Ella es desagradable.
La señorita Midoriko es una persona realmente desagradable, casi puedo comparar con Kikyo. Sus largas pestañas me miran a través de los lentes que utiliza no por necesitarlos, sino para verse más elegante con el traje medio formal que lleva. Su pelo en un moño que cualquiera envidiaría.
Ella no ha parado de querer hacerme sacar de mis casillas denigrando el trabajo tan fuerte que llevé para diseñar la nueva línea, ella no se ha detenido a pensar en nada; solo critica con argumentos que no los encuentro tan válidos, pero que Izayoi escucha atentamente sus palabras.
Quiero que esa mujer se vaya, pero al parecer la veré muy seguido. La señora Izayoi no parece nada contenta con su estadía es la empresa, pero la soporta porque sabe que es una puerta al mundo internacional. Esta señorita al parecer es la competencia más fuerte que tiene la empresa y por lo cual ambas están entrando en un acuerdo de lanzar una línea juntas para beneficio de ambas.
—Creo que solo debemos retocarla, es cierto que no están completas, pero tampoco están mal — comento al ella detener su parloteo y beber un poco de agua.
—¿Me estás diciendo que no sé lo que digo? —Pregunta un tanto molesta.
—Señorita — ahora me siento nerviosa — solo puse un poco de mi opinión ya que usted ha dado bastante de la suya — los latidos de mi corazón se escuchan nuevamente.
—¿Cómo cree usted saber de moda cuando lleva esa ropa tan horrenda? —Mi autoestima se denigra un tanto más y suspiro.
—Midoriko, su manera de vestir no es tu problema, aquí estamos por asuntos de trabajo y creo que los diseños de Kagome son muy buenos y merecen estar en la línea — habla la señora Izayoi por segunda vez en la reunión, la sala queda en silencio y la chica me mira de manera acusatoria.
—No me parecen, están un tanto anticuados, le falta sensualidad — comentar una vez más la pantalla que proyecta mi trabajo — si lo modificas estar de acuerdo, de lo contrario me opongo — no digo nada y solo asiento. Izayoi no se ve muy contenta.
—Creo que la reunión acaba aquí — respiro hondo recogiendo mis cosas.
—Te puedes ir a casa Kagome—le sonrío un poco a la señora Izayoi. Sé que Naraku está para las Vegas por lo que puedo ir a casa y relajarme. Mañana es mi día libre y creo que puedo ir a ver a mi madre, hace tiempo que no la veo ni sé de ella.
Solo espero que de verdad Naraku no me haya mentido y yo pueda escaparme. Quiero un abrazo de mi madre, ver a mi hermano, sentirme protegida como cuando era una niña. Quiero eso, quiero mi vida de vuelta, aquella que ese bastardo me ha arrebatado, tengo que ser fuerte y luchar, luchar para recuperarla.
Mi cabeza duele un poco con todo este día lleno de sorpresas y emociones. Me levanto de la silla viendo como la señorita Miroriko sale del salón de juntas y reuniones.
—Muchas gracias—camino fuera y al salir casi me caigo por el pie de la señorita Mirodiko.
—Solo te advierto—dice mirándome fijamente—no te interpongas en mi camino o te saldrá caro—arregla su ropa y se aleja contorneando sus caderas de una manera tan sensual que siento envidia. Ella no está dañada, ella no tiene miedo.
Camino hacia el ascensor y Kikyo sale chocando mi hombro de manera voluntaria. La veo sonreír como tonta por lo que me quedo un poco confundida. Ignoro eso y bajo. No quiero ir a casa porque eso sería sucumbir en recuerdos y pesadillas que no quiero recordar ahora.
Camino sin rumbo alguno, es algo que me gusta, ver como el mundo continúa. Esta es una de las razones por las que sigo de pie. Porque hay muchas personas que continúan su caminar y no se detienen como yo, personas que son fuertes, que no tienen miedo, que viven y hacen a otros vivir.
Soy una cobarde.
Nunca me he dicho eso, pero es lo que soy. No soy capaz de dejar de sufrir, estoy cansada de no luchar, pero si lucho ¿Qué pasaría? Posiblemente muera en el intento, no quiero que sea él quien termine por matar el cuerpo sin alma que utilizo para deambular por este mundo. Quiero ser yo, no que sea alguien más.
Mi mundo es tan extraño. Ya no se quien se refleja en el espejo, desconozco a esa persona y aun así no soy capaz de enfrentarla. Miro al cielo y veo que se está tornando gris.
Quiero luchar.
Creo que nunca lo he hecho.
Lucha Kagome
La voz de Sango llega a mi mente. Si. Creo que debo luchar, si alguien me dio la oportunidad de vivir debería considerar la opción de luchar por salir de esta oscuridad que me atrapa, creo que al menos debería hacerlo. Lo merezco.
Creo que mi miedo no es por mi familia. Yo le tengo miedo a él, mi terror lleva nombre y es Naraku. No quiero que me lastime más, quiero de verdad sanar, pero él es mi piedra. Necesito luchar.
Busco en mi bolso una tarjeta que Sango me dio hace meses, pero la cual por alguna razón no había arrojado al basurero. Mi boca se abre. Es un grupo de ayuda para mujeres con violencia doméstica. No. Yo no sufro violencia, Naraku solo se enoja porque soy una inútil.
Lucha Kagome
Muerdo mis labios. Las personas que escuchen alguna vez algo de lo que digo pensaran que yo lo provoqué y no me ayudaran. Nadie lo hará porque estoy sucia, nadie me va ayudar porque estoy sucia, sucia, sucia.
Respiro forzadamente y guardo la tarjeta. No creerán que el abusa de mi cuerpo porque soy su mujer. Nadie me va a creer. Nadie lo hará.
Camino hasta la parada del bus para ir a mi infierno sin satanás por ahora. Todos me dejan sola, solo Sango me creerá, todos me van a señalar.
El bus pasa y subo en el queriendo huir de mis pensamientos. Queriendo huir de la persona que soy y de la cual no puedo huir, porque estaré atrapada con ella de por vida.
Inuyasha
—Necesito información de ella—digo y sigo trotando. Miroku me mira curioso y Bankotsu se ríe.
—¿Nuestro Inuyasha queriendo información de una mujer?—pregunta Miroku tomando una respiración profunda cuando paramos por un momento—debe de ser una chica hermosa como para que quieras sabe de ella—me dice.
—Trabaja en la empresa de mamá y sabe que vine a ayudarla con eso, así que la veré muy seguido. Además de que ella es extraña, es como si le temiera al mundo o a mí—susurro pensativo.
—¿Cuándo iras a la empresa?—pregunta Bankotsu bebiendo de su botella de agua.
—Tengo que ir esta tarde, espero no encontrarme con Midoriko—susurro cerrando los ojos. De solo pensar en esa mujer me da dolor de cabeza.
—Volviendo al tema importante que es Inuyasha queriendo algo más que una noche con la chica
Interrumpo a Miroku.
—Trató de suicidarse—Bankotsu lanza el agua fuera de su boca y me mira con sorpresa igual que Miroku.
—j***r, no sabía esa parte—dice mirándome.
—La conocí cuando ella se lanzó de un puente—narro secando el sudor que baja por mi frente—luego la vi nuevamente en el restaurante junto a mi madre. Quiero saber porque lo trató de hacer, eso es todo—Miroku asiente.
—¿Hace cuánto no la ves?—pregunta estirando un poco su cuerpo.
—Hace una semana—él asiente.
—¿Crees que lo haya intentado hacer nuevamente?—tomo asiento en unos de los bancos que el parque tiene. Veo a las personas correr y ejercitarse de un lado a otro.
—No lo sé, ella parecía tan triste—comento envuelto en mis pensamientos—se veía tan triste y sola, sus ojos solo mostraban sufrimiento. Nunca había visto tanto dolor en una sola mirada—él me mira preocupado.
—Esto es serio Inuyasha—lo miro y él aclara su mente—es posible que ya no siga con vida—niego lentamente.
—Si ese fuera el caso ya me habría enterado, mi madre tiene una pequeña obsesión con el talento que posee esa chica para diseñar—le digo levantándome.
Como ya nos hemos ejercitado muy bien por hoy decido ya parar. Puede que Miroku y Bankotsu puedan llevar un poco mi ritmo, pero sé que soy muy exigente a la hora de fortalecer mi cuerpo por lo que solo hago unas cuclillas y termino.
—Debe de ser muy buena en lo que hace como para que tu mamá este complacida—comenta Bankotsu caminando a mi lado.
—Mi madre me mostró diseños y ella es genial en lo que hace—ellos se miran entre si y enarco una ceja.
—Inuyasha ¿Cómo vas a manejar lo de Midoriko?—pregunta Miroku. Suspiro un poco agotado. De solo recordar a esa mujer siento que entro en cólera.
—Tratar de mantenerla lo más alejada de mi—ellos asienten.
—Naraku nos invitó a su aniversario—dice Bankotsu, de los tres es quien se lleva mejor con Naraku.
—¿Cuándo es?—pregunto curioso. Tengo ganas de conocer a la mujer que lo vuelve loco.
—Este domingo—asiento. Hoy es miércoles.
—¿Dónde será?—esta vez es Miroku quien habla.
—Un hotel, al parecer la chica lo complace mucho—asiento de acuerdo. Solo a ella se le ocurre pagarle un viaje a las vegas.
—Debe de tener dinero—murmura Bankotsu—su apartamento es muy elegante.
—Y Naraku no trabaja—suspiro mirando mi casa a unos pasos.
—Quisiera encontrar una mujer como ella—niego divertido.
—Nos vemos esta noche—camino dejándolos atrás y entrando a casa. Subo las escaleras trotando y llego a mi habitación. Me despojo de mi ropa y entro a la ducha abriendo el grifo y dejando que el agua navegue por todo mi cuerpo. Cierro los ojos al sentirme más relajado.
Cuando salgo me coloco mi ropa que consiste en unos vaqueros con una camiseta y una chaqueta de cuero. Bajo despacio las escaleras y agradezco no encontrarme con la víbora de mi cuñada.
Subo a mi coche y avanzo rogando en todo el camino no encontrarme con Midoriko porque ella puede hacerle competencia a mi cuñada. Solo que Kagura no dejo plantado a Sesshomaru.
Al llegar a la empresa bajo del auto y veo a una chica muy apurada. Kagome. Su cabello está en una desordenada trenza y un vestido que puede fácilmente compararse con el de una monja. No sé por qué trata de ocultar su cuerpo bajo tanta tela.
Camino despacio y cuando entro al lugar ya no está donde pueda visualizarla, por lo que saludo de manera cordial y me siento alborotado por las chicas que se encuentran. Al subir al elevador me topo con la chica del parque. Ella me da sonrisa radiante.
—El chico guapo—dice mordiendo sus labios.
—Qué pequeño es el mundo. ¿trabajas aquí?—pregunto viendo que solo faltan dos pisos para llegar al último.
—Si ¿Qué te trae por aquí?—pregunta cuando las puerta se abren.
—Vengo a trabajar aquí—comento saliendo junto a ella.
—Así que seremos compañeros—me repasa con la mirada—interesante—asiento y veo a mi madre.
—Me tengo que ir—avanzo y la sorprendo de espaldas dándole un sonoro beso—¿Cómo está la mujer más bella?—pregunto a lo que ella ríe.
—Perfecta cariño—miro a la pequeña azabache que hasta ahora me doy cuenta que está junto a mamá—buenos días Kagome—ella levanta un poco su cabeza.
—Buenos días señor Taisho—susurra sin mirarme.
—Llámame Inuyasha. Me haces sentir muy adulto—le digo relajado, todo lo contrario a como ella se ve.
—Inuyasha—susurra despacio.
—Bien—mamá camina y ambos le seguimos.
Al entrar nos invita a sentarnos.
—Bueno, como sabrán la empresa está en un proceso que puede ser el levantamiento definitivo y podremos destacar bastante. Los diseños de Kagome son perfectos, pero hay que modificarlos para darle más sensualidad y modernidad—dice mi madre mirándonos a ambos—por lo que te llamé Inuyasha. Tú tienes un ojo casi mágico en lo que le puede ayudar a una mujer a verse sexy y segura de sí misma. Tú ayudaras a Kagome para que pueda mejorar los diseños. ¿Cuento con ambos?—pregunta y asiento. Kagome titubea, pero termina aceptando.
—Lo que usted ordene—la escucho susurrar.
—Bien. Los necesito a los dos en el pabellón de diseño en un rato. Ya pueden retirarse—ella se levanta y pidiendo permiso sale.
—Será difícil trabajar con ella cuando es tan tímida—murmuro.
—Pero ese será tu reto, ayúdala a sentirse más segura de sí misma hijo—asiento sin saber si en verdad la podre ayudar.