Abro los ojos despacio. El sol entra a por la enorme ventana. Pestañeo un par de veces para desperezarme y me incorporo. —¡Dios mío! Está cama es como una nube —murmullo. Anoche, después de hacer un esfuerzo y comerme el sándwich de queso y jamón de pollo que me había preparado Alessandro, me acosté. Tardé horrores en quedarme dormida; cada vez que cerraba los ojos aparecía su imagen en todas las posiciones del Kamasutra. Mi mente bullía como una olla a presión a punto de estallar mientras daba vueltas para un lado y para otro. Pero en cuanto logré conciliar el sueño, no ha habido nada capaz de despertarme, porque he dormido de un tirón. Me levanto y me dirijo hacia la ventana. Mientras estiro los brazos me doy cuenta de que lo tengo a mis pies. Las vistas desde aquí es impresionante. La