19. KATRINA.

587 Words
19. Katrina. Un hombre va descendiendo. El jefe ha dicho que el viaje que ha iniciado hace siglos se inició en medio del cielo, entre las nubes, y desde ese momento va buscando sobre los fuertes vientos, el camino que lleva grabado en la mente, pero que ya no reconoce más. Por eso estoy aquí, apoyada en mi grandioso cuatro por cuatro, color rosa, mirando al cielo, esperando a que descienda de una vez por todas. La verdad es que ando algo aburrida. Se dice que, debido al olor de la sangre inocente, y los gritos pidiendo ayuda, el misterioso hombre ha encontrado el camino. El hombre desciende envuelto en una bola de fuego. Tiene harapos que se deshacen al contacto con el aire terrestre. Su pelo azulado, largo y enmarañado se va oscureciendo hasta tornarse natural. Saco la muda que el jefe que me ha encargado llevar y se la alcanzo. —Toma. Vístete a menos que quieras deleitarnos la vista —le digo y le guiño el ojo. El alto, e imponente, lleva en su mirada angelical el reflejo de la tierra. Sabe que estoy ahí y que le he visto descender, pero su mirada pasa de mí, y mira todo a su alrededor, su mirada me dice que es tal y como lo recuerda, no ha cambiado nada, en lo más mínimo. —Ajá, esto es la tierra, no a cambiado mucho, nada más pasamos cuatro guerras mundiales y otros desastres —le digo algo aburrida—. Bienvenido. Los harapos se le van cayendo del cuerpo, dejando ver el monumental playboy que es. Y de repente se va a una velocidad sorprendente. Por suerte voy en mi magnífica cuatro por cuatro, el jefe me ha dado el trabajo de no perderle de vista. Me pregunto quién será este monumental hombre misterioso. —Ah, ahí estás, campeón —le digo y me cruzo de brazos. Lo encuentro dentro de la Xyaum, una pirámide subterránea, que ningún humano tiene idea que existe debajo de este devastado lugar. Aún tengo la muda de ropa en las manos. El hombre ya desnudo admira en silencio. —Los glifos han resistido el paso de los años a la mirada humana y a los ojos demoníacos con la misma fiereza —su voz es rasposa, quizás por que no ha abierto la boca en siglos, pero es profunda y te llega al alma. —Eso suena interesante, de verdad, pero debes vestirte, a menos que venga la policía y te confundan con un demente pervertido… o qué se yo. Igual, si no lo haces, viene mi jefe y harás que escuche uno de sus sermones… tú no quieres eso, ¿no es así? Ahora tengo toda su atención. Casi y me sonrojo al tener esos ojos del cielo sobre mí. Me recibe la muda y quiere tocarme la mano, pero se detiene a tiempo. Sé que ha sentido mi maldición. —¿Quién te hizo esto? Agito la cabeza a modo de negación. —No lo sé… pero debe ser el castigo por usar poderes malignos… .admito. La muda se le cae de las manos. Le falta el aire y se dobla en dos. —¿Qué te pasa? —le pregunto— ¿Y ahora qué corresponde que haga? Parece que se desmoronará y caerá al suelo. Quiero evitar que se lesione, pero no puedo tocarlo, la maldición que porto hará que se vuelva loco por mí. Y ese no es el plan…
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