No sé qué me sucede, pero el temblor de mi cuerpo continua. Estoy temblando y al momento de Inuyasha tomarme y abrazarme todo dentro de mi da una sacudida y las lágrimas salen sin control. Ya no poseo ese control característico en mí, quiero que alguien entienda mi dolor, que sepan que estoy rota sin yo tener que recurrir a las palabras.
Le dije que le temo. Y es cierto, Naraku es a la persona que más le temo, no hay nada a lo que le tema más que a él. Él y sus ojos calculadores, su abuso sobre mí, sus gritos, todo.
La colonia de Inuyasha se filtra en mis fosas nasales como un suave aroma que me tranquiliza. Es muy acogedor. Mis manos cobran vida y envuelve el cuerpo de Inuyasha contra mí. Es extraño. No siento miedo, al contrario, es como si él estaba recogiendo los pedazos rotos de mi alma e intentara unirlas.
Mis ojos se abren sin saber qué hacer, estoy abrazada contra él y no quiero dejarlo ir, abrazada contra un hombre al cual debería de temer porque es algo que ni yo puedo controlar, pero mis manos solo lo sujetan con más fuerza como si no quisieran que dejara se alejara de mí. Como si él fuera la última gota de agua en el desierto.
Nunca me había sentido tan bien en los brazos de otra persona, me siento tan reconfortada que me abruma, me abruma mucho.
Levanto la mirada y esos ojos dorados me miran con ternura y tristeza. Muerdo mis labios separándome de él. Inuyasha levanta la mano y con sus dedos limpian las lágrimas que hay en mis mejillas. La suavidad con la que me trata me deja idiotizada por un segundo. Quiero correr, pero temo arruinar todo. Todo esto parece tan irreal.
—Inuyasha — susurro, pero mi voz parece amortiguada. Estoy ronca y mi garganta se siente seca.
—¿Quieres agua? —Pregunta el con una pequeña sonrisa para romper la tensión que establecí.
—Por favor — susurro nuevamente y él asiente. Se aleja de mí y me trae un vaso con agua. Lentamente la bebo y trato de calmar mi corazón.
—¿Cómo te sientes Kagome? —Pregunta regalándome una pequeña sonrisa, sé que trata de liberar la tensión en el ambiente.
—Yo olvida lo que dije por favor — su rostro se torna serio y acaricia mi mejilla. No sé por qué dejo que lo haga, pero mi cuerpo queda calvado sin hacer ningún movimiento. Inuyasha reparte caricias en mi mejilla y me encuentro eso tan extraño.
—Habla Kagome, yo estoy para ayudarte—me dice suavemente—cuando respondiste a lo que más le temes te referiste a Naraku ¿verdad? —sus ojos dorados me miran en busca de respuesta. Yo solo muerdo mis labios evitando su mirada—Kagome, tienes que poner de tu parte para que pueda ayudarte—me dice.
—¿Te puedo pedir algo?—pregunto despacio y el asiente—¿me puedes abrazar como antes?—abro mis ojos con sorpresa y él también. Traga en seco y se acerca. Sus brazos me envuelven nuevamente y me recorta el sentirme protegida.
Cierro los ojos disfrutando de la colonia de Inuyasha. ¿Por qué no le temo a él? Creo que es hecho de que su madre es Izayoi. Sé que ella nunca criaría a un enfermo mental que le guste maltratar a las mujeres.
Sé que debo hablar, pero me atemoriza mucho. No quiero que Inuyasha se aleje de mi por saber la verdad, tampoco quiero ver esa mirada de lastima en su cara, quiero que me siga mirando como hasta ahora: como a una persona normal.
Me gusta como huele. Su aroma es tan suave como las caricias que repartía en mi piel hace un momento. Sus brazos tan cómodos que me gustaría estar encerrada en ellos para que Naraku no me maltrate.
—¡Kagome!—la puerta se abre y ambos nos separamos. Sango me mira con los ojos abiertos y bastante sorprendida—disculpen, no sabía que estabas ocupada—dice mirando a Inuyasha con recelo.
—¿Necesitas algo?—pregunto intentando darle una pequeña sonrisa.
—Necesitaba ver a mi mejor amiga quien me ha traicionado por semanas—la culpa me cae como un tarro de agua fría y la miro.
—Lo siento, estaba tan ocupada terminando todo que...
—Olvídalo, necesito que me ayudes con algo, ya la señora autorizó para que salgas conmigo—responde—¿no hay ningún inconveniente en eso?—pregunta siendo bastante bordes.
—¿Le pasa algo señorita?—la voz de Inuyasha se muestra tranquila, aunque sus ojos estén serios.
—Solo tenga cuidado con ella—le dice—la lastimas y se las verá conmigo—me mira—te espero afuera—sale y me deja con Inuyasha.
—Discul...
—No te disculpes, se ve que te quiere—asiento y camino a la puerta—Kagome—doy la vuelta y lo miro—me encanta tu aroma—mis mejillas se tiñen y salgo de ahí sintiendo mi cara caliente. Sango me mira interrogante, pero no hace ningún comentario al respeto.
Caminamos en silencio, o bueno, yo la sigo porque ella sigue caminando sin mirar atrás para confirmar que la sigo. Llegamos a mi antiguo lugar de trabajo y ella cierra la puerta y me mira en espera de respuestas.
—¿Qué fue eso?—pregunta luego de un momento en silencio—¿Qué está pasando Kagome?—pregunta sin despegar su mirada de mí.
—Muchas cosas Sango—murmuro mordiendo mis labios—demasiadas cosas—ella suspira y se sienta.
—Te escucho—cruzo mis brazos—espero que no trates de engañarme—asiento y camino a sentarme en una asilla que esta al fondo.
—Bien—comienzo a narrarle todo.
Inuyasha
Estoy en casa y aun no puedo dejar de sentir la suavidad de la piel de Kagome buscando refugio en mis brazos. Sus ojos chocolates mirándome temerosos y también luchadores, valientes. Kagome es tan fuerte que ni ella misma lo sabe.
Su aroma dulce esta en mi ropa todavía y me siento como un maniático al no dejar de oler mi cuerpo queriendo que ese aroma no desaparezca nunca.
No sé porque esta obsesión precisamente con una chica que es tan prohibida para mí. Por Dios, es la mujer de Naraku, un hombre que llevo años conociendo y siendo su amigo, pero esta necesidad que tengo de proteger a Kagome, me siente enfermo a ella.
No he dejado de pensar en que Naraku es el causante de que ella este de esa manera. Necesito confirmar con mis propios ojos su manera de ser alrededor de Naraku. No quiero crearme falsas calumnias en mi mente contra una persona que solo me ha hablado maravillas de esa chica.
Con un último suspiro me pongo de pie dispuesto a investigar. Abrigándome lo suficiente camino fuera de mi habitación y me encuentro con la pareja que más odio discutiendo.
—Es tu hija, tienes que darle más cariño—reclama Sesshomaru con evidente enfado.
—Esa niña solo logró que me llene de estrías—dice asqueada Kagura. Cierro los ojos agradeciendo que mi sobrina permanece tranquilamente durmiendo y muy lejos de este momento tan asqueroso.
—Así quieres que me case con quien sea—niego con una sonrisa—nunca—salgo de la casa y me subo al coche conduciendo hasta la casa de Naraku y Kagome. Al salir fuera del coche la fría noche me recibe. j***r, sí que hace frio hoy.
Entro en el elevador y marco el piso correspondiente. Suerte que no es muy tarde.
Al abrirse las puertas lo primero que mis ojos ven es una pequeña figura que permanece muy descubierta y descalza al lado de la puerta de Naraku. Su cabello cae por todos lados mientras que tiene la cabeza enterrada en sus piernas las cuales agarra con sus brazos.
—Disculpa—la chica levanta la cabeza y mis ojos se abren al ver a Kagome temblar de frio con los labios sin color. Me quito mi abrigo de inmediato y la cubro, cuando mis manos rozan el piso el frio me hace estremecer—¿Qué haces aquí afuera Kagome?—pregunto levantándola del suelo.
Es la primera vez que la veo con el cabello suelto y no puedo negar lo hermosa que se ve. Su cabello le llega a la cintura. Miro su atuendo que consiste en una bata que solo cubre hasta sus rodillas y es de tirantes.
—Discutí con Naraku—responde mirando a otro lugar.
—Vamos adentro—ella niega con miedo—vamos Kagome—mordiendo sus labios niega una vez más.
Suspiro y abro la puerta encontrándome con Naraku en el sillón con una chica sobre sus piernas. Abro los ojos y miro hacia afuera donde permanece Kagome.
—Maldita pe...
Naraku detiene sus palabras al mirarme, sus ojos se abren y baja a la chica de su cuerpo.
—No seas tan brusco Naraku—se queja con una sonrisa—¿Quién es el guapo?—lame sus labios mirándome y yo hago una muesca de asco.
—¿Qué haces aquí Inuyasha?—pregunta Naraku nervioso.
—¿Qué significa esto?—pregunto cruzando mis manos—tu esposa esta allá fuera con frio y tu aquí follándote a esta chica—señalo a la chica quien se viste sin una pisca de vergüenza.
—Inuyasha, déjame explicar—dice apretado los labios.
—Sabes lo que más odio Naraku—le digo—esa chica estuvo llorando, está allá fuera muriendo de frio, ¿la sacaste tú? —él niega.
—Ella se puso como loca y salió—dice levantando las manos—además, es mi matrimonio, no debes entrometerte en mis asuntos—eso me deja mudo. Es verdad, es su matrimonio—Kagome—grita y ella entra. Aun puedo ver sus ojos rojos.
Ella camina temblando, no si de frio o de miedo. Su expresión la delata, es él a quien teme. Es a mi amigo a quien ella le tiene miedo.
Muerdo mis labios para no opinar en nada.
—¿Pasa algo?—pregunta ella y la otra chica se sienta con una sonrisa en su rostro que me confunde.
—Saliste porque quisiste de casa ¿verdad?—los ojos de Naraku son amenazadores.
—Si—su respuesta en un murmullo bajo.
—Ya la escuchaste Inuyasha—me dice con una sonrisa.
—No la voy a dejar así—le digo—cámbiate—Kagome me mira raro—la voy a llevar a mi casa mientras se calman las cosas—Naraku me mira confundido—no le haré nada, solo creo que es necesario que estén alejados un poco—el asiente.
—Cámbiate—ella lo mira sorprendido, pero sale corriendo a cambiarse—solo te advierto, cuidado si te pasas de listo con ella—cruzo mis brazos.
—¿Crees que podría bajarte la mujer? —Pregunto sorprendido y él niega.
—Lo siento, cuídala — ella sale vestida con su falda larga y un abrigo — lleva ropa para mañana — ella muestra una pequeña bolsa.
—Adiós — ella me sigue aliviada.
La hago caminar delante de mí y vislumbro un pequeño moratón en su muñeca cuando levanta sus mangas un poco.
—¿Estas bien? —Pregunto y ella asiente — vamos — abro la puerta de mi coche sabiendo que me voy a torturar yo mismo. Ella estará bajo el mismo techo que yo, su aroma estará cerca de mí. Sí, será un maldito martirio.