—Esta copia es para ti —dice tendiéndome en la mano otro contrato. Sin decir nada, lo tomo, lo doblo y lo meto en el bolso. —¿Hay algo que te preocupe, Alicia? —me pregunta. Parece que a Alessandro no le ha pasado desapercibido mi estado. —No… —miento. —¿Segura? Dejo escapar un suspiro quedo y frunzo el ceño. —Lo siento —digo—. La situación es tan extraña… —Me imagino que tiene que serlo para ti —señala. —No entiendo por qué… —me callo y me muerdo el labio. —¿Qué no entiendes? Si me lo dices, quizá pueda explicártelo —dice . Su voz suena con un matiz de comprensión. —No entiendo por qué recurres a esto —me atrevo a decir, apuntando al contrato—. Puedes tener a la mujer que quieras solo con chasquear los dedos. Entonces, ¿por qué recurrir a esto? Alessandro se echa hacia atrás,