15.

646 Words
15. Un humano cualquiera habría cedido a la primera ante la vampiresa, pero Iakobus no es cualquiera; es un ángel, uno que no ha perdido una sola de las batallas que ha tenido con los seres de la oscuridad. En esa oscuridad, lo único que puede hacer es pensar, pensar y no escuchar los reclamos de su cuerpo que claman alimento. Así que su mente vuela entre sus recuerdos más cercanos. Todo el mundo sabe que los ángeles son eficientes, confiables e incluso letales, cuando deben de serlo, por eso son los únicos que tienen permiso para caminar libremente por las calles, y mimetizarse entre los humamos. Pero ese día iba confiado, iba relajado cuando viajaba en el subterráneo, como todos los días, por eso es que ha terminado en la trampa de la vampiresa. Esa voz, la que lo llamaba, la ha escuchado antes, hace mucho tiempo… hace siglos. Está seguro. —Pero cómo no lo he recordado antes… Iakobus cierra los ojos. 1.544. Desierto de Sahara. Puede sentir la arena entrándole por la garganta, por los oídos. El viento sopla tan fuertemente, que lo obliga a detenerse y ha hacerse un ovillo en el medio del desierto. Pero no está solo. Ha llegado junto a dos de sus hermanos, y tienen una misión: equilibrar la balanza en la tierra y eliminar todo rastro de energía del bajo astral que ponga en peligro el equilibrio natural. —Nadie ha venido por nosotros —dice On, revisando el panorama. La tormenta de arena lo cubre todo a su alrededor. —Debe haber un malentendido… A lo lejos, Iakobus divisa una silueta oscura. que solo los observa, sin interferir. —Quizás nos equivocamos de fecha —les dice para calmar los nervios. —Imposible. He marcado bien la fecha. El sistema nunca falla. —De todas formas, estamos solos, e incomunicados. Iakobus no quiere mencionarlo, pero ha sentido la presencia de un ser oscuro. Esa noche, la primera y fría noche en la tierra, escucha una melodía. Es la misma silueta de antes, una melodía oscura le llama, parece que le invita, que le dice “Ven a mí…” Iakobus escucha el llamado. —¿Quién eres? —pregunta en voz alta. Grandioso. He violado el protocolo. Piensa al darse cuenta del error. Om despierta y le mira. —¿Son los de la agencia? —No creo. —Entonces cierra la boca, y respeta el protocolo. De repente ya llevan cinco días extraviados, y no han visto a un solo humano cerca para pedir ayuda. La gravedad y el aire es tan diferente en la tierra, que les permite saltar y moverse velozmente, y superar por mucho a los humanos. Pero están débiles y algunos seres oscuros los rondan, quieren alimentarse de su carne y sangre angelical. Om, como todos los días anteriores trata de comunicarse con los de arriba, pero no hay forma, y comienza a perder la calma. —Es inútil. Hemos perdido la señal. Iakobus trata de mostrarse relajado. —Es la tormenta de arena. Seguro trabajan para solucionarlo —está tan preocupado como Om, se suponía que llegarían en un día tranquilo y lo único que han visto en los últimos días es arena y más arena. Más tarde, Om vuelve a tratar de comunicarse con los de la agencia. —Los de arriba no contestan. Nadie contesta. Es como si nos hubieran abandonado a nuestra suerte. Están rodeado de dunas y arena. Miran al oscuro cielo y sin estrellas. —¿Por qué nos han abandonado? —grita Om. —Hay que mantener la calma —dice Shau, por primera vez desde que han llegado. En el sexto día, sus hermanos no despiertan más. Han caído en un sueño eterno. Las fuerzas oscuras van acechando con descaro. Iakobus está solo. Iakobus abre los ojos. La vampiresa ha vuelto por él.
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