Llevo más de dos horas colocando las cosas en mi nueva habitación. No tengo muchas, pero soy muy meticulosa a la hora de organizarlas. Además, la tarea me distrae y me ayuda a no pensar demasiado y a tener la cabeza ocupada en algo que no sea en Alessandro Miller y el acuerdo al que hemos llegado. —¿Necesitas ayuda? El corazón me da un brinco cuando escucho la voz de Alessandro detrás de mí. Me giro lentamente. Está a unos cuantos metros, con su semblante sereno y, por momentos, frío. Las pulsaciones se me aceleran. —No es necesario, pero gracias —digo—. Creo que ya lo tengo controlado — bromeo, y en mis labios se esboza una sonrisa tímida y nerviosa. —Te he traído un sándwich para que repongas fuerzas —dice, levantando ligeramente el plato que sujeta en la mano y mostrándomelo—. Queso