18.

715 Words
18. El sol en el cielo se torna rojo. Es una señal de mal augurio, y siente un dolor que le oprime en el corazón, mientras ve que sus hermanos vampiros recién nacidos van cayendo uno a uno ante el juego celestial de los ángeles. ¿Qué ha sido de los infantes que jugaban plácidamente en las calles? Ahora yacen sus cuerpos sin vida, en medio de la tierra, Es una masacre ordenado por el de arriba. Es injusto, es doloroso… No puede hacer nada por nadie, le queda solo huir y abandonar a los que ama, si es que queda alguno con vida… Iakobus abre los ojos, desprende los labios de la herida de Isharys, de la que se alimenta. Ahora va entendiendo todo. El maligno es el Padre de todos, que niega la vida a quien no esté de su lado… Esas imágenes, son los viejos recuerdos de ella, lo que ha vivido hasta ese momento, se lo ha compartido a él. Iakobus ve su imagen reflejado en el espejo de obsidiana. Al igual que sus ojos, sus rulos rebeldes se tiñen de rojo sangre. Es un ángel caído, casi un demonio, o algo mucho peor. —Soy la venganza de la oscuridad, padre —dice mirando hacia arriba, aunque sabe que si antes, El Padre de todos no le respondía cuando lo necesitaba, ahora mucho menos lo haría. Isharys admira su reflejo en el espejo. —Ahora que lo viste y lo sentiste, por ti mismo, sabes que tenemos el mismo derecho a vivir, a gobernar este mundo, no solo a existir como insectos… Y que ha llegado el momento para la venganza… y tú amor mío. Iakobus, me ayudarás con eso. —Lo haré, mi amor… —lo dice desde el corazón, siente que su existencia ahora tiene un motivo mucho más real y verdadero. Iakobus toma una vez más la mano de Isharys para alimentarse. —Bebe, amor mío, bebe y ámame como yo lo hago… La sangre antiquísima que fluye en sus venas ha removido a la antigua. Un zumbido es permanente en sus oídos, son los pensamientos de todos los neófitos que están ocultos entre las sombras, y que los ven a distancia. —Ellos son nuestras armas, son el ejército que va a arrasar con todo… Iakobus sabe que no son suficientes, que se necesita más de un ejército para eliminar tan solo a la agencia, y quizás dos o tres neófitos para barrer con todo humano que se encuentren al paso. Esa misma noche, salen al exterior seguidos por las decenas de neófitos y aberraciones que Isharys ha creado para este momento. La pequeña ciudad parece salidos de los cincuenta, la escasez es su segundo nombre, y la gente lleva el miedo coronando su existencia. —Esto no es vida… —He tratado de ayudarlos, pero lo que hacen solo es maldecirme. Me llaman hija del mal, cuando solo quiero ayudar. Bien, entonces, eso seré, seré la maldad que termine con sus tristes vidas. Isharys comienza a cantar la melodía oscura, y los neófitos y aberraciones comienzan a saquearlo todo. Los humanos salen de sus casas con gritos de terror y expresión de terror en sus rostros. Uno que otro intenta dar pelea, pero es inútil, son débiles y sin la menor idea de cómo contraatacar a los seres oscuros. Desde la cima de la iglesia, junto a Iakobus, Isharys se deleita con la masacre. En menos de una noche, todos los séquitos, y neófitos que la siguen y obedecen ciegamente se han deshecho de todo ser humano que adveraba la ciudad de Asuán. —¿Rastros de la agencia? No gracias. Nadie ha venido a corroborar lo que ocurre; quizás no les importe nada, total, está es la otra cara de la civilización humana. Isharys le ha escuchado en la mente. —Te han mentido toda la vida, querido —le dice posando una de sus manos en el hombro —.La agencia no es omnipresente. Pero ahora, esta tierra, que se me ha arrebatado hace mucho, ahora vuelve a ser mía… ahora, querido mío, nos pertenece. Aquí empezará nuestro nuevo mundo. —Será un mundo mejor —dice Iakobus, con seguridad plena en ella.
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