CAPÍTULO 29. ANTONELLA SALVATORE. TAMBIÉN VOY A LUCHAR POR MI AMOR. Mi padre palidece y veo cómo comienza a sudar. Me levanté y llegué a su lado. Mi madre lo ayuda a darle espacio y busca agua mientras yo le estoy echando aire. —Papá, ¿estás bien? Dime, ¿qué te pasa? Comienzo a asustarme porque nunca lo había visto así, mi padre es un hombre sano. Las lágrimas comienzan a salir producto del susto. Es evidente que fue lo que le dije. Mi madre llega con el agua y él la toma despacio, recuperando un poco el semblante. —Ya está mejor. Le pregunto. Él asiente y termina de tomar el resto del agua. —Ya estoy bien, dice. Él toma mi rostro y limpia mis lágrimas que se derrama, producto del tremendo susto que acabamos de pasar todos. —¿Es seguro que se encuentra bien suegro? Puedo llevarlo