LILA
Después de disfrutar de mi pasta, estaba a punto de tirarme en el sillón frente al televisor cuando tocaron a la puerta. Justo en ese momento abrí la puerta, la escena que tenía delante no era para nada lo que esperaba.
—¿Ethan?
—Lila. Te he extrañado tanto.
Me abrazó fuerte y después me miró directo a la cara.
—Te ves aún más hermosa.
—Gracias, Ethan. Pasa.
Entró y se dejó caer en el sofá como si estuviera en casa.
—¿Por qué te desapareciste así sin avisar?
—Oh... supongo que no sabes. ¿No te lo contó Logan?
—¿Qué cosa?
—Que estoy embarazada.
—¿Qué dijiste?
—Estoy embarazada, Ethan.
—¿De quién?
—De Logan.
—¿De Logan?
—¿Es tan difícil de creer? Sí, de ese idiota. Pero no le digas dónde estoy. Nunca voy a dejar que se lleve a mi bebé.
—Pero Logan... Logan se comprometió ayer.
¿Qué qué? Me tomó unos segundos procesar lo que acababa de decir. Aunque pensé que podía haber cambiado de opinión, ahí estaba, como si nada hubiera pasado, continuando con su vida.
—Pues qué bien. Genial.
—Estás de malas. ¿Te hace falta algo?
—No, estoy bien.
—¿Te acuerdas del día en el hotel? El día en que lloraste.
—Claro que me acuerdo. Fue el día en que mi vida se fue al carajo.
—Ese día me di cuenta de que estabas con Logan.
—¿Y qué diferencia hace eso?
—Vi a Logan como nunca antes, Lila. Parecía destrozado. Le pregunté qué le pasaba, y me dijo que había cometido el peor error de su vida.
No entendía. ¿Decir que estar conmigo fue su peor error?
—Mira, da igual. Además, Ethan, no me siento bien. Por favor, no sigas con esto y no nos molestes a mí y a mi bebé.
Por un momento sus ojos parecieron llenarse de algo que no supe identificar.
—Entonces, ¿qué soy ahora? ¿Tío o tío político?
En serio me hacía reír este chico.
—Estás de mi lado. Sé mi tío. Pero si te haces tío, no vas a poder ver tanto a tu sobrino.
—Está bien, mi reina. Yo siempre fui tío desde el principio.
—Ethan, viniste desde Nueva York. Quédate aquí hoy, pero, ¿te vieron en el barrio? Ya corren rumores de que no tengo marido.
—¿Quién dice eso? Diles todo…
—Shh, mejor cállate y siéntate. Tienen razón. Me mudé aquí hace dos meses, embarazada. Cuando me preguntaron por mi esposo, dije que estaba en el ejército. Por eso estás aquí ahora.
—¿Dijiste que estaba en el ejército?
—No sabía qué más inventar, pero... bueno, aún hay esperanza.
—¿Esperanza? ¡Lila, se va a casar con otra! Olvídate, yo voy a cuidar de ti.
—No entiendo.
—Mira, estoy montando una fábrica aquí. Me voy a quedar. Además, ya estaba harto de Nueva York. Y, si no te parece mal, preséntame como tu esposo para que la gente te deje en paz.
—Ethan, esto es muy repentino. No puedo decidir de inmediato. Por favor, dame tiempo.
—Sí, lo entiendo. Perdón por soltarlo así. Pero no puedo evitarlo, es lo que siento.
—Bueno, busquemos dónde vas a dormir.
—Duermo en el sofá.
—Ethan, vivo sola en esta casa. Mi cuarto es pequeño, pero el cuarto de mi hija está vacío por ahora. Hay una cama ahí, puedes usarla.
—¿Tu hija? ¿Será una niña?
—¿Una niña? Bueno… no sé. No sé el sexo todavía, pero siento que es una niña.
—Será tan linda como tú. Hermosa.
Me dio un poco de pena cuando me lanzó ese piropo, así que cambié el tema.
—Bueno, ven. Quédate en el cuarto de enfrente.
Entramos y vi la habitación pintada de un amarillo suave. Era sencilla pero acogedora, con una cama individual que había comprado barata "por si acaso".
—Instálate. Yo ya estoy cansada. Si no te importa, me voy a dormir.
—Claro, descansa. Yo también estoy muerto, el viaje fue largo.
—Buenas noches entonces.
Ethan estaba saliendo de la habitación cuando se detuvo.
—¿Lila?
—¿Qué pasa?
—Mira, no quiero hablar mal del padre de tu bebé, pero no se está preocupando por ustedes. Piensa en lo que te dije. Yo estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ti y por tu bebé.
—Lo pensaré. Gracias.
Le sonreí, salí de la habitación y me llevé la mano al vientre.
—Mira, mi amor. A tu papá no le importamos, pero no te preocupes, ¿sí? Vas a crecer y serás una niña preciosa. Y si algún día lo encuentras, dile: "Te queríamos mucho, papá, pero tú no quisiste querernos a nosotras".
Un sollozo se me escapó del alma. Me tapé la boca con la mano y me metí a mi cuarto. Cerré la puerta, apoyé la espalda contra ella y me dejé caer llorando. Cuando al fin quedé sentada en el piso, seguí desahogándome:
—¿Por qué tuvo que pasar así, mi amor? Aunque no quería a ese hombre en mi vida, tenía un rayito de esperanza. Pensé que, tal vez, cambiaría. Que a lo mejor se arrepentiría. Que nos quisiera… pero ya no será tu papá. Yo voy a sacarte adelante, solita. Tal vez, si nos hubiéramos quedado con él, me habría obligado a abortarte, pero no puedo renunciar a ti. No podría. No tengas miedo, mi vida, no tendrás un papá con quien acurrucarte cuando caigan rayos por la noche o cuando tengas pesadillas… pero tu mamá siempre va a estar contigo, amor. Siempre.
Abrí los ojos despacio, con el corazón hecho pedazos, pero aquí estaba. Otro día cualquiera. Le prometí a mi bebé que, pasara lo que pasara, yo iba a encontrar la manera de ser feliz. Así que cumplí mi palabra. Me levanté de la cama con una sonrisa. Me puse la mano en el vientre y le susurré:
—Buenos días, mami.
Fui al baño, me lavé la cara y las manos, me cambié de ropa y salí del cuarto. Ahora teníamos un invitado en la casa, y yo iba a preparar un buen desayuno. Lo decidí: me encanta este barrio y quiero que mi bebé crezca aquí, rodeado de risas y buenos recuerdos. Así que iba a hacer que Ethan se pareciera a mi esposo, aunque fuera de mentiras.
Piqué los huevos, los freí y les puse un poquito de especias. Todo quedó listo sobre la mesa.
—Vamos —me dije—, es hora de despertar al tío.
Levanté la mano para tocar a la puerta de su cuarto, pero antes de que pudiera hacerlo, él abrió.
—Buenos días, Lila.
—Buenos días. Ven, hice desayuno. Además, tenemos que hablar.
Nos sentamos a la mesa y le solté todo, sin rodeos:
—Ethan, ya lo decidí. Vas a parecer mi esposo. Porque mi bebé va a crecer aquí, en este barrio, y necesito que no escuche cosas feas de su mamá en el futuro. Pero esto sólo será hasta que mi bebé cumpla un año, como máximo. Porque cuando crezca, quiero que su vida sea auténtica, no basada en mentiras. Así que gracias… pero esas son mis condiciones si quieres acompañarme en esto.
Me detuve, respiré hondo, porque había soltado todo de corrido, y lo miré a los ojos. Ethan me devolvió la mirada y sólo dijo:
—Como quieras.
No más. Ni una queja. Llegamos a un entendimiento. Después de desayunar tranquilos, recogimos la mesa y nos sentamos a estirar los pies mientras hojeábamos una revista.
—Ethan, si hubiera sabido que harías tan buena pareja, te habría llamado antes.
—Ehh, aunque sea tarde, ya lo sabes, preciosa —respondió con una sonrisita pícara.
Nos echamos a reír. Y ese momento de risas se sintió como un pequeño respiro, antes de lo inevitable. Ahora era el momento. Íbamos a satisfacer la curiosidad del barrio.
—Levántate y prepárate, mi esposo de mentiritas.
Por un momento, vi una expresión rara en sus ojos, pero no entendí qué significaba.
—"Esposo de mentiritas", ¡vaya! Creo que querías decir "guapo esposo de mentiras", ¿no?
—Ay, qué modesto, señor Ethan.
—Lo soy, lo soy. Muy humilde. Bueno, voy a cambiarme.
Me puse mi vestido rojo con una falda vaporosa que me llegaba a las rodillas. Cuando regresé al salón, Ethan ya estaba ahí. Traía una camiseta blanca y unos jeans negros que le marcaban los músculos. Y ahí fue cuando me di cuenta de algo: era un hombre muy guapo. Me miró de arriba abajo y comentó:
—Una hermosa madre joven. Qué bonito.
—Gracias. Vámonos.
Al salir por la puerta, él se desvió un poco, pero yo lo tomé del brazo. Apenas habíamos salido cuando la tía Evelyn, que barría frente a su puerta, nos miró fijamente. Oh, no te preocupes, tía Evelyn, pensé. Te iba a dar el chisme del día.
—Muchacha, ¿quién es ese joven que traes del brazo?
Respiré hondo, le sonreí y solté la bomba:
—Es el padre de mi bebé. Mi esposo.
La tía Evelyn abrió los ojos como platos.
—¡Ah, así que es él! ¡Amooor! Bueno, bueno, tengo que ir a las tiendas. ¡Hasta luego!
Soltó la escoba y salió corriendo escaleras abajo, emocionadísima. Ethan la miró, desconcertado.
—¿Qué le pasa? —preguntó.
—Eso se llama chismear, querido. Anda, vamos a caminar.
Y así, tomados del brazo, seguimos caminando por la calle.