LILA
Paseando por el barrio, pasamos frente a una cafetería mientras las tías se escandalizaban, los tíos decían: «¿quién es este tipo?» y las chicas jóvenes miraban a Ethan como si lo estuvieran criticando. Entonces, el tío Walter me soltó:
—Chica, vamos a charlar mientras nos tomamos una taza de té.
Mira nada más este tío Walter, llamándome ahora, después de haber dicho: «aquí no se admiten mujeres». Puro cuento para andar de chismoso.
—¿No que no se permitían mujeres en el café, tío Walter?
—¿Qué loco dijo eso? ¡Ven para acá!
Nos sentamos con el tío Walter en una de las mesas de afuera, donde el chisme estaba más fresco.
—¡Alex, tráete dos tés, hijo! —gritó.
Cuando llegaron los tés, empezó el interrogatorio:
—¿Cómo te llamas, hijo?
—Ethan, señor.
—¿Eres soldado?
—Sí.
—¿Y cuántos años tienes?
—28.
—¿Dónde estás haciendo el servicio militar?
—En Estados Unidos.
—Lila estaba en Estados Unidos. Entonces, ¿por qué vino aquí?
Tío, ¿a ti qué te importa? Ni siquiera hemos hablado de eso, ¿por qué te metes?
—Queríamos un lugar tranquilo y agradable, además tengo un trabajo de mi papá, así que decidimos venirnos para acá —dijo Ethan con toda tranquilidad.
¡Bien ahí, Ethan!
—Sí, este barrio es muy bonito. Pero, ¿te vas a ir otra vez? Esta chica está embarazada. ¿Qué va a hacer aquí sola?
—No, señor, por eso estoy aquí. No me iré por mucho tiempo.
—Bien hecho, bien hecho. Chica, tu marido me cae bien. Es un buen chico.
—Gracias, tío Walter. Pero ya nos vamos, tenemos que hacer unas compras.
—Por supuesto, hija mía. Diviértanse.
Nos levantamos con Ethan y salimos del café. Apenas íbamos caminando cuando Ethan se giró hacia mí, con cara de asombro:
—Nunca me habían hecho tantas preguntas en mi vida. ¿Qué fue eso?
Solté una carcajada bajita.
—Por eso vivo de mentiras aquí, Ethan. Pero, créeme, prefiero a la gente sincera de este barrio que a las caras falsas de Nueva York.
—Tienes razón. Por cierto, hablando de Nueva York, fui a buscar a una amiga tuya. Ya sabes, la rubia, esa que parece medio bruja... ¿cómo se llama?
—¿Te refieres a Sophie? Ya sabes, la rubia que hechizaste con tu glamour.
—¿Ella te lo dijo?
—Sí.
Aguanta un segundo...
—Ethan, ¿te gusta Sophie?
—¿Qué? ¿A mí? Lila, te estás volviendo graciosa. ¿Que si me gusta Sophie? No seas ridícula.
Si un hombre habla tanto de un tema, ya sabes que algo hay. Y, sí, tuve mi respuesta. A Ethan le gustaba Sophie.
—¿Qué pasa, Lila? ¿No me crees?
Le quité un pelito imaginario de la mejilla mientras sonreía con descaro:
—Te creo, cariño, ¿por qué no iba a creerte?
Después de mi gesto insolente y mi comentario, llamé un poquito la atención del vecindario, pero no pasó a más. Ethan se veía contento, así que no me preocupé.
Nos agarramos del brazo y seguimos paseando por el barrio.
—Lila, entiendo todo, pero ¿por qué me haces ir a una tienda de mujeres?
—¡Ethan, no te quejes! Además, no está mal que cargues unas bolsas y hagas músculo.
—Ya tienes tus ojos en mis músculos…
—Creo que con esa cantidad de músculo es más que suficiente, cariño, no te pongas mas musculoso —Ethan dejó las bolsas y se acercó al asiento.—Ethan el amante llorón…
Me senté en el asiento, mirándolo mientras estaba de pie frente a mí, con esa actitud de mártir que me desespera.
—Estaba bromeando. ¿Por qué te pones tan serio?
—No hagas bromas así, Lila. Me siento mal.
—Ay, no seas dramático. Me has alegrado la vida en pocos días.
En eso, mi teléfono sonó. Miré la pantalla y sonreí, volteándola hacia Ethan.
—Mira quién llama.
—Ajá…
Refunfuñando, se fue a su habitación y cerró la puerta de un portazo. Contesté el teléfono mientras soltaba una carcajada.
—Qué pasa, señora Lila. Estás de buen humor, ¿eh?
—No, no… estoy viendo algo.
—¿Qué estás viendo?
—Olvídalo, ¿para qué llamaste?
—Ah, quería saber si Ethan le contó a Logan dónde estabas.
—Tu encantador Ethan vino solo. No le dijo nada a Logan porque el caballero está "comprometido."
—Espera un segundo, ¿comprometido? ¿Te refieres al animal padre de tu bebé? ¿Estamos hablando de la misma persona?
—Sí, Sophie, la misma. No te preocupes por eso. Mira, ¿no me extrañas ni un poquito?
—¿Que no te extraño? ¡Eres quien siempre me sacaba una sonrisa!
—¿Por qué no vienes?
—A mí también me gustaría, pero hay trabajo y esas cosas.
—Bueno, tómate una semana libre. Ven, nos echamos unas risas y revivimos viejos tiempos.
—Pues sí, tal vez. Déjame hablar con mi jefe. Aunque nuestro jefe no es tan guapo ni joven como el tuyo, me inventaré algo.
—Ay, Sophie, no digas esas cosas…
—Tienes razón, mujer. Ya hasta parecemos esas comadres del barrio.
—Ven y mira a las señoras de aquí. Nuestras pláticas no son nada.
—¿Hay alguna tía chismosa sentada en las escaleras con su cigarro, criticando al vecindario?
—Aquí hay de esas a montones.
—Bueno, corto, corto. Voy corriendo a ver a mi viejo jefe. ¡Nos vemos!
—Nos vemos.
Colgué el teléfono y me dejé caer en el sofá. ¿Será que todo estaba mejorando, cuando juraba que mi vida se estaba yendo al carajo?
—¡Ethaaan! Anda, vamos a comer algo. No te pongas de llorón.
Sacó la cabeza por la puerta.
—¿Ya colgaste?
—¿Parece que estoy hablando por teléfono? —respondí sarcástica—. Ven, pensemos qué hacer.
Salió de la habitación y se sentó junto a mí, agarrando el control remoto.
—Pizza. ¿Qué puede haber mejor que eso?
—No seas idiota, Ethan. Tengo que comer sano. Ya estoy engordando, no empieces tú a tentarme o no me contratarán.
—¿En qué empresa?
—El dinero se está acabando. Le dije a mi mamá que me iría a trabajar al extranjero, así piensan que me mantengo sola. Pero tengo que encontrar un empleo real.
—¡No me hagas enojar, Lila! ¿Qué dije? Yo me encargo de ti.
—Ya lo decidí antes de que llegaras. Ya busqué anuncios y mañana tengo una entrevista. No quiero el dinero de tu apellido, Ethan, lo siento. No voy a pedirte caridad.
—No seas tonta. Sabes que nunca pensaría eso. Ya me conoces.
—Está bien. Hablemos luego. Prepararé algo. Espero que te guste la comida casera.
—Me encanta.
Fui a la cocina, coloqué las bolsas y empecé a preparar la mesa con sopa, arroz y demás. Mientras comíamos, Ethan me miraba con esa cara que pone cuando quiere decir algo pero no sabe cómo.
—Dime, Ethan.
—No te enojes, pero pensé en algo.
—No me enojaré.
—¿Te acuerdas que te dije que aquí hay una fábrica? Bueno, es de mi papá, no de mi tío. Vine a trabajar ahí para no llamar la atención. Y digo, estás embarazada, no vayas a lugares raros. Trabaja conmigo.
—Ethan, no quiero privilegios solo porque soy conocida.
—Haz lo que quieras, pero si es bueno para ti, mejor.
—¿Y qué haré?
—Podrías ser mi asistente personal.
—Ah, mira qué conveniente.
—No, en serio, hay una vacante.
—Mira tu suerte. ¿Cuándo empiezo, jefe?