Savir alzó la vista, logró esquivar el golpe, pero el hombre insistió en golpearlo.
—¿Es todo lo que tienes? —exclamó Savir, rio.
Yulak quiso ir contra él, pero Savir le dio un fuerte golpe en el estómago, se dio cuenta de que llevaba una armadura de hierro, por lo que su espada filosa no le haría nada.
Soltó la espada, frustrado, y fue a puño limpio contra él, le dio un fuerte golpe que, de nuevo, lo mandó al suelo.
Le quitó la espada, Savir le pegó golpes en el rostro, el hombre luchaba, pero Savir era muy fuerte para ser repelido.
Savir tomó su espada, estaba por empuñarla, mientras el hombre le miraba horrorizado, Savir se detuvo, luego sonrió. Supo que Yulak fue derrotado.
Los hombres de la tribu sostuvieron a Yulak, y le colocaron una moneda de hierro caliente sobre la frente, el hombre se quejó; lo subieron al caballo, le dieron una palmada, el hombre estaba semiinconsciente atado al caballo para que no se alejara de él.
Savir sonrió satisfecho.
—Nos hemos buscado un buen lío con el rey Kadir —dijo Byron
—¡¿Y a mí que me importa el rey Kadir?! Mejor que se aleje o iré por él, te aseguro que, a pesar de los años, él sigue temiendo de mí —dijo sonriente.
Byron asintió, pero pensó que, de todos modos, la tribu Dagda era menor en número que todo el gran ejército del rey de Kadir, aunque después de todo, Savir logró vencer al rey y su gran ejército, con menos de una centena de hombres en el pasado.
Saya alzó la vista, observó a ese hombre, ella nunca lo vio antes, pero escuchó sobre la tribu Dagda, se escuchaban cosas horribles sobre ellos.
Su padre lanzó un quejido de dolor.
El hombre se acercò y Saya tembló de miedo, sus miradas volvieron a cruzarse, sintió la fuerza de esos ojos, bajó la vista al instante.
Savir observó la herida por la flecha, un hombre se acercó a la herida, le sacó la flecha, mientras el viejo gritaba, Anika lloraba abrazada a su hermana, el padre se calló al notar el miedo en sus hijas.
Le colocaron hojas de ciprés sobre la herida, y trataron de cubrir su pierna para detener el sangrado, decidieron cargarlo entre varios hombres, y llevarlo con las curanderas de la aldea.
—Será más difícil llevarlo al pueblo —dijo Savir hablando como si las hijas del padre no estuviesen ahí.
Anika miró a Saya.
—¿A dónde llevan a mi padre? —exclamó Saya cuando lo levantaron
Savir la miró de reojo.
—Lo llevaremos a la aldea.
—¿Por qué? ¿Por qué no lo llevan al pueblo, con el boticario, o con el sacerdote?
Los ojos de Savir se fijaron en la chica.
—¡Lo llevaremos a donde yo diga, niña! Mírate, estás viva, y es por mí, por el jefe Dagda; ahora ustedes me pertenecen, su padre debe ser salvado, pues me debe sus vidas, debe pagar por ellas.
Anika se abrazó a Saya con fuerzas, Saya estaba a punto de ir por el hombre, pero Anika la detuvo.
—No hagas locuras, por favor, piensa, tienen a papá, pueden matarlo, y luego vendrán por nosotras, al menos no nos han lastimado, por favor.
Saya miró alrededor, miró los cuerpos de los hombres acabados, supo que Anika tenía razón, siguieron al hombre.
Al llegar a la aldea, observaron las vastas tierras, era un lugar realmente acogedor, Saya y Anika iban detrás de su padre, él estaba débil, verlas sanas lo reconfortaba.
Mujeres y hombres corrieron a ellos, algunas mujeres tomaron la cacería del día para redistribuirla a fin de mes.
—Llamen a la curandera —sentenció Savir.
Luego, siguieron el camino hasta llegar a un enorme castillo de piedra y hierro, las chicas miraron atónitas, alguna vez visitaron el castillo de Kadir, y el palacio del rey Hang, bueno, ese castillo era hermoso, tanto como los otros.
Las chicas siguieron a su padre, a quien llevaron a una habitación con una cama, lo recostaron boca abajo, ya que su herida estaba en la pantorrilla derecha, en el músculo gemelo.
La curandera no tardó en llegar, comenzó a revisar al paciente.
Savir salió de la habitación.
—Mantengan vigilada la habitación, ninguno de los tres puede irse sin mi consentimiento, y llévenles comida —ordenó.
La curandera aplicó ungüentos, y curó la fiebre que comenzaba.
—¿Estará bien? —preguntó Saya
La mujer miró a la chica.
—Lo estará, es un hombre fuerte, no se angustie.
Saya se sintió mejor, observaron la comida que les trajeron, Anika no dudó en comer, Saya no tenía hambre.
Savir fue a sus aposentos, cuando abrió la puerta, una joven mujer saltó a sus brazos, rodeando su cintura a horcajadas, besando sus labios con pasión y ardor.
Era Kendra, su concubina principal, sus besos eran ardientes, sus lenguas danzaron húmedas en ese beso pasional.
—¿Estás agotado de tanto cazar, mi jefe?
Él la puso sobre la cama, sonrió malicioso.
—En realidad, no pude cazar, no tuve tiempo, tuve un problema.
—¿Qué ha pasado, mi jefe? —dijo la mujer quitándose el vestido, descubriéndose los pechos para él.
—Enemigos a los que maté.
La chica sonrió.
—Nadie puede con mi indomable jefe —dijo la mujer, se recostó en la cama.
Él se acercó a ella, su boca capturó uno de sus pezones, su lengua lo acarició, ella jadeó cuando llamaron a la puerta.
—¡Maldición! —espetó Savir.
Caminó a la puerta, y la cerró al salir, viendo a su sirvienta temerosa de su expresión molesta.
—Lo siento, jefe.
—¿Qué quieres?
—El consejo de ancianos ha pedido verlo, dicen que es urgente.
Savir asintió, nunca faltaría a una reunión con ellos.
Bajó la escalera de piedra, deambuló hasta ahí.
Kendra salió de la habitación, estaba de mal humor porque el gran jefe la dejó sola, maldijo por lo bajo.
Pronto se encontró a una sirvienta, quien tomó su mano, era su sirvienta personal.
—¿Qué te pasa, Lotti?
—El jefe ha traído mujeres, Kendra.
La mujer se puso pálida, su mano se volvió un puño.
—¡¿Dónde?! —exclamó la mujer desesperada.
***
Cuando Savir llegó a la carpa del consejo, los ancianos que la constituían estaban ahí.
Eran ocho ancianos, incluidos su padre y madrastra.
Savir tomó asiento, tenía duda de porque estaban ahí.
—¿Cuál es el tema por tratar, querido consejo?
—jefe, hemos observado tu arduo trabajo para dirigir a la tribu Dagda, como siempre, estamos orgullosos de ti, nos hemos reunido pensando en ti, nuestro Dagda nos ha enviado un mensaje en el sueño de nuestra querida Lynn, quien lo expresó; “es hora de que nuestro gran jefe tenga a su amante, es hora de que nuestro jefe tenga a su esposa”
Savir no esperaba esas palabras, negó con rapidez, moviendo su cabeza de un lado a otro.
—Yo ya tengo una esposa Maeve, no pueden olvidarlo —dijo con fuerza
Los ancianos se miraron entre sí, era la primera vez que Savir veía decepción en ellos.
—Maeve Mórrigan ha muerto, jefe, es hora de continuar, debe casarse, debe dar un heredero tan fuerte como el jefe Savir —dijo la anciana Lynn.
—Nunca me casaré de nuevo, nunca encontraré a una mujer como Maeve.
Lynn se levantó.
—En mi sueño te veías feliz con otra mujer, decías amarla como al viento y al sol, te casarás de nuevo, no será Maeve; será la sustituta de su amor.