Capítulo: Un hombre cruel

1016 Words
Saya sentía esos golpes, luchaba, y dio una patada al estómago de la chica, haciendo que cayera a un lado de dolor. La mujer chilló. Saya solía pelear mucho con Elric y estaba muy unida a su padre; fueron ellos quienes le enseñaron a pelar, al menos algo, para defenderse de cualquier amenaza. Kendra lanzó gritos de dolor. —¡Lo pagarás, mujer! Has tocado a la amante real del jefe, lo pagarás. La mujer gritó y chilló con fuerzas. Una empleada entró. —¡Llama a los guardias, llama al gran jefe! Que sepa que me atacó esta mala mujer. Kendra se estrujó los cabellos y arañó su rostro. Saya sintió rabia de lo hipócrita que era. —Si quieres una golpiza, puedo dártela, mujer tonta. Los guardias entraron y sujetaron a Saya con fuerza. Saya se asustó, supo que estaría en un problema. Hasta que escuchó a alguien gritar. —¡El jefe está aquí! Los hombres agacharon las cabezas, Kendra se arrodilló y bajó el rostro. Ella por imitación hizo lo mismo. El hombre entró, miró a Kendra. —¿Qué haces aquí? —jefe, quería saludar a esta mujer, ella me agredió. Savir miró el rostro arañado y enrojecido de la mujer. Miró, atrás, observó a esa mujer, sus ojos se sorprendieron. —¿Tú? ¿Qué haces aquí? No eres la hija mayor de Sallow. ¿Qué significa esto? ¿Una burla contra mí? —exclamó severo. Saya sintió que su corazón latía asustado. —Yo… —¡Salgan! —exclamó Savir. Los guardias salieron, Savir miró a Kendra. —¡Largo! —Pero, mi amado jefe… —¡Vete! La mujer se fue, cerraron la habitación, pero los guardias estaban detrás. Los ojos de Savir se clavaron en la chica. Sus ojos eran grandes, le recordaban al color marrón de la madera de los árboles; no parpadearon. Caminó unos pasos hacia ella. Tenía el gesto severo, ella retrocedió. —¿Qué hace usted aquí, como sea que se llame? —Soy Saya, jefe —dijo bajando la mirada El hombre la miró con desdén. —Elegí a su hermana, ¿dónde está ella? A Saya le temblaba el mentón y las manos, sujetó sus manos una con otra, para que él no lo notara. —Por favor, jefe, acépteme como su esposa. Mi hermana está enferma… —¡Mientes! ¿Quién te crees que eres para elegirte a ti para mí? ¿Quién te has creído? —exclamó sujetando su barbilla, ella sintió su fuerza. Miró, su rostro, era tan feroz como el de una bestia. Los ojos de la chica lloraban, pero Savir no tenía piedad. —Ustedes quieren burlarse del pueblo Dagda, han creído que pueden enviarme a otra mujer, y no a la que elegí, ¿sabes por qué? Ustedes no me respetan. Veremos si me respetas ahora que veas la cabeza de tu padre colgada en los muros del castillo; y tú seas mi criada. Savir dio la vuelta. Saya se lanzó a sus pies. —¡No, por favor! Es mi culpa, corte mi cabeza, pero no la de mi padre, soy yo quien me he enamorado del jefe, soy yo quien hizo esto. Savir se detuvo ante sus palabras, volvió su mirada, la chica estaba arrodillada, con ojos en el suelo, chillando por un poco de piedad. «Ella me miente con tal descaro y facilidad que, si no fuera listo, le creería», pensó con rabia. Él sujetó su barbilla con furia, miró sus ojos. —¡Pequeña mentirosa! Sabes que no es cierto, dime la verdad, ¡dilo ahora o iré por tu padre! La chica lloró. —¡Está bien, lo diré todo! Savir cruzó los brazos, la miró con soberbia. —¡Habla! —Mi padre quería enviarle a Anika, pero… perdónelo, el rey Kadir apareció, exigió la mano de mi hermana para su hijo el príncipe Konan, él aceptó perdonar a mi hermano; era eso o matarnos, por favor, tenga piedad. —¿Así que el rey Kadir vale más que el jefe Dagda que los ayudó en su peor momento? ¡Malagradecidos! —exclamó con rabia y escupió a un lado. Saya lloró. —¡Por favor, tenga piedad! ¿Qué podemos hacer? Somos solo humanos, estábamos entre la espada y la pared, por eso decidí venir yo, a mí nadie me quiso, pero… ¡Seré una buena esposa! —¿Así que me dejan las migajas? Saya hizo de sus manos un puño, levantando la mirada, viéndolo con rabia. Savir sonrió al notarlo. —¿Por qué es tan cruel? Dice que es el dueño de todo, pero, ¿Cómo un hombre dueño del mundo puede ser tan severo? —¿Estás juzgándome? ¿Quién te crees? —¡Solo pido misericordia! —Hubiese tenido misericordia de tus padres, solo si Lord Sallow estuviera aquí, dando la cara, si lo hubiera hecho, yo quizás te habría aceptado, o algo más, pero tu padre es un cobarde, ahora veo porque peleaste contra Yulak por ti misma, tu padre es un gusano. —¡Cállate! Savir la miró tomó su barbilla, y ella chilló. —¿Qué has dicho? ¿Defiendes a tu padre que te traicionó enviándote al infierno? —Lo siento, tenga piedad, seré una buena esposa. Savir rio. —Ni siquiera puedes quedarte callada —el hombre se alejó—. ¡Guardias! Los hombres entraron, ella suplicó de nuevo. —¡Llévenla al calabozo! —¡No! Eres malo, no eres un jefe, ni un rey; Dios tiene piedad, pero tú eres cruel. Los guardias se llevaron a Saya lejos de ahí. Savir no quiso verla más y volvió a su habitación. *** La empleada de Kendra fue a contarle todo, la mujer estaba feliz. Le dio una bolsa con monedas. —Entrégalas a los guardias, diles que hagan algo por mí. Quiero que mancillen a esa mujer. Los ojos de la sirvienta se abrieron enormes. —Una mujer mancillada nunca será la esposa del jefe —dijo Kendra sonriente La mujer asintió y fue hasta ahí.
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