Capítulo: Antes te mato

1259 Words
Su madre, Carolyn, se acercó lo suficiente, había rabia en su mirada, y de pronto, abofeteó el rostro de Saya con fuerza. —¡¿Cómo puedes ofenderme así?! ¡Soy tu madre! Deberías tenerme respeto. Saya la miró con rabia, no dijo nada, dio la vuelta, se alejó de ella. Lord Sallow regañó a su esposa, pero ella no se arrepintió. Más tarde, Saya fue informada de que, esa misma noche, irían por ella para llevarla a la tribu Dagda. El corazón de la chica latió con angustia, no quería irse, no quería sacrificarse. Respiró atormentada. La empleada le ayudó a arreglar una pequeña valija, debía estar lista para irse. Anya entró y ordenó a la empleada que se fuera. Sus ojos se encontraron, su hermana tomó sus manos, pero Saya no quería enfrentar su mirada. —Lo siento tanto, hermana… quisiera ser la mitad de valiente que tú para enfrentar mi verdadero destino y no enviarte a él. Las lágrimas cayeron por el rostro de Saya, ella miró a su hermana, los ojos de Anya estaban inyectados en sangre, su mentón temblaba, su llanto era genuino, podía sentirlo. —No llores por mí, Anika, es el destino, ayer lo vi, tuve una visión, soñé con esa aldea, debe ser porque mi vida ahora será ahí. Anika le miró con ojos grandes. —¿Me odias? Saya negó, Anika la abrazó. Aunque Saya lo negó, sentía algo de rabia contra su hermana, no era culpa de Anika ser amada por sus padres más que ella, no era culpa de Anika ser la elegida por el rey y por el mismo jefe Dagda. Saya recordó cuando ese hombre ni siquiera quiso despedirla, sintió escalofríos. Una empleada entró. —Lady Saya, llegaron por usted. La voz de esa mujer atormentó a Saya, Anika más se aferró a ella. —¡Lo siento, hermanita! No quiero perderte… Saya luchó para alejarse, respiró profundo. Bajó la escalera, su hermano estaba ahí, tenía una mirada vacía. —Saya, no me culpes. Saya tenía ojos severos. —Te culpo, te culpo de todo esto, y te maldigo, eres egoísta, espero que seas tan feliz, como lo seré yo… —¡Saya! ¿Cómo puedes ser tan cruel? Saya miró a su madre con rabia. —Gracias por enviarme al infierno, madre, ahora sé que no me amas, felicidades, tenía tres hijos; ahora solo tienes dos. —¡Saya…! —exclamó la mujer y su voz se apagó. Saya dio la vuelta, abrió la puerta, observó el mismo carruaje Dagda. La chica llevaba una capa roja que cubría su cabeza. —Saya, hija, ¡perdóname! Saya escuchó la voz de su padre, sus ojos se volvieron llorosos, no pudo voltear, le dolía saber que su futuro no era de importancia para su familia. No dijo nada, ni miró su rostro, subió al auto, su corazón ardía. El carruaje avanzó, lejos de ahí. El camino fue largo, cada vez que se detenían, ella se quedaba silenciosa, bebía el agua que le daban, pero cubría bien su rostro y cabellos. «¿Qué va a pasarme cuando sepan del engaño? ¿Qué será de mí?», pensó con miedo. Saya no supo cuánto tiempo pasó, había oscurecido, hasta que, por fin, escuchó voces, el carruaje se detuvo. Ella estaba somnolienta, pero cayó en cuenta de que era probable que hubiesen llegado. Tuvo terror. Su corazón latía como si fuera a salir. Un hombre tocó la puerta, ella se envolvió en esa capa. Abrió la puerta, aunque quiso escapar. Tomó la mano que le ofrecieron, y bajó del carruaje. —Bienvenida, Lady, por favor, sígame, la llevaré a sus aposentos —dijo la voz de una mujer, Saya no dijo nada, asintió y fue detrás de ella. Reconoció el mismo castillo de piedra. Al entrar, la mujer la llevó hasta los aposentos. —Es de noche, milady, el jefe Savir se disculpa por no recibirla como se merece, mañana mismo él hará un banquete por su presencia. Saya no dijo nada. La mujer salió, pero algunos criados aparecieron con comida, le prepararon un baño. La habitación que tenía era amplia, era cómoda. «Por ahora no se han dado cuenta de nada, ¿podría ser que ese hombre no recuerde a qué hermana eligió? Pero, Anika es muy hermosa, notará su ausencia, ¿Qué haré?», pensó con desesperación. Saya no tocó la comida, después vinieron por la bandeja de comida. *** Savir estaba en la cama con esa mujer. Una vez que terminó, se vistió, estaba a punto de irse. —¿Se irá, mi jefe? Quédese conmigo a dormir. —¿Por qué haría algo que no he hecho nunca, Kendra? Me gusta mi habitación, debes ir a la tuya. Kendra se vistió y salió apurada de ahí. El guardia personal de Savir apareció. —Jefe, ya han traído a su prometida, ella ahora está en sus aposentos. Savir asintió, se vistió y fue a su habitación. Al entrar, caminó hasta una habitación contigua, observó esa pintura, la hizo el mismo, era una copia fiel de Maeve. «Perdóname, Maeve, no quiero a esa mujer, nunca la querré, es solo una sustituta de ti, pero para mí, es nadie», pensó Savir volvió a su alcoba, se recostó en la cama, cerró los ojos. Flashback: «La oscuridad solo se rompía por la luz de una gran luna llena. Savir estaba en el bosque, rezaba una rara oración, estaba de rodillas frente a esa figura espectral. —Mi deseo es tener la fuerza de un millón de hombres que me ayuden a derrotar a mi enemigo, el rey Kadir; quiero justicia, carne y sangre, muerte y devastación para mi enemigo, quiero que me devuelvas a mi esposa, quiero que Maeve viva, que vuelva a mí, como sea, pero que regrese a mí brazos» Savir abrió los ojos. —Todo cumpliste, Bákala, excepto por Maeve, ella no volvió a mí. Al día siguiente. Kendra estaba feliz, presumía con las criadas, y algunas damas de la guardia de Lady Lynn que, estaba más feliz que nunca con el jefe Savir. —Quizás pronto le dé el primer heredero. Las mujeres rieron burlonas. —Pues te atendrás a parir un bastardo, porque el jefe Kadir va a casarse, y tú, serás madre de un ilegítimo. Los ojos de Kendra relampaguearon de rabia. —¿Qué dices? —¿No lo sabes? Hoy por la noche llegó una Lady, viene de Green Field, ella será la nueva Morrigan —las mujeres rieron al llamar así a la nueva esposa del jefe, esa palabra significaba ser la gran reina, y solo tuvieron una, la esposa del primer gran jefe, que pereció en la guerra. Kendra estaba rabiosa. Salió del salón. Subió las escaleras, caminó por los largos pasillos, hasta encontrar a una criada que era de su confianza. —¡¿Dónde está la supuesta Lady que trajeron para que el jefe la despose? ¿Es una mentira? La mujer hundió la mirada, negó moviendo la cabeza. Kendra la tomó del cuello con rabia. —¡¿Dónde está? La mujer se asustó, apuntó detrás a una puerta. Kendra perdió el buen juicio. Corrió hasta ahí. Abrió la puerta de un golpe. Saya se levantó al instante, dejó la taza de té, miró a la mujer cuyos ojos se abrieron con estupor. —¡¿Tú?! Saya la miró extrañada. —¿Qué quieres aquí, mujer? Kendra no lo pensó. Se abalanzó sobre ella. —¡No vas a casarte con mi hombre, antes te mato!
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