16.

599 Words
16. —Recuerdo tu voz —le dice él apenas la ve—. Sé quién eres —debe evitar mirarle a la cara, si lo hace, no podrá resistirse al hechizo. Está sediento y hambriento… La vampiresa no se ve afectada por sus palabras. Su larga y oscura melena que le llega hasta los muslos se mueven hipnotizantes. Iakobus alza los ojos, aún sabiendo el peligro en el que está. Su par de ojos celestinos se detienen en los labios de la vampiresa. El rojo carmesí, dicen que se ha alimentado ya, que siempre lo hace. La piel que un día fuera bronceada ahora pálida, a adoptado un poco de color. La vampiresa, a simple vista pasaría por humana, pero él sabe que el peligro que representa, tanto para los humanos como para la agencia. —Tardaste un poco… ¿no te parece? —contesta ella, con un leve siseo. De todos modos, han pasado otros diez días, ¿sabes lo que eso significa para quienes trabajas? ¿No es así, Iakobus? El protocolo dicta que, si un m*****o desaparece por más de quince días, se le da de baja, como desaparecido en el cumplimiento del deber, pero ese no es su caso. La vampiresa, que luce un vestido oscuro, y antiquísimo, tiene el escote ligeramente descubierto, dejando ver los atributos femeninos por los que un humano llegaría a desearla con locura. Se mueve hacia él. Sus dedos afilados acarician los rulos desordenados en la cabeza de Iakobus. —¿Te quedarás mudo, Iakobus? El aroma que exhala la vampiresa hace que sus instintos primarios despierten, porque a pesar de ser un ángel, siente, y si siente, puede desear... Iakobus agita la cabeza. Trata de mantener el control de su mente. —Lo que no sé… —tiene la garganta reseca, apenas puede hablar —, es por qué ahora apareces… ha pasado más de un siglo… Isharys. La vampiresa sonríe, enseñando ligeramente un par de colmillos bien afilados. Se deleita al escuchar su nombre en los labios de Iakobus. La primera vez que ha mencionado aquél nombre, murieron muchos amigos suyos. Iakobus sabe que ella es la responsable de todas esas muertes. —Los humanos dicen que no importa cuánto uno se tarde en hacer las cosas, que es mejor hacerlas tarde que nunca… —Pues veo que quieres pagar por tus delitos. —Si así los prefieres llamar… —ahora, Isharys está detrás de él y le susurra en el oído derecho—. pero no pueden culparme por seguir mis instintos… mis instintos ahora mismo hacen que hoy esté frente a ti, Iakobus… —ahora tiene la boca entre abierta, y los colmillos presionándole ligeramente el cuello. La presión en ese punto hace que su corazón se agite, pero está lejos de ser temor. Es esa comezón que lo ha perturbado la primera vez que la ha tenido cerca, que ahora vuelve para atormentarlo, y que lo obliga a cerrar los ojos suplicando que El Padre de todos intervenga a su favor… Pero Iakobus sabe que no lo va a hacer. Nunca lo hace. —Suéltame… —le dice a punto de ceder ante ella—, así me cobro todas las vidas que robaste. —¿Aún recuerdas esos detalles? Los maté porque se interpusieron entre nosotros. No puedes culparme por querer tenerte a mi lado… Iakobus ya no puede pensar, esa fuerte comezón en su cuerpo se incrementa lentamente, y lo único que quiere y desea es ser mordido por Isharys.
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