Para que veas que no sólo te escribo para quejarme, te cuento que hoy tuve un buen día. Un señor de bigotes, y pelo medio canoso, entró al negocio donde trabajo. El tipo debía tener unos 55 años, o tal vez menos; tengo la mala costumbre de avejentar a la gente con canas. La cuestión es que el tipo me pidió que le mostrara una buena cámara de fotos digital. Yo le pregunté si tenía algo en mente, y me dijo que no; por eso pasé a preguntarle cuánto pretendía gastar «El precio no importa, lo importante es que sea buena», me dijo con su profunda voz. A medida que le mostraba los distintos modelos, iba agregando características y, obviamente, el precio iba aumentando con cada nueva muestra. Estaba llegando la más cara que había en stock, dudé en ofrecérsela, por miedo a asustarlo con el precio. Comencé diciéndole que era de lo mejor que había en el mercado, y que la usaban fotógrafos profesionales. Cuando finalmente le dije el precio, él sonrió y dijo: «Confío en tu criterio, si vos decís que es así de buena, entonces lo será. La llevo». Ni yo podía creerlo, nunca había vendido el modelo más caro de nada. Ni siquiera de los productos más baratos que vendíamos.
Mi alegría no terminó allí. En cuanto estaba llenando la ficha de la venta en la computadora tuve que pedirle su e-mail; eso es política de la empresa, para luego saturarle la casilla de correo a los compradores con “suculentas” ofertas. «¿Para qué necesitás el correo? ¿Pensás escribirme?», me preguntó, con una sonrisa picarona. Le aseguré que no tenía intenciones de molestarlo, y que no era más que un dato que se pedía con cada venta realizada. Entonces dijo: «Ah, qué mal, por un momento me había ilusionado. Me hubiera gustado recibir un mensaje de una chica linda como vos». Mi cara se puso de todos colores y empecé a reírme como escolapio.
Sabía que el tipo era un chamuyero, y que realmente no pensaba que yo fuese linda; pero está bueno que le mientan a una, de vez en cuando, para hacerla sentir mejor.
Cuando el tipo terminó de pagar, se despidió de mí con una sonrisa que se asomó por debajo de sus espesos bigotes y me dijo: «Hasta luego, Lauren, un placer conocerte». Quedé idiotizada y ni siquiera le pude responder. Había sufrido una parálisis cerebral tan grande que por un momento creí que él se había tomado la molestia de averiguar mi nombre; luego recordé que al nombre lo llevo siempre en un cartelito colgado en el pecho.
No me juzgues, Ismael. Sé que soy una pelotuda, pero no es común que a mí me estén diciendo ese tipo de cosas. Además el tipo no estaba nada mal, tal vez sea un modelo algo viejito, pero zafaba.
Gracias a él estuve todo el día con una sonrisa en la cara, no sólo por la gran comisión que ganaría por la venta, sino también porque me hizo sentir linda. Debí tener mucha cara de pelotuda, porque en un momento el encargado de mi sector se me acercó para preguntarme si estaba enferma.
Te voy a confesar otra cosita, Ismael. Ahora me voy a tirar a la cama y me voy a hacer unas buenas pajas pensando en el señor del bigote. ¿Por qué no? ¿Tiene algo de malo? Total ni siquiera es algo real. En mis fantasías puedo coger con quien quiera, e imaginármelo como se me dé la gana. Puede que lo imagine con un abdomen bien marcado, y una chota bien grande. Seguramente esos bigotitos me harían cosquillas en la concha. Nunca me pajeé pensando en alguien de esa edad, así que después te cuento cómo fue la experiencia.
¡Nos vemos!
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Hola Ismael. Sólo paso a decirte que hoy llegué re cansada de trabajar, tuve un día de mierda… y las pajas que me hice ayer me dejaron fundida, por eso hoy no me voy a poner a escribir mucho. Ayer estaba re contenta, y hoy tengo ganas de llorar. Ese puto trabajo me está chupando la vida, no veo la hora de tener vacaciones… pero para eso todavía faltan como cinco meses. Por si fuera poco creo que me está por venir. Esto de ser mujer es un gran problema, vos tenés suerte, no sos más que un cuaderno lleno de hojas de papel y tinta, no tenés que levantarte temprano para ir a trabajar, ni tenés que bancarte períodos menstruales… sólo me tenés que bancar a mí. Gracias por eso.
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Efectivamente, me vino… y estoy de muy mal humor. Ya llegó el fin de semana y me siento muy mal, física y emocionalmente. No tengo ganas de nada.
Me genera mucha impotencia que el encargado de mi sector no valore todo el esfuerzo que hago para intentar venderles un producto a clientes que entran al local a tratarme como si yo fuera su sirvienta… y siempre poniéndoles buena cara. Es frustrante. ¡Yo no tengo la culpa de que sean unos pelotudos de mierda que pasan horas buscando un producto que no pueden pagar!
Ayer intenté venderle una heladera a una pareja… nunca vi un tipo tan dominado en mi vida. Estaban por cerrar la compra cuando la conchuda de la mujer empezó a decir que el color de la heladera no le gustaba... ¿Acaso la muy pelotuda no sabe que el 90% de las heladeras son blancas? Me enojé mucho pero me la aguanté… les ofrecí heladeras en n***o, en plateado e incluso en rojo… pero la hija de re mil puta de la mina siempre encontraba un pero, para no comprarlas, y el mogólico del marido le seguía la corriente.
¡Comprate una personalidad flaco, te la vendo en doce cuotas sin interés!
Perdón, necesitaba descargarme. Gracias por bancarme. Hasta luego.