Capítulo: Si yo quiero vives o mueres

1450 Words
Kendra bajó la escalera, hasta llegar al lugar donde la sirvienta le informó que encontraría a las mujeres. —Una mujer tiene el cabello del color del sol y la otra como la noche, pero sus ojos son color del cielo, brillantes como estrellas —dijo la mujer Kendra sintió celos de tal descripción, se asomó al umbral de la puerta, pudo verlas. Sintió rabia, el relato de la sirvienta no hacía justicia, al par de jovencitas, en realidad, eran más bellas de lo que la mujer dijo, eso Kendra lo odió, porque había pasado dos años largos luchando por capturar la atención del jefe Savir solo para ella. El hombre, que en el pasado decidió tener un pequeño grupo de concubinas, decidió dejarlas de lado, y aceptar a Kendra como su única amante, pero eso no la hacía su esposa. Eso atemorizaba a la mujer, si aparecía una mujer que robara la atención del jefe, ella estaría perdida. La mujer entró y gritó; —¿Quiénes son ustedes? ¡Ahora mismo se largarán de aquí! No crean que van a robarme a mi hombre. Saya se levantó del suelo, pero no fue tan rápida para evitar que Kendra abofeteara el rostro de su hermana, y rasguñara su rostro blanco. Saya saltó encima de la mujer de forma salvaje, nadie podía tocar a su hermana, ella no se quedaría quieta. Mientras tanto, su padre balbuceaba que se detuviera, estaba débil siquiera para hablar. Dos guardias se acercaron y quitaron a Saya de encima de Kendra, así que la mujer no pudo seguir golpeándola. Saya fue llevada. —¡Ejecútenla! Quiero que la maten —gritó Kendra. Anika gritó asustada, pero le impidieron salir, la joven lloraba. Saya sintió miedo, mientras los guardias la llevaban afuera del castillo, Kendra los seguía, con una gran sonrisa feliz. Saya sintió pavor, supo que esto iba en serio. —¿Te creíste tan lista para venir a seducir a mi hombre? Veamos como lo harás sin tu cabeza, ¡corten su cabeza! —exclamó Kendra. El verdugo fue por su hacha, dispuesto a obedecer a la mujer, que para los súbditos parecía ser casi la esposa del jefe. *** Savir caminó de vuelta al castillo, pensaba en Maeve, quien murió dieciocho años atrás, eran muchos años de recuerdos apilados en su corazón, pese a eso, sin importar el tiempo, Savir no podía olvidarla «Eres mi único amor, Maeve, nunca amaré a nadie, solo a ti», pensó Flashback: Dieciocho años atrás. Savir recordó ese día, no era el jefe de la tribu Dagda, el jefe era Kelly, era joven, y era fuerte, tenía una voz de mando que podía doblegar a todos sus súbditos. En aquel entonces, Savir solo tenía dieciocho años, era un cazador nato, además trabajaba como guerrero del jefe, pero la paz inundaba la tribu, así que solo ayudaba a cazar. Fue aquel fatídico día, salió temprano, mientras Maeve lavaba en el río, Savir besó por última vez a su pequeño hijo en la cuna, luego se fue. Aquel día estaba grabado en su alma, él cazó cinco ciervos solo, estaban felices, habría un buen festín, en aquel entonces, los cazadores recibían buen dinero por sus presas. Fue cuando vieron al hombre que corrió hacia ellos, era de la tribu, estaba ensangrentado, herido. —¡La tribu fue atacada! El miedo que se apoderó de Savir, tomó su caballo, luchó por llegar, pero lo que sus ojos vieron lo dejaron helado. La aldea estaba destrozada, miles de mujeres, niños y ancianos fueron asesinados, corrió a su carpa, solo quería ver a su mujer, pero la imagen que vio rompió su corazón y su alma, Maeve estaba desnuda en el suelo, estaba muerta, con las manos extendidas y los ojos abiertos. —¡No! No, mi amor, ¡Maeve! —gritó. Savir recuperó la conciencia, solo para buscar a su bebé, pero observó su cuerpecito, el bebé también estaba muerto, lanzó un grito de dolor, todo se volvió penumbras en su corazón» —¡Mátenla de una vez por todas! —la voz de Kendra lo volvió a la realidad. Saya era sometida por el guardia, fue arrodillada, ella sintió terror, su corazón latía como si fuese a salir, las lágrimas brotaron por sus ojos, escuchó como el verdugo liberó su espada, cerró los ojos. «¡Voy a morir! ¿Voy a morir ahora?», pensó con terror. El verdugo alzó la espada, para devolverla contra la cabeza. —¡Detente! —gritó Savir Solo en ese momento la espada se quedó alzada, y el guardia detuvo al verdugo, que era mudo y sordo, si cortaba esa cabeza ante la renuencia del jefe, los muertos serían otros. —¡¿Qué rayos está pasando aquí?! —espetó enfurecido Kendra agachó la cabeza, sintió temor. Nunca solía ir por encima de las reglas de Savir, menos dando órdenes, hoy había perdido el control. Saya se levantó y miró al hombre. —¡Ella me golpeó, jefe! Savir miró el rostro de Kendra, amoratado y lleno de rasguños, miró a Saya con ojos severos, casi rabiosos. La joven tragó saliva ante esa mirada furiosa. Él se acercó a ella, la miró de arriba abajo, excepto por sus lágrimas, no tenía ni un rasguño, salvo el que tenía antes. —No tienes ni un golpe, mujer, ¿Por qué has golpeado a uno de mis súbditos? ¡¿Con qué derecho?! —exclamó poniéndose frente a ella Saya alzó la vista, sintió mucho miedo. —Yo… —su voz tembló —Por favor, no lastimé a mi hermanita, se lo suplico —exclamó Anika poniéndose de rodillas frente al hombre, sollozó y agachó su mirada Savir miró a la joven, levantó con su mano su barbilla, miró sus rasguños y heridas. Luego observó a Kendra, lo supo todo. —¡¿La has golpeado tú?! ¿Has golpeado a mi invitada, Kendra? La mujer retrocedió cuando vio un fuego de rabia en la mirada del jefe Savir. —¡Fuera de mi vista! —bramó, la mujer se echó a correr adentro del castillo, temerosa. Savir volvió la mirada a las mujeres, Anika se levantó del suelo, se puso tras de su hermana como si ella fuese su escudo protector. —Déjenos ir, por favor, queremos volver a nuestra casa, le aseguro que nuestro padre pagará por su ayuda —dijo Saya. Las palabras de la mujer hicieron que los ojos de Savir se volvieran estoicos, pero gélidos. Anika tuvo miedo, murmuró que debía callarse. —No te irás de aquí, sin que yo lo diga, si yo quiero ahora mismo vives o mueres, niña —sentenció—. No necesito dinero, tengo suficiente —dijo dejando caer ante sus ojos una bolsa con monedas de hierro. —Pero, esas monedas no son de oro —dijo Saya Savir, que ya se iba, se detuvo ante sus palabras, Anika sintió temor. El hombre se devolvió contra ella, pellizcó sus mejillas con fuerza, ella le miró asustada. —¿Qué has dicho? ¿Crees que el único oro que vale es el de tus manos, tonta? Ten cuidado, estás en mis manos, no lo olvides, algún día todas tus monedas de oro tendrán mi rostro en ellas, veremos si te burlas de nuevo, ahora te quedarás aquí, ¡harás lo que yo quiera! ¿Entendiste? Saya miró sus profundos ojos de color oscuro, sus ojos estaban casi llorosos, asintió con rapidez. El hombre la soltó, cuando le pareció suficiente frágil. Se alejó de ellas. Saya abrazó a su hermana, la consoló, pues lloraba sin cesar, vieron a una mujer que llevaba una delicada corona de oro en la cabeza, Saya intuyó que era importante. Lynn encontró a Savir en el balcón principal. —¿Qué sucede, hijo? ¿Pensaste en la propuesta? —Basta, madre Lynn, está torturándome —espetó Lynn fue su gran apoyo cuando su madre, su esposa e hijo murieron, sin embargo, su peor defecto era ser controladora, la mujer tocó su hombro. —Todo el mundo dice que eres el gran jefe, que eres mejor que Kelly, pero te falta lo que él tuvo, su esposa, la tribu está creciendo, hijo, si quieres seguir con tus metas, debes demostrar que estás estable, que tienes a tu familia, ya debes seguir adelante. —¿Quieres que despose a Kendra? Lynn se echó a reír. —Esa mujer solo sirve para dar a luz guerreros bastardos, no, necesitas ser inteligente, hijo, hacer alianzas, supe que tienes a un lord de Green Field, es hora de que te cases con una Lady, elige entre las dos niñas del Lord, una de ellas será tu nueva esposa.
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