7.

994 Words
7. Para ser sincero y justo, tengo que decir que mi deducción se basa exclusivamente en el sexo. Lo sé. ¿Qué esperabas? después de todo, sigo siendo un hombre. De repente, comienzo a escuchar el Llamado. Es una melodía seductora, y a la vez, dulce, hace que los ruidos de la gente al pasar, incluso del tren sean silenciados por esta melodía. Ni la chica ni la anciana muestran señales de inquietud. Solo hay dos explicaciones posibles, o tienen un alto grado de resistencia o simplemente ya han cedido por completo. Me temo que la segunda opción es la más realista. El tren se detiene en la estación de Martínez. La chica se incorpora de una y guarda el celular, se dirige a toda prisa hacia la puerta. La anciana no se mueve de su sitio. ¡Maldita sea! ¡En ese corto tiempo en el que han permanecido en el mismo vagón del tren no he podido descubrir cuál de ellas es el objetivo! En ese instante, vuelvo a percibir la seductora melodía y ahora una voz murmura entre los acordes. ¡Es una voz de mujer! Me precipito fuera del vagón por entre las puertas a punto de cerrar y eché a andar, tengo que llegar hasta la chica. Mikael, que ha estado viajando en el techo del tren, desciende de un salto, y se me adelanta. Perfecto. La cacería se aproxima a su fin. Aunque trato de ser ágil la falta de alimento me ha sacado la poca energía que tenía reservada para este momento. En la calle hay poca gente. Un kiosco de esos que atienden las veinticuatro horas sigue abierto. Se me ocurre ir a comprar algo que me de energía, quizás un Gatorade, y un hotdogs, pero sé que estoy pensando tonterías. Más allá, la farmacia de la esquina, atiende con las rejas bajas. En la puerta unas cinco personas hacen fila para ser atendidos. Mejor me concentro en mi objetivo. La chica está a menos de dos cuadras. Mikael va detrás de ella, pero mantiene su distancia para no llamar la atención de ella. Un hombre de al menos cuarenta años baja de su carro y me mira de pasada. El aura del hombre es reluciente, toda coloreada en tonos que van del gris metálico a la gama de los azules. Capaz y resulta ser un buen apoyo, quizás si le explico el asunto me llega a prestar el carro. Sé que puedo pedirle ayuda sin mayores rodeos, ya que es de los que creen en el honor de hacer el bien. Bueno ya, dejo de pensar en tonterías, me concentro en la chica. Me tapo el ojo derecho y con el izquierdo le hago una revisión del aura. El resultado me aterra. La cubre un reflejo de luces de distintas tonalidades. A ratos resalta el naranja, y le precede un intenso rojo, y a continuación un azul oscuro, con manchas de verde oscuro. —Pero qué mierda… —Es un caso extraño… —comenta Mikael—. Toma tus previsiones… no te acerques más de lo necesario. Ese tipo de aura nos habla de que el destino de la portadora aún no está definido, podría llegar a ser una mujer abnegada, o sencillamente podría llegar a ser una mujer de la mala vida… es decir una de esas mujeres que venden su cuerpo, o quizás se trata de una asesina, una de esas enfermeras que matan a los pacientes, buscando hacerles un bien. Qué sé yo. Se trata de la clase de aura que se ven en niños de dos o tres años, pero que rara vez se encuentra pasada esa edad. Resulta evidente el motivo por el que la Llamada se dirige precisamente a ella. Se trata de un manjar exquisito, para qué negarlo. Siento que la boca se me llena de saliva. La búsqueda ha sido muy larga, ha durado demasiado... Miro a la chica, su esbelto cuello cubierto por ese abrigo, maldigo al jefe, y a las reglas. Maldigo todo aquello en lo que se basa mi trabajo. Control, control, ¡contrólate Jason! Que estás perdiendo la cordura. Las encías me duelen, siento de nuevo la garganta áspera. La sangre tiene un sabor fuerte, es salado, pero la sed de ella no se puede mitigar con nada más. ¡Maldita sea! La muchacha cruza rápidamente la calle. No se ha fijado que el semáforo tiene la luz roja y que si un coche pasa, puede arrollarla al instante. Pero ha llegado a la otra acera sin problemas. Me siento aliviado, puedo ver cada uno de sus movimientos, me relajo y aminoro el paso. La chica se interna en la calle oscura, y desaparece de mi vista, se dirige, irremediablemente al encuentro de la Llamada. ¡Tengo que darme prisa! No lo resisto más. Necesito beber algo. Agua no basta. Alcohol, podría ser… A quién trato de engañar, ¡necesito sangre! No sangre de cerdo o de vaca. Lo que me urge beber es sangre humana. Malditas sean estas cacerías... Llevo una semana burlándome de mi cuerpo, y ahora este empieza, en mala hora, a rebelarse. No hay un solo kiosco, y regresar al que atiende las veinticuatro horas, imposible. —Tengo que detenerme… —balbuceo, entre dientes—. Necesito… —No lo menciones —advierte Mikael, con un tono de completa calma. —No es algo que… —trato de explicarle, pero no llego a terminar la oración. Una mujer, que tiene un lunar en la mejilla del lado izquierdo sube y se me adelanta. Lleva una mini falda que a medida que va subiendo deja ver por debajo. Retiro los ojos, no porque quisiera evitar curiosear, es la sed y el dolor en la garganta y dientes… Si no me detengo saltaré hacia ella y me la comeré de una… —Mikael… —balbuceo a modo de pedir auxilio.
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