El avión aterrizó suavemente en el aeropuerto privado, y Nina observó por la ventanilla mientras los edificios de la ciudad que ahora llamaba hogar volvían a aparecer en el horizonte. A pesar del lujo y la emoción de París, sentía algo extraño al estar de vuelta. París había sido un escape temporal, un mundo de fantasía donde la realidad parecía haberse detenido. Pero ahora, con el peso del regreso, todo aquello quedaba atrás. La rutina, la oficina, el mismo ambiente que habían dejado atrás, la esperaba. Alessandro, siempre tan enigmático, se mostraba sereno, incluso complacido con la normalidad que regresaba. Sin embargo, las miradas que intercambiaron durante el vuelo de vuelta hablaban de una intimidad que no podían negar, aunque ambos sabían que debían mantener ciertas apariencias. —