel, y eso la angustiaba. La hora de la visita a la niña pasó, todos volvieron de nuevo a la habitación donde estaba internada Veronica, quien actuaba como si todo estuviera en perfecto orden. Manuel estaba molesto con ella, tenía sentimientos encontrados. Desde el momento en que se enteró del embarazo de Verónica, fue el hombre más abnegado y feliz del mundo por su bebé. Pero al ver a su hija, comenzó a desconfiar, lo que realmente lo estresaba y confundía. —¿Cuándo te darán el alta, hijita? — Delphine habla con Verónica como si entre ellas no hubiera pasado nada. —Mamá, no lo sé. Supongo que en un par de días si todo va bien. Pero tendré que venir todos los días a ver a la niña. Por cierto, les tengo una muy buena noticia. Todos la miran con expectación. ¿Cuál sería la noticia que ella tenía? —Ahora que ya nació Esperanza, los médicos me dijeron que podría someterme al tratamiento para poder caminar de nuevo. Así que desde hoy mismo me harán los exámenes para ver si mi columna está apta para caminar otra vez. Si es así, muy pronto dejaré de usar esa silla de ruedas, y lo mejor de todo, podré hacerme cargo de mi hija como debe ser. Guillermo es quien se pone más feliz. Se lanza hacia ella y la abraza. Delphine estaba confundida. Él también estaba teniendo cambios repentinos. Parece que su ausencia fue lo mejor que les pudo pasar. Ambos estaban tan diferentes a lo que eran cuando ella estaba en casa. Ella solo mueve la cabeza y también felicita a su hija. —¡Mi amor! Esa es la mejor de las noticias. La mejor de todas. De corazón quiero que vuelvas a caminar, lo necesitas, porque tu bebé te necesita — Delphine nuevamente toma la mano de Veronica, ella le corresponde y le sonríe. —Claro que sí, mami — esto último sonó tan fingido. —Bueno, tengo que volver a la floristería. —Pero ya está tarde. ¿Vas a abrir de nuevo el local? Te esfuerzas demasiado sin necesidad — Guillermo la increpa. Ella lo mira y levanta las cejas con sorpresa. —Es algo que no debería importarte — ella trata de ser sutil, pero quería decirle en su cara que no tenía ningún derecho de meterse en su nueva vida. Delphine se despide de su hija y de Manuel formalmente y sale de la habitación. Guillermo va detrás de ella. —Querida, espera — él le dice a Delphine tratando de detener su paso. —¿Qué quieres, Guillermo? De verdad que tengo cosas que hacer. Mañana regreso nuevamente al hospital a ver a Veronica y a la bebé. —Delphine, es que te extraño mucho. Quiero que regreses a casa. Nos haces mucha falta y ahora que nuestra hija tuvo su bebé, quiero que seamos felices de nuevo como una familia. Tú no tienes que trabajar, y menos en una floristería. —¡Es mi floristería! — ella lo mira y lo enfrenta. —Es que, Delphine, tú eres una mujer del hogar. No tienes por qué estar trabajando en una simple floristería. Tú estás destinada a cosas mejores. —¿Cosas mejores? ¿Cómo cuáles? ¿Ser la muñeca de plástico de un prestigioso cirujano? ¿Ser una esposa y madre abnegada? ¿Vivir de apariencias? ¿Por cuánto tiempo? ¿Por toda la vida? No, Guillermo. Y, por cierto, mi abogado se contactará contigo para los papeles del divorcio. Esas palabras le cayeron como un balde de agua fría a Guillermo. Por ninguna razón él le iba a conceder el divorcio. —Pues ni creas, Delphine, que la tendrás así de fácil. Es sencillo, no te vas a divorciar de mí, o te dejo en la calle. Tú tuviste dinero para poner ese negocio de medio pelo gracias a lo que conseguiste a mi lado. ¿De dónde ibas a sacar dinero si no era del dinero en común de la casa? Y el único que llevaba dinero, que yo sepa, era este servidor. —¡Tú di lo que quieras! — ella lo reta y sale ante su mirada incrédula. Mueve su brazo despidiéndose. Ya no era la misma Delphine que vivía en su casa hacía unos meses, y eso lo aturdía. Pensó que siempre la iba a tener a sus pies.

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