Capítulo 8

1805 Words
—¿Qué es eso? —Le pregunto a Inuyasha mirando con temor los chocolates que descansan sobre mi escritorio. —¿No te gusta el chocolate? —Pregunta extrañado. —No, no es eso — respondo rápidamente — es solo que no sé por qué me los regalas — murmuro despacio tomando asiento sobre la silla. Él sonríe mostrándome su dentadura y me guiña un ojo. —Somos compañeros ¿no? —Pregunta y asiento. —Gracias — los tomo con menos temor. —Es extraño — dice de repente — ya ha pasado un mes desde que trabajamos juntos — rasca la parte baja de su nuca — y no se casi nada de ti — por instinto me levanto y me alejo un poco. —No hay nada que debas de saber — comento con la mirada fija en los chocolates que descansan sobre el escritorio. Puede que ya le no le tenga el mismo miedo que al principio, pero eso no quita que deba confiar en él. Sé que no es Naraku, pero aun así la inquietud vive dentro de mí. Inuyasha se ha comportado como un verdadero caballero en este tiempo que tenemos trabajando. Tiene un ojo excelente para el diseño, digno de ser hijo de Izayoi Taisho. Sin duda me ha encantado como quedaron algunos de mis diseños. No me siento en total confianza con él, pero él es tan relajante que me es imposible no bajar la guardia que mantengo conmigo. Puedo decir que hace mucho no me sentí tan cómoda junto a la compañía de otra persona. No sé qué pueda ser esto, pero hasta ahora me gusta. —Bueno, al parecer eres muy reservada — sonríe y me pregunto si no puede parar de sonreír, aunque admito que tiene una linda sonrisa. —Solo no me gusta que todo el mundo sepa mi vida — él asiente. —¿Cuál es tu color favorito? —Pregunta de repente. Lo miro extrañada, esperaba que me cuestione temas sobre si tengo novio, si estoy casada o casas como esas. Esas son las preguntas que más me siguen desde que llegué a la empresa. —El rosado — comento con las mejillas un poco sonrojadas. —Toda una chica dulce — dice animado. Me encojo de hombros sin saber que responder a eso — ¿comida favorita? —Muerdo mis labios y cierro los ojos, luego asiento y lo miro. —La lasaña — él toma un bolígrafo para dar pequeños toques en el escritorio como pensando cuál será su próxima pregunta. —¿Película favorita? —Ahora sonrío un poco. —¿Todo tiene que ser favorito? —Pregunto extrañada. —Quiero saber — hace un puchero adorable y lo pienso. —El titanic—él se carcajea y me mira para luego reírse, la verdad es que es una sonrisa muy contagiosa, pero justo ahora me siento indignada, nadie puede burlarse de esa película frente a mí—¿te burlas de mí?—pregunto con sorpresa —j***r, lo siento. No trataba de burlarme, es solo que ya me esperaba una respuesta así, se ve que eres una amante al romance—no puedo decir nada porque es la realidad. Me encanta el romance. —Es una historia linda y triste—me defiendo. —¿Serie favorita?—pregunta y me muerdo los labios, no recuerdo cuando fue la última vez que vi una serie. Soy más de películas que series. —No tengo una—él me mira directamente a los ojos y aunque es habitual que lo haga no controlo el tensarme y sentirme extremadamente tímida. Me da vergüenza esa mirada, porque siento que puede observar mi interior. —A que le temes Kagome?—miro un punto fijo que no sea él, no quiero responder a eso. —Creo que es hora de trabajar—murmuro bajito. —No siempre vas a escapar de responder—no digo nada, solo abro la laptop y la tecleo. —Centrémonos en terminar—él suspira y asiente. —Deberías trabajar en los diseños que hacen falta. Mi madre envió algo que quiere que modifiquemos—no digo palabra y solo tomo una carpeta que agita en su mano derecha. —¿A que le temes Inuyasha?—me sorprende mi tono de voz. Es calmado y tranquilo. —A volver a caer bajo las redes de Midoriko—baja la mirada y me siento culpable de haberle hecho la pregunta. —Lo siento, no debí preguntar—susurro. —No me importa—me sonríe y se arregla un poco—hagamos esto, tengo asuntos que resolver luego y una cena importante que ir—y eso hacemos. Pasamos todo el día terminando las modificaciones. Inuyasha me enseña y yo lo hago con él, nos complementamos en esto de trabajar en equipo. Tienen un ojo casi mágico, algo que me sorprende porque pensé que solo era un idiota con pintas de saber diseño. —Listo, ya me tengo que ir—murmuro tomando mis cosas y dando un leve bostezo. —Nos vemos mañana Kagome—se desliza de manera suave y me regala una sonrisa. —Hasta mañana—salgo de diseño y camino hasta el ascensor para acabar en mi coche cuando bajo al estacionamiento. Al abrir la puerta del infierno donde vivo me encuentro a Naraku en esmoquin. Muerdo mis labios para controlar los nervios que tengo y controlar el miedo que me azota. Agradezco a la nueva conquista de Naraku ya que tiene un mes y medio que no me toca, puede decirse que es el tiempo record que tiene sin hacerlo, hasta los golpes han cesado un poco. —Haz una cena digna, unos amigos vienen. Te traje lo que usaras esta noche, quiero que te comportes obediente y tal vez me plantee el dejarte ir y visitar a tu asquerosa familia. Pero para que eso ocurra tienes que portarte muy bien Kagome—asiento y entro a la cocina—¿así es que saludas a tu esposo que tienes un día sin ver?—trago fuerte mientras vuelvo al lugar donde se encuentra. —Es bueno estar en casa cariño—le digo y mi voz se siente amortiguada. Beso sus labios y él muerde mi labio inferior. —Mejor—sonríe—ve y haz algo delicioso—agarra mi pelo con fuerza—si escucho quejas prepárate porque no tendré piedad—amenaza y se aleja—vengo en un rato-sale y respiro hondo. Cocino cosas esplendidas, hace mucho que no cocinaba con tanto amor, pero si Naraku es feliz veré a mi madre. Cuando termino entro en la ducha. Me doy una ducha relajante que me mantiene concentrada. Al salir y ver la ropa que Naraku eligió para mi jadeo. Es un vestido muy atrevido rojo con unos tacones negros. No me quiero poner eso. Un escote V que llega hasta mi ombligo. Tiene la espalda cubierta. Me lo pongo y me queda ajustado. Odio verme sensual, eso significa que Naraku y otros hombres me van a desear y odio eso, no quiero que nadie me desee. Mi cabello lo dejo suelto para que me cubra un poco. Me maquillo suave. No quiero que él me vea así, pero es muy tarde porque Naraku se lame los labios desde el umbral de la puerta y tiene una mirada peligrosa. —Preciosa—murmura contento. Inuyasha Mi madre está loca. Ella piensa que Kagome me interesa, puede que sí, pero no en un plan romántico. Tampoco veo en ella un trozo de carne como ya estoy acostumbrado. Kagome es una chica muy dulce y eso hace que quiera protegerla, pero ella está obsesionada en que es la mujer de mi vida. Que ridículo. He aprendido a leerla, por eso sé que siente miedo a los hombres. A nuestro alrededor esta siempre a la defensiva o esperando algo de lo cual siente temor. Pude darme cuenta en cómo me agradece cuando no hago movimientos rápidos a su alrededor. Sus ojos en ese momento se ven tranquilos, algo que me desconcierta. No niego, ella es hermosa, puede llevar mil prendas sobre su piel, pero su rostro sigue al descubierto y es hermoso. Ella tiene esos ojos hipnóticos chocolates que me dan ganas de observar fijamente durante horas sin descanso, pero no puedo hacerlo porque entonces vuelve y su cuerpo se tensa. Lo noto, noto como su cuerpo dispara nerviosismo al hacer eso y quisiera creer que solo es por yo ser guapo, pero la realidad es que ella me teme al mirarla. Al principio fue muy difícil ya que no hablaba, solo si era estrictamente necesario. Se mantenía lejos de mi como si fuera a contagiarle alguna enfermedad peligrosa y eso era más que desconcertante. Ella me intriga bastante. Agito mi cabeza para alejar los pensamientos sobre ella. Termino de arreglar mi camisa cuando cierro todos los botones de ella. Hoy por fin voy a conocer a la tan intrigante esposa de Naraku. Estoy nervioso. La chica debe ser una ingenua, pero que con sus gestos parece amar a Naraku y aunque no quiera admitirlo, él la ama igual. Claro, cuando no está entre las piernas de otra mujer. Mi teléfono vida sobre la mesa de noche y sé que es Bankotsu y Miroku. Bankotsu es el único que la conoce y Miroku la ha visto en reuniones, pero nunca se ha acercado a ella. En todo caso, la chica es misteriosa para mí ya que soy el único que nunca la ha visto. Suspiro y camino hacia las escaleras de mi casa viendo a mi sobrina jugar junto con Sesshomaru y la víbora de Kagura. Rin me ve y corre hasta mí. —¡Que guapo mi tío!—chilla con ojos soñadores. —Gracias hermosa—beso su mejilla y le guiño un ojo—pórtate bien—me alejo ignorando las otras dos figuras. —Siempre—escucho que grita y eso causa que sonría. Amo a esa niña. —Pensé que estarías toda la noche ahí metido—miro a Bankotsu que lleva a su esposa. Ayumi me sonríe un poco. —Hola Inuyasha—le devuelvo la sonrisa. —La pequeña Ayumi nos acompaña—Bankotsu rueda los ojos. —Miroku ya está de camino. ¿Llevas coche o te vas con nosotros?—pregunta Bankotsu. —Voy en el mío. Adelántate que te sigo—él asiente y camino hasta mi auto. Subo en él y arranco siguiendo el coche de Bankotsu. En menos de 40 minutos llegamos a un edificio. Los tres bajamos y nos conducimos al ascensor. Bankotsu marca el número 14 y subimos en silencio. Entro mis manos en los bolsillos de mis pantalones. Las puertas se abren y caminamos por el pasillo hasta que mi guía se detiene y toca la quinta puerta. Muerdo mi labio nervioso. —Tranquilo Inuyasha, no dejes que la conciencia te carcoma—murmura. —Es fácil decirlo—susurro y me callo cuando la puerta se abre. Naraku abre de manera elegante. —Pensé que no llegarían—dice el bastardo sonriendo. —Sabes que no nos íbamos a perder de esto—apunto con una sonrisa. —Eso es cierto—me mira a los ojos mientras los demás entran—no hagas ningún comentario importuno Inuyasha—ruedo los ojos. —¿Me vas a dejar entrar?—me da un última advertencia a través de sus ojos y se hace a un lado. Un olor delicioso se filtra en mis fosas nasales. Mi boca se hace agua Dios mío. —¿Dónde está la mujer que tiene a Naraku babeando a pesar de los años?—pregunta de manera burlona Miroku. —Ya sale, está arreglando su cabello, ya sabes, mujeres—me río un poco hasta que aparece la figura de una mujer. —Buenas noches, es un placer tenerlos aquí. Soy Kagome, esposa de Naraku—mis ojos se abren sin dar crédito a lo que veo. En un vestido que se ajusta a su cuerpo como una segunda piel. Kagome, la misma con la que trabajo, la chica tímida, mi Kagome es la misma que está de pie tan sorprendida como yo. Solo que parecen dos personas sumamente diferentes.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD