Estoy nerviosa.
Inuyasha sigue mis pasos mientras me dirijo al área de diseño, como hoy están monitoreando algo de lo que no tengo conocimiento, el lugar esta solitario. Algo que me pone mucho más nerviosa de lo que estaba. Algunos ordenadores descansan sobre escritorios y proyectan el ángulo, los ajustes, las telas y todo lo referente al diseño que lleva la línea.
—Hace mucho que no entraba aquí — la voz de Inuyasha llena el silencio que había establecido desde que me fue a buscar para llegar aquí. No sé qué decir, socializar con hombres es de lo más complicado cuando le temo a todos.
—¿Por qué? —Mi voz suena como un suave susurro que se pierde en el aire en segundos.
—Porque estaba fuera del país, no hace mucho que volví — dice sentándose y regalándome una sonrisa. No sé qué tiene esa sonrisa, pero el miedo se apaga un poco. Él no parece una mala persona y siendo el hijo de Izayoi tampoco considero que lo sea. Ella es asombrosa y la admiro mucho.
—Ok — digo abriendo la carpeta de diseño que tengo — aquí están los diseños — él rueda la silla y camina hasta mí. Se inclina un poco y mira la pantalla.
—Son buenos — es su primer cometario — no tendremos que modificarlos mucho ya que algunos cortes y más escote serán perfectos — me mira y sus ojos se ven brillantes. Me quedo idiotizada unos segundos y luego vuelvo en mí. ¿Qué demonios fue eso? El miedo vuelve con fuerza por lo que me alejo tan rápido que casi caigo al suelo, pero él me atrapa en sus brazos, esos que son fuertes. Su cercanía no me gusta.
—Aléjate — susurro y mi voz suena ahogada. Él me mira con confusión, pero despacio hace lo que le ordeno. Me alejo y respiro un poco. Necesito aire, necesito salir de aquí.
—No te voy a hacer daño — dice y me detengo en seco.
—¿Por qué me dices esto? —Pregunto sin detenerme a mirarlo.
—Porque me temes. No sé qué te pasa, pero no te hare daño. Necesito que confíes en mi para que seamos buen equipo, mientras eso no suceda los diseños no van a quedar — me dice y cierro los ojos.
No te has ganado mi confianza — camino hasta la puerta — disculpa, pero tengo que salir de aquí — salgo corriendo y me siento tan confusa. Nunca he actuado de esta manera y en parte me siento bien, le dije a un hombre lo que pienso.
Kikyo viene caminando y al verme hace una mueca de disgusto, no le presto importancia, no me siento lo suficientemente bien como para atrapar otro ataque. Sigo, pero luego paro en seco. Kikyo no debería ir a esa área ya que para ella está prohibida. Restriego mis ojos y me devuelvo para decirle. Sin presentarme entro y veo a Kikyo arrinconando a Inuyasha quien no parece muy disgustado con ella. Me doy vuelta y corro para alejarme. Yo podría ser una mujer libre. Esta vez sí voy a morir será luchando. Una imperceptible sonrisa adorna mis labios por unos leves segundos antes de que mi rostro vuelva a ser del mismo modo que antes. Marco la azotea del edificio para ir.
Al llegar salgo y el aire fresco baña mi piel haciendo que me sienta libre. Amo este lugar, es uno de los pocos donde creo de verdad que soy libre, donde no hay Naraku que me persiga ni miedo que sea mi guardaespaldas. Simplemente me siento bien.
—Tenemos trabajo—me sobresalto y veo a Inuyasha con los brazos cruzados a la altura de su pecho. Sus piernas una detrás de la otra mientras su espalda deja caer peso en la pared y sus ojos están puestos en mi persona—te ves diferente por un momento—comenta y lo miro confusa.
—¿Cómo diferente?—pregunto recogiendo el cabello que sale volando hacia mi cara—¿en qué sentido? —él me sonríe y me pongo nerviosa sin razón alguna.
Es miedo
Esa voz susurra lentamente y yo respiro. Debo controlar mi miedo, debo superarme, debo vencer.
—Mucho mejor, así te ves—asiento y miro una vez más hacia abajo—tenemos cosas pendientes, tenemos que bajar—lamo mis labios dando una última mirada al lugar.
—¿Cómo sabias que me encontraba aquí?—pregunto caminando.
—Porque te he leído un poco y algo me dijo que te gusta la soledad, el lugar más pacífico para estar solo es este lugar. Cuando—iba a decir algo, pero sacude la cabeza como espantando esa idea—cuando tuve momentos difíciles me gustaba estar ahí. Tal vez no me creas, pero un día pase 12 horas encerrado en la azotea. Me ayudó bastante a pensar—de momento no me siento tan incómoda con su presencia, pero aun así no dejo de estar alerta, no quiero que nadie más me dañe, no me lo merezco.
—No sabía eso—murmuro sin saber que responder, él es muy sincero y estoy tan acostumbrada a que Naraku sea de una manera tan diferente a la de él que me extraña su actitud.
—Pocas personas lo saben—me sonríe—no fueron tiempos buenos para mí, pero aun así salí adelante y le demostré al mundo que yo sí puedo lograrlo—de pronto todo lo que entiendo es que él busca ayudarme a su manera.
—¿Puedo preguntar algo?—él sonríe.
—Ya lo haces,—me sonrojo y miro a otro lugar sintiéndome avergonzada pero claro que puedes—termina y muerdo mis labios.
—Uhm, no sé cómo hacerla—susurro con temor.
—Debes aprender a lanzar las cosas como bomba Kagome, eso funciona muchas veces—asiento.
—¿Qué te paso para que sufrieras?—pregunto haciendo uso de todo el valor que no poseo, sin embargo ahora sí. Su cara cambia a una atormentada y furiosa, me asusto, esa mirada tan fría me eriza la piel de mala manera. Trago en seco y me siento cohibida—perdón, no tienes que responder. Soy una idiota—susurro y sus dedos tocan mi barbilla haciendo que mi corazón se paralice del terror. Levanto la mirada y ya no hay mirada fría, es una cálida que me hace crear un fuerte nudo en mi garganta.
—Te la voy a responder, pero no aquí—asiento y camino hasta llegar nuevamente al área de diseño. Ya no hay Kikyo cerca. Suspiro y el cierra la puerta.
Inuyasha
Sus ojos chocolates me miran entre atemorizados y curiosos, esta mujer es todo un enigma para mí y no importa si tengo que confesar cosas de mi pasado para llegar a ella, lo haré. No sé qué tiene, pero es como si se volviera poco a poco en mi centro de atención.
Creo que es la sencillez que la caracteriza, el misterio que la persigue o la inocencia que la envuelve, pero ella es tan diferente.
—¡Auch!—sonrío un poco cuando la veo murmurar cosas que quedan fuera de mi entendimiento. Se golpeó un poco con una silla.
—Puedes tomar asiento—ella me sonríe y yo a ella—hace años estuve enamorado fielmente de una mujer encantadora. Ella era la luz de mis ojos, la mujer que complementaba mi vida, mi plan de vida, todo—ella refleja tristeza e incomodidad—¿te molesta que hable de esto?—pregunto y sus ojos chocolates atrapan mis dorados.
—Estoy bien, solo que es extraño—confiesa acomodándose en la silla.
—¿Qué cosa?—danza la cabeza un poco.
—Que un hombre hable así de una mujer—suspiro.
—De verdad la amé. Ella era mi todo Kagome—y es cierto Midoriko lo fue todo—, le pedí matrimonio—sus ojos se abren un poco con sorpresa y eso la hace ver adorable, de manera disimulada ella mira mi mano, en realidad mi mano para ver si hay algún anillo presente en el—fui el hombre más feliz del mundo al ella decirme que sí, pero todo cambió el día de la boda. Midoriko me dejo plantado. La espere, la espere y...
—¿Midoriko?—interrumpe ella con ojos cautelosos.
—Ella ahora es socia de la empresa—ella jadea un poco.
—Ya tuve el placer de conocerla—me sorprende el sarcasmo que sus palabras detonan.
—Bueno, entré en una profunda depresión que mantenía a todos preocupados—ella me mira.
—¿Cómo superaste tu dolor?—pregunta ella y no sé porque la pregunta me suena tan profunda.
—Aprendí amarme primero a mi antes que a otra persona—le contesto sincero.
—¿Amarte?—asiento.
—Antes solo me preocupaba ella, todo mi mundo giraba a su alrededor. Me olvidé de cómo ser yo por ser todo lo que ella quería, me olvide de amarme por amarla a ella, me olvidé de protegerme del dolor por hacerlo con ella. En el momento que la bomba estalló yo estaba muy desprotegido por lo que el impacto fue mucho más fuerte—ella muerde sus labios mirando hacia otro lugar.
—¿Por qué me cuentas esto?—miro el techo.
—Creo que hay algo en ti que me hace confiar, es extraño, pero es así—ella clava sus ojos en mí, no la veo, pero siento esa mirada en mi cuerpo.
—Gracias—susurra desalmada.
—¿Por qué agradeces?—ella se levanta.
—Por confiar en mi—sus ojos están cristalinos.
—Siempre—hago una seña militar lo que causa que sonría. Es la primera vez que la veo sonreír y es verdaderamente hermosa. Kagome es muy hermosa.
—Vamos a trabajar—dice ella más relajada.
—Ok—es todo lo que digo sacudiendo mi cabeza. Eso fue extraño.
*****
Miro enojado mi teléfono. Naraku no puede ser más idiota, justo hoy lo quiero matar, el domingo canceló la fiesta de aniversario y la quiere para este sábado. Hoy es viernes por lo que es equivalente a mañana. Mi molestia no es tanto con él, mi molestia es que no sabe avisar con tiempo, siempre espera la ultima hora para decirme las cosas y eso me molesta de muchas maneras.
Pongo mi teléfono sobre el escritorio y termino los documentos que mi padre me encargó, es extraño, pero últimamente no está con el disco rayado de que debo casarme y formar una familia. Al igual que Sesshomaru.
Restriego mis ojos porque si lo que creo es real mi madre está loca de verdad. No dudo que le haya dicho a ese par de idiotas que me gusta Kagome. Aunque no es mentira, me gusta, pero nada en sentimiento. Es algo más bien como que me siento muy cómodo a su alrededor, como en cada pregunta trato de descubrir todo aquello que oculta, que debe ser mucho.
Kagome es un misterio que quiero descifrar, tengo unas ganas urgentes de hacerlo, de saber que la lastima. En todos estos días juntos no he tocado nuevamente el tema del s******o con ella. Me alegra ver que está más relajada a mi alrededor, que ya no parece tener miedo a que pueda hacerle un daño que no pretendo. Ahora no habla conmigo como si quisiera desmayarse. Ella sigue siendo reservada, muy reservada la verdad, pero por lo menos no está temerosa de cualquier cosa y eso en verdad me alegra. Ella es especial. De verdad lo es.
Estoy en la oficina que mi madre ocupó especialmente para mí. Amo a esa mujer de verdad. Así que mi tiempo libre aquí hago mi trabajo con papá. No puedo olvidarme del restaurante. La puerta es tocada antes d que Kikyo pase con una mueca.
—Lo buscan señor Taisho—susurra ella molesta.
—¿Quien?—pregunto un tanto confuso.
—Yo—Midoriko aparece con una sonrisa que inmediatamente odio. Es la sonrisa de suficiencia que me demuestra que mi cara me traiciona en estos momentos.
Tenía mucho tiempo sin verla y no puedo negar que está más hermosa que antes. Su cabello cae lacio sobre su espalda, ahora lo tiene más oscuros. Su cuerpo debe ser la perdición para muchos hombres. Ella esta como un pecado que cualquiera probaría sin importarle ir al infierno a su causa.
—¿Qué haces aquí?—pregunto con voz baja y me detesto por tener una reacción tan estúpida.
—Vengo a verte, eso es lo que hacen los viejos amigos ¿no? ¿o aun sigues dolido?—pregunta con una sonrisa en sus labios pintados de un rosa pálido.
—No somos amigos Midoriko—ella lame sus labios de manera provocativa y sin quererlo aparece Kagome en mi mente. Ella hace mucho esa acción sin saber que se ve jodidamente sensual.
—Pensé que lo habías olvidado—dice mirando sus uñas.
—Eres una descarada—ella rueda los ojos.
—Ya deja de dar pataleta por algo que ocurrió hace años Inuyasha—dice mirándome con cara seria—eso fue cosa de niñatos, ya estamos grandecitos como para seguir en este jala y para que tenemos. Tu madre y yo somos socias y necesito de toda la paz y tranquilidad, no necesito a una persona que este todo el día llorando que ya no lo quiera. Supérame—dice despacio.
—Ya te superé Midoriko, eso es algo que debes entender tú—la señalo—y ahora soy feliz con una persona magnifica—ella me analiza.
—Eso es mentira, sigues acostándote con zorras—se acerca a mí—¿sabes por qué?—pregunta en mi oído—porque aún no me has dejado atrás, en tu corazón aun mando yo y tengo el poder de destrozarlo nuevamente si así me place—se aleja—ten bonito día Inuyasha—sale por la puerta sin dejarme decir algo.
Soy un idiota.
Una vez más deje a ella ganar esta batalla. Maldición Inuyasha.
¿Será verdad? ¿aun la sigo amando?