El lujoso hotel en el que Alessandro y Nina se hospedaban parecía salido de una película. Desde el momento en que había puesto un pie en el vestíbulo de mármol brillante, Nina había sentido una opresión en el pecho, una mezcla de asombro y una inquietud latente. Las paredes estaban decoradas con arte antiguo, el personal impecablemente atento, y cada rincón emanaba una elegancia que ella sentía casi ajena. Durante los dos primeros días en París, Alessandro había tenido que atender varias reuniones importantes, lo que dejaba a Nina sola en la habitación la mayor parte del tiempo. Aunque podría haber salido a explorar por su cuenta, algo en su interior la frenaba. El lujo del hotel la hacía sentir fuera de lugar, como si en cualquier momento alguien pudiera descubrir que no pertenecía allí,