8.

1298 Words
8. Un Halo, oscuro y fuerte, similar al humo de un tabaco aparece por detrás. Es él. Es Mikael. —Contrólate —me dice ahora. —Es tarde —mis otros dientes desgarran mis encías y van haciendo a un lado a los normales. Tan velozmente como ha llegado, Mikael me saca de ahí. Estamos en un callejón oscuro. —¿No comiste en todo el día? ¡Serás idiota! —Mikael se saca el abrigo y se remanga el brazo derecho—. Adelante —me dice y me lo cede en un acto de benevolencia. Sin esperar nada me apropio de él. Introduzco mis colmillos. Es una sensación de alivio lo que siento. El sabor de su sangre es infinitamente superior a todas las que he probado antes. El velo cae y sus recuerdos y sensaciones me son reveladas, envueltas en una sensualidad exquisita. Delicioso… Por el apuro y lo grave del asunto, Mikael no ha tenido tiempo para bloquear su mente, como el día en el que el jefe decidió ponernos a trabajar en equipo, e hicimos el pacto de sangre, esa vez, Mikael interpuso en su mente un bloque semejante a un grueso concreto para disuadirme de intentar acceder a su interior. Pero ahora que me ha dejado sin pretenderlo, la puerta abierta a su cabeza, diviso entre la niebla, una coqueta silueta de mujer, que se contornea alrededor de mí. Esa figura, a la que apenas puedo verle el rostro, me embarga de emociones intensas, al grado de querer acercarme… En un momento Mikael trata de sacarme el brazo. —Es suficiente… harás que me desmaye. Jason —Mikael tiene el ceño fruncido, no hay molestia en su voz. Pero estoy ensordecido, alimentándome de su sangre. Dentro de mí, o eso creo, escucho un rugido que me hace que me detenga. Entonces cobro la razón. Suelto su brazo, algo abochornado por mi falta de control. Mikael tiene las mejillas pálidas, se va acomodando la camisa y el abrigo. Quiero agradecerle, pero se me adelanta. —No se lo digas a nadie. Menos al jefe, con esto último estamos a un paso para la suspensión. —La chica —le digo, recobrando la voz y poco a poco la normalidad. Mikael me mira de reojo. —Está arriba. Apresúrate y límpiate la boca. Uso mis mangas para eso y vuelvo a la escalera. Mikael ha desaparecido. Y yo me quedo con el sabor de su sangre en mi cuerpo, y todas aquellas fuertes sensaciones, que rodean a la silueta que he visto en sus recuerdos, y que sin duda es importante para él. Me pregunto quién será… —Jason… —¿Qué? —Céntrate. Comienzo a subir los escalones, que me llevan hasta el piso trece. Vaya número. La puerta se me abre y deja al descubierto un escenario que no me esperaba. El piso trece de ese edificio es una discoteca. Me suena mal. Un par de novios entran, dispuestos a pasar el rato rozando sus cuerpos. Ella envuelve con sus brazos el cuello del joven, y él, lleva las suyas hacia las caderas anchas y bien formadas de su novia. Entro detrás de ellos. Como un fuerte suspiro, se sacude el mundo mientras voy abriéndome paso hacia otra dimensión. Es como si los potentes reflectores de un escenario de teatro me golpeasen la espalda y proyectaran la larga y escuálida línea de mi sombra, que se envuelve entre sí, y va ganando volumen mientras me arrastro a un espacio donde desaparece toda sombra. Mi sombra se despega del suelo, se levanta y agita como si se tratara de una densa columna de humo. Mi sombra se me adelanta… Apresuro mi paso y atravieso el salón para acercarme a mi objetivo. El mundo pierde súbitamente los colores, las personas parecen aminorar sus movimientos, como si se encontraran en cámara lenta. Los rostros de las personas se ven borrosas. ¡Oh, vamos! No puede ser tan sencillo. Al fin un golpe de suerte. Ahora solamente espero. La chica se acomoda en un sofá. Me pregunto qué pasará si me acomodo a lado de ella. Me desvío a la cantina, voy por un vodka. Sé que Mikael no lo aprueba. La melodía se escucha fuertemente, pero ya no está en mi cabeza. Ahora suena en los altoparlantes. Por un instante, y por error mío hago contacto visual con la chica. Me mira con algo de temor, como si notara el motivo por el que estoy ahí. Me aparto rápidamente, y hago como si estuviera esperando a mi pareja. Mikael me va a soltar uno de sus comentarios, no le gustan mis fallos. Ahora la chica bebe de su copa, va mirando a su alrededor, como si se preguntara que qué diablos hace en este lugar. Pero unos segundos después, se levanta como si fuera guiada por el llamado que envuelve a esa melodía, y se dirige hacia el fondo. Los jóvenes sin rostros bailan al son de una música que no es la que se escucha. Están bajo un fuerte trance. Voy detrás de la chica. Es como si fuera llevada entre las personas, como un barquito de papel que es llevado por la marea, hasta llegar a su destino. Por un instante la pierdo. Esos segundos pueden desenlazar en una tragedia. Acelero mi paso, sigo a mi sombra que me guía por la dirección correcta. Echo a correr en dirección a la Llamada. La chica y yo no la percibimos de la misma forma. A ella el llamado le llega en forma seductora, como una melodía encantadora que la priva de toda fuerza y voluntad. Para mí, en cambio, es algo que me enciende la sangre. Que me enciende la sangre... Irrumpo en un salón baldío, imaginando que iba a encontrarme con un desenlace trágico, toparme con el cuerpo de la chica, sin una gota de sangre en su cuerpo, y con apenas indicios de los vampiros que la han guiado hasta ahí. Pero he llegado a tiempo. Ahí está. La chica de pie ante una joven vampiresa que se dispone a hundirle los colmillos, y se despoja lentamente del abrigo. Es poco probable que sienta miedo a esas alturas. La Llamada es capaz de privar a su destinatario de todo vestigio de conciencia. Más bien, estaría ansiando el contacto con los brillantes y afilados colmillos. Al mismo tiempo, un joven vampiro que observa de cerca la escena, es el que manda, puedo notar que es quien se ha encargado de iniciar a la joven; él la empuja hacia la sangre. Por lo que veo y percibo, son un par de jóvenes vampiros, relativamente débiles, pero lo bueno es que eso incrementa mis posibilidades de éxito... Los vampiros se giran y me ven. Lo hacen con algo de sorpresa, sin comprender aun lo que está pasando. La chica ha entrado a la discoteca que les sirve como telaraña, que les sirve para llamar a sus futuros alimentos. El rostro del joven vampiro se relaja. Me sonríe amistosamente, con calma. —Hola —me dice. Me ha tomado por uno de los suyos. Y no es cuestión de inculparlo del error, porque en ese momento yo soy uno de los suyos. O casi. Este año en el que me iniciado en este trabajo, la práctica ha sido dura y en momentos como este me da sus frutos, ahora puedo reconocer las huellas que dejan los vampiros. Mikael ha llegado. La joven pareja de vampiros lo nota y se estremece, y la sonrisa de amistad del joven se transforma en alerta. —Lo que queremos de los dos es que no salgan huyendo… —me adelanto—. No les pasará nada malo si hacen lo que les pedimos.
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