Después de dejar a la pequeña sub, acurrucada y envuelta en la suave manta, me dispuse a limpiar la cruz de San Andrés, y los juguetes que había utilizado. Una vez terminado esto, me siento en uno de los sillones, que se encontraba en una esquina de la sala, donde habíamos sesionado. Llamo a Monique, para que se siente en mi regazo y así envolverla en un reconfortante abrazo, por lo que me mira agradecida, mientras le acaricio el cabello. —Lo hiciste muy bien, pequeña —Esboza una sonrisa satisfactoria, mientras le analizo los rasgos, mejillas sonrojadas, ojos brillosos. Una pequeña sub contenta, el mejor p**o para un dom. —Gracias, Señor. Siempre es un agrado servirle, Señor —Le hago un asentimiento. —El placer es mío, belle. Tras reconfortarla por unos minutos, la dejo ir, libe