Deseada y Respetada

3391 Words
¡Hola Ismael! Hoy me acordé de vos mientas escuchaba una canción que se llama “El anillo del Capitán Beto” de Invisible, una de las bandas de Luis Alberto Spinetta. ¿Escuchaste ese tema? ¡Qué lo vas a escuchar, si sos un libro! En fin, el tema me hace acordar a vos, porque habla de un tipo que viaja solo por el espacio. Como tengo una imaginación de mierda, flasheé con la idea de que vos tal vez podías ser un tipo como él: solo en el medio de la nada, sin nadie con quién conversar. También pensé que tal vez esperarías con ansias a que yo vuelva a escribir en estas páginas para, por lo menos, tener algo con qué entretenerte; para tener algo de compañía. Lamento no ser una gran fuente de diversión, pero al menos dejame decirte que cada día me gusta más escribirte, así que no te vas a quedar tan solo. Tal vez recuerdes que hace tres días te prometí que iba a contarte mis experiencias sexuales, así como también le prometí a Sebastian hacer una recapitulación de las mismas y organizarlas un poco en mi mente. De esas promesas solamente voy a cumplir una. Sí te voy a contar mis experiencias con el sexo, pero me salteé la parte de organizarlas en mi mente. Así que el proceso tal vez sea un poco caótico, pero te prometo que intentaré contártelo todo de la forma más comprensible que pueda. ¿Por dónde voy a empezar? No tengo idea. No hay tantas experiencias sexuales en mi vida, y si bien puedo decir que algunas las disfruté MUCHO, otras fueron grandes fiascos. También tuve algunas experiencias bastante humillantes, esas son las que más me va a costar describir… pero supongo que tendré que hacerlo tarde o temprano. Me gusta el sexo, pero a veces pienso que está sobrevalorado, ya que en muchas ocasiones disfruté más haciéndome una paja que cogiendo. De verdad. Pero tal y como le confesé de forma espontánea a mi terapeuta, me muero de ganas de que me den una buena cogida; pero una BUENA, que valga la pena. Una cogida que me deje satisfecha. Sin embargo ya me estoy resignando, sé que eso no va a pasar, al menos no en un futuro cercano. Los hombres ni se fijan en mí, o si se fijan piensan que a la primera salida ya voy a coger con ellos… sí, sé que suena un poco contradictorio. Quiero coger pero también quiero sentirme deseada y respetada, no quiero ser la típica puta que se pone en cuatro ni bien entra a una habitación con un hombre. No quiero ser como mi hermana. *** Perdón Ismael, vas a pensar que soy una estúpida que se contradice sola. Tuve que dejar de escribir durante unos minutos porque las últimas palabras que te dije me recordaron que en algunas ocasiones sí me comporté como esas putas que se dejan coger fácil. No estoy nada orgullosa de lo que hice en esas ocasiones, son mis secretos más oscuros, y muy poca gente sabe algo al respecto. Quisiera agregar (y no es por justificarme) que en esas ocasiones estaba algo borracha. El alcohol puede desinhibir muchísimo, creo que eso es algo que todo el mundo sabe y me parecería injusto que me juzgaran por haber cometido errores y excesos estando ebria. Como dije, esto no es una excusa, ya que no me justifica para nada con las otras ocasiones en las que me excedí un poco estando sobria; aunque éstas hayan sido solamente dos. Ahora se me viene a la mente una ocasión en particular, en las que el alcohol sí estuvo presente. Pasó cuando yo tenía unos 19 años. En esa época visitaba discotecas con bastante frecuencia, no es que me la pasara de joda; pero sí salía seguido y no era raro que volviera medio mareada a mi casa. Sin embargo aquella vez no volví a mi casa hasta el otro día. Mis padres se preocuparon mucho, y mi mamá casi me mata. Por suerte le inventé una mentira bastante convincente, le dije que me había quedado a dormir en la casa de una amiga, inclusive le dije que llamara a mi amiga para corroborarlo. Mi mamá la llamó, y mi amiga me cubrió a la perfección, ya que la noche anterior ella salió al boliche conmigo y terminó en la casa de su novio, cosa que su madre tampoco quería. Habíamos hecho un acuerdo de cubrirnos la una a la otra si llegábamos a tener problemas en nuestras respectivas casas. Me estoy yendo un poco de tema, eso no es lo importante. Acá lo verdaderamente importante fue lo que pasó durante la noche. No hay mucho para contar sobre las horas que pasé bailando y tomando en la discoteca, así que lo voy a resumir un poco. Mi amiga me presentó al amigo de su novio, un chico que se llamaba Leo… ni siquiera sé su nombre completo, solamente sé que le dije Leo durante toda la noche, y después de lo que pasó, ya no volví a verlo. Estuve bailando todo el tiempo con él, tengo que admitir que me cautivó desde el primer momento, era un chico bastante lindo y me quedé embobada con sus ojos. Lo llamativo no era el color que éstos tenían, ya que eran marrones, pero la forma rectangular, y las agudas cejas que lo enmarcaban, le daban esa mirada tan penetrante que me derretía. A eso lo acompañaba con una bella sonrisa con dientes blancos y perfectos. Como si fuera poco, era un chico que evidentemente se ejercitaba a menudo; tenía una contextura física estilizada y algo fornida. No pasó mucho tiempo hasta que me tuvo rendida en sus brazos y pudo comerme la boca a gusto. No tuve que hacer nada para “conquistarlo”, simplemente me dejé llevar por sus encantos. En un momento de la noche me di cuenta de que mi amiga me había mandado un mensaje al celular diciendo que se iba a la casa de su novio, para que le lustrara la concha por dentro (sí, lo dijo con esas palabas exactas). Me reí con el comentario y se lo mostré a Leo, quien dijo que tenía mucha envidia de su amigo, porque a él también le gustaría terminar la noche así. Al decir eso me miró buscando complicidad en mí… y a mí se me mojó la concha de solo pensar que ese tipo podría cogerme; sin embargo no le dije nada. Nos quedamos un rato más en el boliche hasta que se ofreció a llevarme a mi casa. Acepté encantada, ya que él tenía su propio auto, de esa forma no tendría que pagar un taxi para volver… nunca me agradó viajar sola en taxi. No es que diga que todos los taxistas son unos degenerados, pero sí que algunos lo son… y terminan pagando justos por pecadores. En fin, salimos del boliche y me subí al auto de Leo. Tal vez para muchos ésta no sea una historia muy sorprendente, y estoy segura de que hay muchas personas que practican este tipo de relaciones a menudo; pero para mí era una experiencia totalmente nueva y atípica. Recuerdo que Leo manejaba muy despacio, eso me tranquilizó porque no quería que sufriéramos un accidente, pero luego me di cuenta de que él sólo pretendía ganar tiempo. Para resumir un poco lo que ocurrió, él fue convenciéndome de a poco que fuéramos a pasar el rato a su casa. Sabía que su intención era tener relaciones sexuales conmigo, no soy tan ingenua; sin embargo la idea me dejaba un poco intranquila, porque en realidad no lo conocía. Tengo que reconocer que el alcohol, la excitación y el talento de Leo para manipularme, fueron factores muy importantes a la hora de tomar una decisión. Cuando él detuvo el auto en una esquina tuve que decidir qué hacer, me dijo que si quería podía volver a mi casa y giraría hacia la derecha; pero que si yo quería podríamos ir hacia la izquierda, donde estaba su casa. Mordiéndome el labio inferior vacilé, pero no por mucho tiempo, simplemente le dije que fuera hacia la izquierda. Desde allí no hubo vuelta atrás. Me llevó hasta su casa, estacionó el auto en la calle y yo bajé, acomodándome la pollera que llevaba puesta, que dentro de todo era bastante discreta. Él notó mi inseguridad e intentó tranquilizarme con una sonrisa, acto seguido abrió la puerta y me invitó a pasar. Estaba muy nerviosa porque no sabía cómo encarar la situación, pero ni siquiera tuve tiempo de dudar. Entré a su casa, vi una sala que contenía una mesa rodeada de sillas, escuché la puerta cerrándose detrás de mí, y a continuación sentí una mano contra mi pollera. Estuve a punto de apartarla, pero no tuve tiempo, ya que esa mano levantó la pollera, y al mismo tiempo, una segunda mano presionó con fuerza mi espalda, obligándome a apoyar mi pecho, mis manos y mi cara contra la mesa. Todo transcurrió sumamente rápido, lo siguiente que sentí fue mi bombacha siendo bajada con excesiva fuerza. Leo, con un pie, empujó uno de los míos hacia afuera, obligándome a separar las piernas. Podría haber luchado, pero mi cerebro no reaccionaba. Sin darme tiempo a nada me clavó la v***a en la concha, y yo solté un agudo grito cargado de placer y dolor. Esa v***a no se quedó quieta ni por un segundo, salió y volvió a enterrarse en mi cavidad haciéndome ver las estrellas. Instintivamente separé más las piernas, y esperé la siguiente embestida, la cual me produjo aún más placer. Su v***a era bastante gruesa y yo me calenté tan rápido que me escuché a mí misma diciendo entre jadeos: «¡Ay, metemela toda!» Fue algo totalmente espontáneo, algo que escapó de mi boca sin que yo lo pensara previamente. Nunca en mi vida me habían tratado de esa forma, nunca un tipo me había clavado su pija sin pedirme permiso y, contra todo pronóstico, me dejé llevar… me dejé coger. Como una puta barata… me dejé coger. Sin dejar de clavarme, Leo me pidió que juntara las piernas para poder quitar del todo mi bombacha. Obedecí sin chistar y en cuanto me despojó de mi ropa interior, levantó mi pierna izquierda, posándola sobre la mesa. Así quedé muy abierta y con la concha totalmente expuesta a sus duras acometidas. No suelo gemir o gritar cuando mantengo relaciones sexuales, pero en esta ocasión hasta encontré excitante soltar un suspiro cada vez que esa gruesa pija se enterraba por completo en mi interior. Ismael, me gustaría que pudieras verme mientras escribo esto… verías que estoy sentada en una silla, escribiendo con mi mano izquierda (porque soy zurda), mientras que con la derecha me estoy frotando la concha… Sí, la tengo muy mojada, y no tengo nada de ropa. ¿Me encontrarías excitante si pudieras verme? No lo creo; pero bueno, eso no importa. Lo importante es que me la estoy pasando de maravilla, no puedo dejar de escribir… y tampoco puedo dejar de pajearme. ¡Estoy re caliente! Te sigo contando, porque imagino que querrás saber qué pasó después, aunque ya no me queda mucho más por contar. Leo siguió cogiéndome durante un buen rato en esa posición y después me preguntó al oído, con una voz muy amable, si no quería ir a su cuarto. Obviamente le dije que sí. Me liberó e inmediatamente enfilé hacia su dormitorio, siguiendo sus indicaciones. Una vez dentro del cuarto me puse de rodillas sobre el borde de la cama y separé mis nalgas con ambas manos, ofreciéndole, no, mejor dicho obsequiándole mi peluda conchita, la cual volvió a ser penetrada con intensidad. Esta vez, como Leo podía aferrarse firmemente de mi cintura, me dio una cogida muy enérgica, me hizo chillar y gemir como una puta en celo. Podía escuchar el ruido viscoso de su v***a entrando y saliendo de mi húmedo agujerito, y yo sentía que la concha me iba a explotar en cualquier momento. Estaba apunto de llegar al clímax cuando repentinamente él sacó su v***a. «No la saques», dije en un patético tono de súplica. Pero él contestó: «Si querés más, primero me la vas a tener que chupar». Entonces empecé a balbucear «Yo… yo…», le quería decir que yo nunca había chupado una v***a, pero sabía que era una respuesta patética. Cuando él me preguntó: «¿Vos qué?», le contesté: «Me la voy a comer toda», fue una forma de darme coraje a mí misma. Me di la vuelta y me arrodillé en el piso, apenas pude contemplar esa gruesa y venosa v***a durante unos pocos segundos, ya que él me pidió que abriera la boca, y cuando lo hice me introdujo todo su m*****o. El sabor me resultó completamente familiar, era el sabor de mis propios flujos vaginales. La textura suave de su glande me tomó por sorpresa, no imaginaba que fuera a sentirse de esa manera tan atractiva. Apreté mis labios alrededor de ese duro tronco y Leo comenzó a cogerme la boca, literalmente. Me agarró con fuerza de los pelos y comenzó a menear su cadera, penetrándome hasta el fondo. Su vello púbico chocaba contra mis labios y sentía la punta de su v***a en lo profundo de mi garganta. Un par de veces me dieron arcadas, pero él sólo me dejó pocos segundos para respirar. Mi saliva chorreaba por la comisura de mis labios a montones. Seguramente parecía una actriz porno. Luego ocurrió algo que me tomó por sorpresa, sacó la v***a de mi boca y ésta comenzó a salpicar leche, la cual fue cayendo contra toda mi cara, dibujando espesas líneas que cruzaban mis mejillas, el puente de mi nariz, mi frente, e inclusive mis labios. Hasta pude sentir el cremoso sabor del semen. «No te preocupes, todavía tengo más para vos», me dijo Leo al mismo tiempo en que me sujetaba por las axilas para obligarme a levantarme, luego me dio la vuelta y me empujó hacia la cama. Quedé en cuatro patas, rogando mentalmente que me la clavara hasta el fondo. Mis plegarias fueron oídas, él hizo exactamente lo que yo deseaba, con una sola embestida me metió toda su v***a y me cogió mientras me sujetaba con fuerza el pelo. En mi cara aún chorreaba el semen, yo gemía descontrolada y con la lengua juntaba la leche que se iba acercando a mi boca, para poder saborearla. Me dio duro, sin parar, durante varios minutos, hasta que yo llegué al orgasmo más intenso que había experimentado hasta el momento… y no, no siempre llego al orgasmo, lo que significa que esa vez sí me dieron una muy buena cogida. ¡Ay Ismael! No aguanto más, tengo que dejarte… necesito pajearme con las dos manos. Contarte esto me subió muchísimo la temperatura, necesito colarme los dedos. Iría a la pieza de mi hermana a buscar el cepillo, pero no quiero cruzar el pasillo desnuda, así que esta vez me tendrá que bastar con mis dedos. Admito que soy una pajera. Eso sólo te lo digo a vos, Ismael, porque demostraste ser un gran amigo que sabe escuchar (o leer). Me arde la concha de tanto tocarme, te lo juro. Estoy pensando seriamente en comprarme un lubricante, para no depender tanto de mi propia lubricación, que no siempre es la mejor. Pobrecito, las cosas que tenés que aguantar. Te debe dar asco que te esté hablando de mi concha de esa forma… o tal vez te excite, no lo sé. Me gustaría quedarme con la idea de que te excita un poquito, para no sentirme tan culpable. Sé que no soy una mina que parte la tierra, pero tampoco estoy tan mal. Tal vez vos que ya me estás conociendo un poco, te enamorarías de mí. ¡Mirá lo que digo! ¡No puedo ser tan patética! Estar pidiéndole a mi diario íntimo que se enamore de mí… necesito un hombre y urgente; de lo contrario me voy a volver loca y voy a terminar viviendo en una casa con 25 gatos, y quejándome de toda la gente que es feliz. ¿Por qué yo no puedo ser feliz? ¿Qué hago mal? Mi hermana cree que yo le envidio la apariencia física, eso no es cierto; pero puede que sí haya algo que le envidie, aunque sea un poquito. Ella siempre está feliz, siempre se la ve con una sonrisa en la cara. No se hace problema por nada, ni por nadie. Todo le importa tres carajos. Ella trabaja vendiendo ropa interior femenina, y en lugar de venir saturada por las estupideces que le dicen las clientes, se lo toma todo con gracia. Siempre tiene una anécdota divertida con la que hace reír a mis padres. Ellos ya ni me preguntan si pasó algo interesante en mi trabajo porque siempre termino quejándome. ¿Qué culpa tengo yo de que mis clientes sean unos pelotudos de mierda? Además, tengo que ser sincera con otra cosa, la preferida de mis padres es Gabriela, y eso se nota mucho. Especialmente en mi papá. Él es el que más la defiende. Me acuerdo que hace como un año Gaby salió del baño secándose el pelo con una toalla, dejando las tetas y la concha al aire. Fue hasta la cocina a preguntarle a mi vieja qué había para comer. Yo no me puedo acostumbrar a verla así por la casa, y cuando le dije que podría tener un poco más de decencia y taparse con algo, se armó la de “Dios es Cristo”. Ella me dijo el discursito de siempre; que yo era una mal pensada de mierda, que cómo podía haber algo de malo en andar como Dios la trajo al mundo, y mucho menos delante de las personas que le dieron la vida. Mis padres inmediatamente se pusieron de su parte, me dijeron que ellos nos criaron desde que nacimos y que era algo natural. Me tuve que encerrar en mi cuarto para no seguir discutiendo con ellos. Obviamente me largué a llorar, es muy doloroso tener a toda la familia en contra. Lo peor de todo esto fue que, a partir de ese incidente, mi mamá también adquirió la costumbre de andar sin ropa. Cuando yo le hice un comentario al respecto ella me dijo que está muy orgullosa de su cuerpo, que con 49 años aún conserva la mayor parte de sus atributos en el lugar que corresponde. Esto no es tan cierto. Ya tiene las tetas y el culo algo caídos y le cuelga un poco de panza, de ser ella a mí no me agradaría que mis hijas me vieran desnuda. Al menos mi mamá es un poco más ubicada que Gaby, y no pasa desnuda más de un par de minutos. Lo que sí me resulta muy incómodo es que a veces mi papá se acerque a pellizcarle la cola o a tocarle la concha, creyendo que nosotras no podemos verlo. Los padres suelen ser los peores para disimular, suelen pensar que los hijos son retrasados mentales, y que no entienden nada. Perdón, antes dije que “lo peor de todo” había sido cuando mi mamá decidió andar desnuda por la casa; pero hubo algo muchísimo más traumático para mí. Fue el día que vi a mi viejo con los huevos y el p**o colgando debajo de una remera, que apenas le cubría la prominente panza. Aunque eso lo considero más un accidente, ya que él se levantó a orinar a mitad de la noche y justo yo me levantaba a buscar un vaso de agua. Él también tuvo que verme en bombacha, con los pelitos de la concha asomándose, y con una remera que me marcaba mucho los pezones. Los dos nos quedamos como de piedra cuando nos vimos. Creo que fue la situación más vergonzosa que pasé en mi vida. Por suerte él hizo de cuenta que nada pasó, y siguió caminando en cuanto reaccionó. Ahora me pregunto si debería contarle todo esto a mi terapeuta. No sé qué tendrá que ver con mi felicidad, pero sin duda fueron situaciones que me traumaron bastante. Especialmente por las discusiones que tuve con mis padres por culpa de Gaby.
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