LILA
—Hola, Lila.
—Lo sabías, ¿verdad?
—Por supuesto, como jefe, sé quiénes son mis empleados.
—Pero ¿por qué...? ¿Por qué hiciste eso?
—Yo no hice nada. Me pediste que lo hiciera y lo hice. Pero yo no sabía que eras virgen.
—¿Qué? ¿Crees que soy una promiscua?
—No, no es eso. De todos modos, no hagas un escándalo por esto. Mira, siento que fueras virgen, pero tampoco te obligué a nada a punta de pistola. Tú quisiste.
—Estaba borracha, idiota.
—Pues ahora mismo estás en el trabajo y yo soy tu jefe, no el tipo con el que te acostaste anoche.
—Espero te pudras en el infierno.
De camino a la puerta:
—Consigue el archivo sobre la licitación de mañana.
—No hay expediente. Renuncio.
—No puedes. Estás haciendo unas prácticas, y no quiero que las interrumpas por esto.
—A la mierda tus razones. Lo haces sonar tan simple.
Murmuró entre dientes:
—Te escuché, pero te voy a dar un respiro esta vez. No volverá a pasar nada en el trabajo.
Me fui sin decir nada más. Por un momento me olvidé de las prácticas, pero no iba a dejarlas incompletas por este imbécil. Tal vez mi vida estaba patas arriba, pero sabía que podía superarlo. Fue un rollo de una noche, Lila. ¡Un maldito rollo de una noche! Ay, seguramente piensa que soy una cualquiera. Ok, tal vez me gustaba este idiota, aunque fuera el primero, pero sabía que entre nosotros no había futuro. ¿Y por qué pensaba siquiera que había algo entre nosotros?
Primero fui al baño, me lavé la cara y luego me compré un café. Me sentí un poquito mejor. Pero justo cuando me senté en mi escritorio, dándole un sorbo al café, casi me ahogo. Ahí estaba el guapo de la otra vez… perdón, Ethan.
—No puede ser. Esto es demasiado, ¿una coincidencia?
Me levanté.
—¿Tú también? ¿Qué haces aquí?
—¿Yo? —me miró como si fuera obvio—. Pues tú probablemente ya lo sabes...
Sí, desgraciadamente. Vi su nombre en el escritorio de su oficina.
—Sí... ya sé quién eres.
—Mira, eres la secretaria de mi primo, ¿eh? Esto puede ser una señal...
Mientras sonreía, el jefe apareció de la nada y se acercó.
—Vaya, primo, ¿quieres pasar?
Después de estrecharle la mano a Ethan, se volvió hacia mí.
—Lila, te pedí los archivos de la licitación hace exactamente Veinticinco minutos.
¿El idiota estaba contando los minutos? Ok, debo admitir que eso me impresionó. Así que me tuviste en mente por Veinticinco minutos. ¿De qué carajos estás hablando, Lila? Me regañé mentalmente.
—Bien, ya entendí —respondí con un tono mordaz.
—Perfecto.
Se metió a su oficina con su primo. Fui a buscar el expediente y llamé a la puerta.
—Otra vez llegas tres minutos tarde. Tenías que entrar justo detrás de mí.
—Pues ya estoy aquí, ¿no? ¿Qué haces tú? ¿Te dedicas a contar los minutos?
—Tú...
No lo dejé terminar.
—Sea lo que sea, si me vas a despedir, hazlo rápido. Estoy ocupada.
Ambos me miraron como si se hubieran tragado una mosca. Sí, incluso Ethan parecía confundido.
—No, no te voy a despedir. Ahora vete.
Salí de esa oficina hecha una furia. Creo que cada vez que entrara ahí, iba a salir igual de enfadada.
MES DESPUÉS
—No llores, tranquila. Mira, vamos a encontrar una solución.
Estaba tirada en mi cama, llorando como si el mundo se me hubiera acabado. Estaba embarazada. Y ahora todo estaba arruinado. Sophie y Chloe, que estaban conmigo, intentaban animarme.
—¿Solución? ¿Cuál podría ser la solución a esto, Sophie? Estoy acabada. Estoy fregada. Nunca podré decírselo a mi mamá. Me odiaría. Y toda la reputación de mi papá... se iría al carajo.
—Tienes razón, pero ¿y si hablas con Logan o algo así? Tal vez quiera al bebé. Podrían casarse o algo...
—¿Qué mierda estás diciendo? ¡A él no le importa nada de nada!
—Pero, ¿y si es diferente con un bebé? A lo mejor se emociona con la idea de tener un hijo. Y aunque no lo haga, tarde o temprano lo querrá. Es su hijo, ¿no?
—¿Crees que tiene que quererlo?
—Sí, nena, tiene que quererlo. Así que anda, lávate esa cara y habla con ese tipo.
—Está bien, lo haré.
Me armé de valor y me fui a la empresa. Ahora estaba parada frente a la puerta de Logan. Giré el picaporte con cuidado y entré. Cuando levantó la cabeza de los papeles y me vio, lo primero que dijo fue:
—¿Dónde has estado toda la mañana?
Respiré hondo y solté:
—Estoy embarazada.
Él se quedó helado un momento. Luego, como si se recompusiera, me miró fijamente y dijo:
—¿Qué estás?
—Estoy embarazada —repetí, esta vez más tranquila.
—¿De quién?
Ahí estaba. El momento en el que la furia explotaría.
—Del portero de la tienda de la esquina. Pero pensé que te lo diría primero. ¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Claro que es tuyo, idiota! ¿De quién más va a ser? Me estás volviendo loca.
—¿Y cómo voy a saberlo?
—Creo que recordarás que estuve contigo por primera vez en mi vida.
Esa frase me dio una vergüenza tremenda.
—Vale, pero ¿cómo puedo saberlo con certeza después de eso? Te vi tonteando con mi primo hace dos días.
—¿Qué dices? ¿Por qué haría algo así?
—Te vi salir por la puerta de atrás. Luego, andabas rondando como si nada. Pero no soy idiota. No caigo en esas.
—Eres el idiota más grande de todos, Logan. Pero déjame preguntarte algo. Ya no espero nada de alguien como tú. ¿Y si el niño es tuyo?
Él se quedó pensando un rato y finalmente dijo:
—Quiero una prueba de ADN. Y si resulta que es mío, abortarás. No quiero ser padre.
—Ahora escúchame bien. Sé que este bebé es tuyo, aunque tú no lo seas. Te sentirás culpable por el resto de tu vida. Pero yo nunca, jamás, abortaré a mi hijo. No tiene padre, sólo una madre. Y ni siquiera verás su cara. Así que no vuelvas a aparecer frente a mí. No quiero nada de ti. No te preocupes, mi bebé estará bien. Adiós.
Le solté exactamente lo mismo que él me había dicho aquella vez en la habitación del hotel, y salí. Me fui. Le dije a mi mamá y a mi papá que me iría al extranjero por trabajo. Hice mis maletas y me mudé.
Y así fue como empezó la historia de mi bebé y la mía. Ese hombre ni siquiera llegaría a vernos la cara. Ahora me tocaba cuidarme sola. El dinero que me daba mi familia se estaba acabando y no podía seguir pidiéndoles más. Tenía que encontrar un trabajo porque después del parto sería imposible trabajar. Me levanté del banco donde estaba sentada y regresé a mi preciosa casa. Entré al jardín y sentí un poquito de paz con mi bebé.
—No te preocupes, mi amor, no te haré extrañar al inútil de tu padre. Te lo prometo.
Solté una carcajada, saqué la mano de mi vientre y abrí la puerta de la casa con la llave.
—Tenemos hambre, ¿verdad, mi amor? A ver, ¿qué hacemos entonces? Hmmm… ya sé, no va a ser lo más sano, pero ¿qué tal pasta con verduras? Suena bien, ¿no?
Puse el agua para la pasta. Justo cuando estaba empezando a cocinar, mi teléfono comenzó a sonar. Era Sophie.
—¿Alo?
—Hola, ¿Cómo estás?
—Bien, mi reina. Pero tú nunca llamas a esta hora, deberías estar en el trabajo. ¿Pasa algo?
—Creo que metí la pata.
—¿Qué hiciste?
—Vino un tipo hoy. Creo que se llama Ethan. Preguntó por ti. Le dije que no sabía nada, pero se dio cuenta de que mentía. Y bueno… usó su encanto para sacarme tu dirección.
—¿Qué? ¡¿Qué hiciste, Sophie?! Ese tipo es primo de Logan.
—¿Hablas en serio? Ay, ahora me siento peor.
—¡Maldita sea, Sophie!
—Pero Lila…
—Mira, lo siento, pero sabes que estoy preocupada por mi bebé. ¿Hablamos después?
—Está bien, hablamos más tarde.
Genial, justo lo que me faltaba. ¿Qué rayos quiere ahora Logan de mi tranquila vida?