CAPÍTULO 3.
ANTONELLA SALVATORE
PRIMER BESO
me sorprende el interés de mi jefe, al hacerme preguntas personales, nunca ha demostrado algún interés hasta ahora, habrá notado que lo he estado mirando cuando él se encuentra distraído, cuando lo vi por primera vez me cautivo la elegancia, tiene unos ojos color miel encantadores, mientras él me explicaba mis funciones, no pude evitar bajar mi vista a sus labios que se mueven con una sensualidad, tiene una voz ronca—El almuerzo estuvo delicioso Emiliano gracias.
—Me gustaría invitarte a cenar esta noche, dice Antonella. ¡Acepta!
No han pasado un día y ya me invita a salir de nuevo.
— s … Sí, acepto.
Lo veo su rostro y sonríe satisfecho por mi respuesta.
—Paso por ti esta noche a las ocho.
—Está bien, te espero, estaré lista a esa hora.
Transcurre el día entre trabajo y más trabajo, estamos en unos momentos de descanso y sin pensarlo ya se aproxima la hora de salida, me siento exhausta. Cada quien se retira a su casa.
Me despido de mi jefe, me dice, hasta la noche.
Salgo del edificio y camino hasta la parada de bus, le saco la mano a un taxi que veo venir, llega y subo en él.
Ya estoy dentro de casa y me encuentro a mi madre en la sala tomando un té.
— ¡Buenas tardes, madre! ¿Qué haces tan solita? ¿Dónde está mi papá?
Le doy un beso, un abrazo. Me siento a su lado, mi madre es lo mejor del mundo, sin ella no sé qué sería de mí.
—Hola, hija, tu padre no ha regresado. ¿Cómo te fue hoy? Espero que hayas tenido un buen día de trabajo. Aunque te ves cansada.
—Sí, madre, muy bueno, movido y productivo. Mi jefe me invitó a almorzar hoy y también a cenar esta noche. ¡Acepté la invitación!
La miro.
—mmmm … ¿Fue por negocios de la empresa o por motivos personales? Me pregunta curiosa.
—Bueno, mamá, el almuerzo sí fue debido al éxito de la reunión del día de hoy. En cuanto a la cena, si no tengo idea, solo me invito a cenar y acepté. No le veo lo malo.
—Me alegro por ti que tuvieran éxito en la reunión, ya que ahora trabajas para ellos. Pero debo decirte que se me hace muy extraño que también te haya invitado a cenar, debes de tener cuidado, algún interés tendrá.
—tranquila, mamá, mi jefe no es mala persona. Cuando lo conozcas, te darás cuenta.
—Hablamos en un rato, voy a ducharme, ya es tarde.
Entra Antonella, a su ducha y toma un baño de agua caliente y sale pronto de ella. Pasados diez minutos, entró la mamá a su habitación.
— ¿Qué sucede? Te noto indecisa, ¿no quieres asistir a la cena con tu jefe?
—No es eso, mamá, es que aún no decido cuál vestido ponerme, si el blanco o el rojo.
—Bueno, hija mía, te recomendaría el de color blanco, que te hace ver como un ángel, y además hace resaltar tu color de ojos.
— Gracias, mamá, no sé qué haría sin ti.
—De nada, cielo, aunque no está de más recordarte tener cuidado con ese hombre, apenas lo conoces y no sabes sus intenciones, de cuándo a dónde un jefe invita a su asistente a dos comidas el mismo día.
—Sí, mamá, lo tendré, presente.
Pero como te dije antes, él es buena persona.
Pasan los minutos y se ha cerca la hora acordada para la cena. Cuando de repente se oye un toc,toc,toc, de la puerta de la casa de Antonella. ¡Qué raro que no tocaran el timbre!
—Voy a ver quién está tocando la puerta.
—Buenas noches, señora. Mi nombre es Emiliano Ferrer para servirle, soy el jefe de Antonella, y vengo por ella para ir a cenar. —¿Usted debe de ser su madre?
—Buenas noches, joven, pase adelante, si soy la madre de Antonella. Georgina. Enseguida ella viene y puede tomar asiento.
Y justo cuando Georgina lo iba a bombardear de preguntas sobre por qué la invitación a cenar a su hija, viene saliendo Antonella, radiante y hermosa. A lo cual Emiliano queda con la boca media abierta mientras la observa venir.
—Pareces un ángel caído desde los mismísimos cielos. Olvida que quien está a su lado es la madre del ángel, se puso rojo como un tomate.
—Hace un gesto con su ceja izquierda al oír las palabras de Emiliano.
— Buenas noches, lista para irnos.
—Por supuesto, vamos.
— Nos vemos, mamá. Y se despide con un beso en la mejilla.
—Hasta luego, señora, fue un placer conocerla.
—Hasta luego, bonita cena, buena noche.
Salimos de la casa al auto. Emiliano abre la puerta del auto, me da paso y pueda subir en él. Y ya ambos en el auto lo pone en marcha rumbo al restaurante. En el trayecto del camino, Emiliano no deja de observarme, siento su mirada.
—Todos en el restaurante quedarán como yo, con la boca abierta al ver llegar semejante ángel. Dice y me causa gracia como lo dice.
— ¿Cómo crees? Así le dirás a muchas.
Pasados los quince minutos llegamos al restaurante.
— Buenas noches, señor, ¿me permite estacionar su auto, por favor?
— Buenas noches, si por supuesto, muchas gracias.
— Buenas noches, señor Ferrer, pasen adelante. Su reservación está lista. El mesero nos guía el camino llegando a la mesa.— En seguida los atienden. Feliz velada.
— Muchas gracias.
— ¿Buenas noches, bienvenidos, acá está la carta, antes de elegir qué desean tomar?
—Bueno, primero quisiera una botella de vino Barolo por favor.
— Excelente elección, es uno de los mejores vinos que tenemos, señor Ferrer. Se retira el mesero.
— He notado que te gusta el vino. En ambas comidas lo has solicitado.
—La verdad, sí, me gusta tomarlo, en especial acompañando de la comida. ¿De su sabor, de su olor, de todo lo relacionado con el vino, sabías que no todos son iguales? Depende de su sabor, su olor, de su cosecha e incluso de dónde fue almacenado para distinguir un buen vino de un mal vino.
—Vaya, vaya, resultaste ser un experto en vinos. Digo divertida.
—Por ejemplo, este que acabo de pedir, es producido en la región de Piamonte, en el norte de Italia, y se elabora con la variedad de uva Nebbiolo, una variedad de grano pequeño y piel gruesa con un alto contenido en ácidos y taninos. Lo escucho atenta y cómo su boca se mueve con soltura.
— Me sorprendes, debiste ser entonces productor de vinos que presidente de la empresa. Tienes mucho conocimiento respecto a los vinos.
—Es que los vinos son mi pasatiempo, me gusta saber más a cerca de ellos, no te imaginas la gran variedad que existen de ellos y lo maravillosos que son.
Se aproxima el mesero con el pedido solicitado y procede a servir ambas copas..
— Disculpe, señor, ¿me podría traer un risotto, por favor, y de postre un tiramisú?
Emiliano : a mi me trae una lassagna y una ensalada por favor..
—Enseguida, con su permiso.
—así que te gustan los postres, eres una caja de sorpresas.
—Sí, no pude resistir la tentación, es uno de mis postres favoritos, me trae muchos recuerdos de mi niñez. ¿Y a ti no te gusta ningún postre?
—Sí, por supuesto, pero solo los que prepara mi nana Ana. Son exquisitos, pronto la conocerás, se llevarán muy bien. Es la mujer que me ha enseñado todo en la vida y por eso soy el hombre que soy.
—Es bueno saberlo y espero algún día probar sus postres.
—¿Y tu padre no logró verlo en tu casa?
—Mi padre es un hombre ocupado y trabajador. Un poco sobre protector conmigo, pero también es muy buena persona.
— Espero algún día conocerlo, claro, si tú me lo permites.
— Te puedo hacer una pregunta. ¿Por qué tanto interés en mí y en conocer a mi familia? Observo a ver si hay un indicio que me diga: Huye.
—sonríe y queda callado por unos segundos. La verdad es que desde que te vi mi corazón quedó cautivado, por tu hermosura y por el color de tus ojos, que me tienen como adolescente enamorado. No creí que fuera directo.
Se sonroja y no logra mantener la cara en alto.
—Eso le dirás a todas las mujeres con quienes has salido.
— ¿Cómo crees eso? No soy persona de andar enamorando a toda aquella que se cruza por mi camino, y cuando lo hago es porque realmente estoy interesado en esa persona.
Después de un rato se acerca el mesero con la comida.
— Buen provecho, disfruten de su comida.
— Espero no haber sido inoportuno al decirte esas cosas, pero siempre me gusta ir al grano y decir la verdad. Y haberte hecho incomodar.
—No te preocupes, me gusta que seas totalmente sincero.
—Siempre lo he sido y más aún para decirle que estoy enamorado a la persona que me gusta. Y tú me gustas demasiado desde el primer día en que te vi. Ese día en que tuviste la entrevista de trabajo, a partir de ese día cambiaste mi vida.
—Yo… Yo también tengo que confesarte que también desde ese día me sentí atraída y nunca imaginé que alguien como tú se pudiera fijar en alguien como yo. Tu clase social es muy diferente a la mía y esto que estamos sintiendo jamás podría pasar.
— Estás equivocada, Antonella, en el amor no hay clase social que distinga, y si podría pasar, yo no tengo prejuicios ni veo clases sociales, para mí todos los seres humanos somos iguales y no veo por qué se tenga dinero, hay que creerse más que los que no lo tienen. Al contrario, el que más tiene debería ayudar al que menos tiene.
Culmina la cena y salen del restaurante camino al auto y Emiliano al abrirle la puerta la toma de la mano y con un suave halon hacia el la coloca en frente de él y procede a darle un beso muy apasionado.