Capítulo IV

2355 Words
Emily Me siento exhausta, casi no dormí durante la noche y las noches previas tampoco he descansado del todo, no sé que sucede con mi cerebro quizás está demasiado saturado de información nueva que no me he tomado el tiempo para analizar como es debido, como pensé anoche lo mejor será que descanse de ir al Vaticano por algunos días mientras pongo en orden todas mis ideas y mis nuevos descubrimientos. No sé por qué razón, pero anoche me pareció percibir el aroma del misterioso hombre del Vaticano, ya me estoy volviendo loca, he pasado tanto tiempo en su compañía últimamente que ya me parece verlo hasta en la sopa y lo más ilógico de todo es que hasta el momento aún no sé su nombre, solo sé que posee una extraordinaria educación es tan cortes y sutil además de inteligente, parece conocer sobre tantos temas. En ocasiones me encuentro teniendo una agradable conversación con él sobre los puntos más relevantes de mi trabajo y hasta el mismo me ha guiado por los escritos adecuados, me parece fascinante su forma de desenvolverse con tanta naturalidad y espontaneidad haciendo que me sonroje a cada cumplido que me hace. No puedo negar que me hace sentir hermosa y sensual, sé que no es apropiado tener pensamiento impuro dentro de la casa del señor, pero lo que él me hace sentir es algo inexplicable. Perdóname señor porque he mancillado tu santa casa.  La mañana transcurre aburrida e insípida por primera vez en toda mi carrera enseñando, es extraño sentirme así con algo que me apasiona tanto mis pies me pican por ir al lugar donde lo he estado viendo en secreto, me siento como una colegiada enamorada de su profesor, todo en él me atrae o quizás solo sea esa aura de misterio que lo rodea, se me hace prohibido y excitante por igual, definitivamente estoy loca por estar pensando en alguien que ni siquiera conozco realmente. Antes de retirarme de la universidad voy a la oficina del decano por petición suya, no sé que querrá decirme, pero espero que no sean quejas en cuanto a mi trabajo dentro de la institución. Toco la puerta con suavidad cuando la secretaria me dice que ya puedo entrar, un adelante me hace abrir la puerta y asomar la cabeza a la espaciosa oficina oscura por el marrón en cada una de sus superficies, que le dan un aspecto aburrido y antiguo. — ¿Me mando a llamar decano Wilsom? — pregunto con educación después de saludar. Doy unos cuantos pasos al frente hasta quedar cerca de los sillones delante de su escrito. — Tome asiento, profesora Swining. — ofrece con amabilidad, señalando los lugares frente a mi, es muy serio e importante lo que tiene que hablar si no, no se tomaría tantas molestias. — Gracias. — respondo antes de sentarme. — Profesora Swining, verá el avance de sus estudios ha llegado a oídos de un hombre muy importante en este país y ha pedido que se le permita financiar la investigación por completo desde este momento. — mi ansiedad baja mil puntos al escuchar las excelentes noticias que me da el decano, hasta ahora había tenido que costear yo misma mucho de mis viajes porque la universidad no tenía fondos suficientes y por no ser una de las ramas de estudios que mayores ingresos genere como lo hace la ciencia. — Excelentes noticias decano, pero podría saber los motivos que tiene este personaje para realizar tal inversión. — sin ignorar la felicidad que esta noticia me genera me preocupa lo que esta persona quiera a cambio. — Muy inteligente como siempre Emily. — me sorprende un poco el cambio en el protocolo, claro que tengo muchos años conociendo al decano por haber estudiado en esta misma universidad y tampoco es primera vez que deja de lado la superioridad en el trato y me habla de forma más personal. — El señor Drake requiere participación activa en todo el proceso de estudios, solo eso ha solicitado y ha propuesto una expedición al continente Americano al mismo lugar donde tú no pudiste ir más allá por falta de equipo. — ya veo que no tiene nada de extraño en el cambio de su trato, solo trata de convencerme. — Tengo que pensarlo Arthur, sabes bien los riesgos que implica una expedición arqueológica a lugares donde la vida misma está en riesgo. — respondo con serenidad aunque la razón y el corazón me gritan que acepte.  — Es comprensible tu posición Emily, pero piensa en todo lo que esa inversión implica para la universidad, no solo tu proyecto se vería beneficiado. — ya me lo imaginaba, sabía que de esto se trataba, pero de igual forma la cordura que aún me queda me dice que tengo que pensarlo.  — Lo sé, pero necesito pensarlo, ¿Te parece si quedamos para cenar mañana? Y así aprovechas y me presentas al señor Drake, me gustaría hablar con él antes de tomar una decisión. — la conciliación siempre es la solución a todos los inconvenientes. — Me parece perfecto Emily, que te parece si en nos vemos en el Colosseo. — debe ser muy importante si está dispuesto a ir a un lugar tan exclusivamente costoso. De nuevo tengo que comprar algo de ropa apropiada para la ocasión, si sigo así terminaré con un closet mucho más amplio. — Bueno has la reserva, llego a las ocho y antes de que te ofrezcas yo voy por mi cuenta — acepto. Cinco minutos después me despido del decano retomando nuestras posturas dentro de la universidad como la profesora Swining y el cómo el decano Wilsom, camino distraída por los pasillos tratando de descifrar cuál puede ser el interés real de este hombre en realizar una expedición y mucho más cuál es su interés particular en participar activamente en todo lo concerniente. Desde mi visita al Santo Padre mi vida se ha vuelto muy extraña, es como si una tiniebla oscura y densa me hubiese cubierto con la frialdad de su presencia en la antesala de lo desconocido. ¿Qué ropa será la adecuada para ir a cenar en un lugar tan costoso? En mi armario solo tengo ropa apropiada para expediciones, ir a clases o mi última adquisición ropa para ir a ver al Papa, ¿Un vestido? ¿No será muy presuntuoso? Mmmm ya sé, nada mejor que llamar a Frank para pedirle consejo. Marco su número en mi teléfono y espero que conteste mientras miro vitrina tras vitrina los despampanantes vestidos que se exhiben, no me gustaría llevar nada tan ostentosos como esos pero si verme elegante. — ¿Cómo se encuentra la ragazza piú bella di tutta Roma? — tan exagerando como siempre. — Hola, bel ragazzo, necesito de tu consejo. — digo sin explayarme tanto en el saludo como lo hace él. — Ragazza, dime en que soy bueno y te juro por Roma que te lo cumpliré. — estrafalario seria decir poco de él. — No es necesario un juramento, solo necesito que me orientes en que estilo de ropa debo usar en una cena muy importante en el Colosseo. — el brillo de una hermosa gargantilla destella ante mi vista dejándome sin aliento por su belleza ni siquiera trabajando toda mi vida podría comprarme nada parecido. — Dime donde estás y te acompaño, así te ayudo a elegir lo mejor de lo mejor y me cuentas bien de que va esa cena importante. — Frank me ha pretendido desde que nos conocimos, pero yo no he podido verlo de una forma distinta a la de un amigo. — En Odisea. — contesto desviando la vista de la vitrina, es horrible tener que soñar despierta. — Yo también estoy en el Odisea, ¿Por dónde estas? — pregunta entusiasmado por lo que para él es una señal del destino o no una simple casualidad. Mi amigo corta la llamada cuando le he dicho donde estoy prometiendo que estará conmigo en menos de un minuto lo que es imposible para un ser mortal como nosotros. Siento como si alguien me siguiera y vigilará cada uno de mis pasos, miro a mi alrededor, pero todas las personas lucen normales sumergidos en sus propios asuntos ignorándome tanto como les he posible, estoy paranoica tengo que resolver mi problema de ansiedad porque si no terminaré en un sanatorio mental si sigo así, bueno exagero, pero si tengo que calmar la ansiedad que me acompaña cada día. — Bella donna, aquí me tiene a sus pies como su más fiel seguidor. — balbucea haciendo una reverencia delante de mí cuando ha llegado a donde estoy, no puedo menos que reír por sus tonterías. — No seas payaso, aunque gracias por admirar mi belleza. — susurro con picardía.  — Siempre tan fría, rompiendo mi corazón en miles de pedacitos. — el gesto teatral no pasa desapercibido y varios transeúntes se detienen a mirar su actuación con humor.  — Mejor acompáñame a buscar algo que ponerme para mañana, necesito todo; zapatos, accesorios y vestimenta. — lo halo del brazo para que empiece a caminar, el escrutinio de las personas me incomoda, no me gusta ser el cetro de atracción de nadie. — ¿Y me dirás de qué va la cena importante? — quisiera pensar que es genuino interés, pero solo es para saber si veré a otro hombre. A pesar de que le he dejado en claro el tipo de relación que podemos tener él parece no perder las esperanzas y sé la pasa de amigo intenso, aunque nunca ha sobrepasado los límites, supongo que lo hace solo para obligarse a aceptar que nunca seremos as que amigos. Le cuento todo sobre mi conversión con el decano y me incita a aceptar la propuesta una vez deje los riesgos en claro, me aconseja dejar todo por escrito antes de mover siquiera un dedo, no había pensado en eso, sería una excelente forma de librar a la universidad y a mi misma de las posibles repercusiones si llegase acontecer un incidente, un documento donde conste todo el peligro que se corre cuando se estudian este tipo de ruinas en busca de información es la solución. Le cuento de forma breve y obviando a mi misterioso amigo mi incursión dentro del Vaticano, todo fue gracias a él que tiene el favor del Papa por la relación que a lo largo de los años su familia ha tenido con la Santa Sede.  Frank desciende de una las líneas de marqués y marquesas más antiguas en toda Roma, su linaje se extiende hasta antes del Rey Carlos tercero, habiendo permanecido fieles a la corona cuando Napoleón conquisto sus tierras, pero que siendo débil su sistema de gobierno fue expulsado de tierras italianas en menos de sesenta días, el reinado de entonces otorgo en agradecimiento nuevos títulos y posesiones a los hombres que se mantuvieron fieles y leales. Entramos una de la boutique y al instante me doy cuenta de que ni en mil vidas puedo costear algo de esta tienda, se lo hago saber a mi querido amigo discretamente, pero él rechaza mi posición como todo un duque de la antigüedad, y me veo arrastrada a una de las sofisticadas salas VIP donde atienden a las celebridades y personajes importantes del país. Una simpática chica me ofrece una copa de champán, me siento como si fuese de la realeza realmente. Frank les da indicaciones de lo que estamos buscando, aclarando que no debe de ser ostentoso ni mucho menos estrafalario, el atuendo en general debe combinar con mi personalidad. Una serie de hermosos vestidos desfilan ante mi vista, miro a Frank incapaz de elegir ninguno, no me parece correcto él me pretende yo lo rechazo y aun así desea comprarme algo tan costoso para que yo vaya presentable a la cena con el inversionista. Hay uno n***o que llama mi atención, es elegante, sobrio, discreto sin dejar de ser llamativo en un sentido sutil.  — Ya que no eliges, lo haré por ti. — escoge cuatro vestidos distintos entre ellos el n***o que no dejaba de mirar. — No creo que sea apropiado que tú hagas esto por mí. — susurro a su lado. — No lo tomes a mal, solo lo hago para que luzcas apropiadamente, ambos sabemos que ese es un lugar costoso y tú necesitas encajar en esa comida. — viéndolo desde ese punto de vista tiene razón, un vestido de almacén o de alguna otra tienda más económica no encajaría del todo en el Colosseo. — ¡Prometo pagarte todo en cuanto sea una mujer muy rica! — exclamo poniéndome de pie para correr a los vestidores, la asistente que nos atiende me sugiere probarme los otros vestidos antes del que me gusto para poder estar segura al cien por ciento de que ese es que quiero, lo hago come me sugiere y vestido tras vestido salgo para que mi amigo me dé su opinión y a pesar de que le ha gustado cada uno sigue diciendo que falta algo. Al fin me pongo el ceñido vestido, que se ajusta perfectamente a mi silueta es como si lo hubiesen hecho expresamente para mí, me coloco los zapatos de tacón alto a juego y la joyería discreta y elegante que me ofrece la chica, me observo en el espejo de cuerpo completo y como me imagine me queda espectacular, es elegante y discreto por igual no es demasiado llamativo, pero tampoco pasa desapercibido, luce perfectamente con mi pelo suelto y sobre todo me da el toque de distinción y elegancia que ninguno de los vestidos baratos de almacén me darán jamás. Salgo del probador con una sonrisa tan grande que creo la cara se me partirá en dos.  — Bravo, bravo, troppo bello, di questo parlava la bella principessa. — es todo, este es el vestido que quiero y no sé cómo voy a pagarle el hecho de que sea tan perfecto conmigo. No debería aceptar, pero soy mujer y nos gusta sentirnos consentidas de vez en cuando, solo que yo no puedo ofrecer más que mi amistad. 
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