Los días pasaban como si fuesen todos iguales. Disfrutando de la cuenta regresiva que teníamos para volver, la cual se había reducido considerablemente cuando el papá de mi prima había aceptado la proposición de vivir juntas, y nosotras habíamos decidido partir antes para dejar todo listo antes de entrar a clases, ya que aún debíamos comprar algunas cosas.
Isabella no había vuelto a mencionar a Nacho y lo agradecía, pero no podía evitar sentir algo en la boca del estómago cada vez que su celular sonaba y corría a responderlo. Siempre mensajes, nunca llamados, y aunque de repente tenía que luchar con la maldad que me provocaba tener el celular de mi prima a unos metros y sin ella alrededor, la parte racional de mi cabeza se alejaba para no caer en la tentación de abrir la mensajería y ver de qué mierda hablaban tanto. Podía suponer que en alguna oportunidad habían estado hablando de mí y de Chace, pero ¿qué tanto había por decir?
Sabía también que mi prima se moría por contarme qué estaba ocurriendo, y que hacía un esfuerzo sobrenatural para que no se le escapara nada como lo hizo la primera vez que me contó que se escribía con Nacho.
¿Le habrá contado Nacho que era él el culpable?
¿De que por él Chace estaba pagando con su libertad?
¿Era Nacho el culpable realmente?
¿O siempre fue Chace?
¿Qué mierda estaba pasando con esos dos?
Todo eso me carcomía la cabeza y no sabía como preguntarle sin sonar hipócrita, sin levantar sospechas de lo ocurrido. Y a decir verdad, ya ni sabía como hablar con ella sin sentir algo de culpa por lo que había pasado unos días atrás, y sentía que ese teléfono nos separaba cada vez más, ella escondiendo las ganas de hablar y yo escondiendo las ganas de saber.
Nos quedaba una noche en la casa de verano y mi prima se estaba duchando para sacarse el cloro de la piscina y prepararse para dormir. Yo ya estaba en mi pijama, acostada cuando sentí una vibración que venía de la cama de al lado, mi estómago hizo eso raro que hacía cada vez que sonaba cerca, pero la vibración continuó descartando toda posibilidad de ser un mensaje.
¿Se habían estado llamando?
Casi por inercia me levanté de donde estaba y tomé el aparato para leer el nombre de Nacho cruzar la pantalla.
Mi cabeza comenzó a funcionar a mil por hora, pero llegando siempre a un callejón sin salida mientras el teléfono seguía vibrando en mis manos.
A la mierda.
Y en menos de un segundo me encontraba con el celular de mi prima pegado a la oreja.
—Isa, sé que me dijiste que no te llamara, pero ya no podía aguantar.
Mi estómago se apretó al escuchar la voz de Nacho.
Carolina, ¿qué mierda estás haciendo?
No respondí, no podía hacerlo, reconocería mi voz de inmediato, así que me mantuve en silencio.
—Lo siento mucho, de verdad, pero te extraño hasta la mierda, di algo, cuéntame algo, cualquier cosa… —decía con urgencia y mis manos comenzaron a sudar—. ¿Hablaste con Carolina? ¿Le contaste lo de Chace?
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Una corta exhalación salió de mí, haciendo que Nacho continuara, sabiendo que había una persona al otro lado de su línea, pero sin saber que no era mi prima.
—Me dijo que la llamaría pero no está seguro de que contestará, ¿podrías hacer que conteste?
¡¿Qué mierda estoy haciendo?!
—Isa, por favor, no te enojes, di algo, cualq… —pero no aguanté más. Colgué con un nudo en el esófago, sintiéndome asquerosa, ansiosa, derrotada.
Dejé el celular de mi prima en el mismo lugar que lo encontré mirándolo por unos segundos más mientras la voz de Nacho seguía retumbando en mis oídos.
¿Le contaste a Carolina lo de Chace?
… La llamaría…
No entendía nada.
¿Tendrá Chace un celular en prisión?
¿Me llamaría del teléfono de su prisión?
¿Hay teléfonos en la prisión?
—Ahora sí que dormiré como un bebé —la voz de mi prima hizo que saltara de donde me encontraba—. Vaya, sé que soy fea pero no para que te asustes de ese modo —me dijo secándose el exceso de agua de su cabello y con una sonrisa en su rostro, una sonrisa que se desvaneció al ver el mío.
—Hice algo malo —le solté enseguida. Isabella me miró por unos momentos y siguió moviéndose por la habitación sin prestarme mucha atención—. Conteste tu teléfono —sentencié con la voz llena de vergüenza.
—¿Y desde cuándo eso es malo?
—¿Desde que miré que era Nacho el que llamaba y respondí igual?
Mi frente se arrugó a mi confesión pero mi prima giró en sus talones tan rápido que casi se le cae la toalla que cubría su cuerpo.
—¿Nacho me llamó? —Su sonrisa radiante no era acorde con lo que mi cuerpo entero sentía en esos momentos—. ¿Qué dijo?
—Lo siento mucho, de verdad, no sé que se apoderó de mí...
—No seas ridícula, prima, no me molesta que hayas contestado mi teléfono, solo dime que dijo; ¿hablaron? ¿Preguntó por mí?
—No sabía que era yo, no hablé, así que dejé que él lo hiciera.
Mi prima levantó las cejas para apresurarme, para sacarme más información. Tomé un suspiro gigante, tranquilizándome por el simple hecho de ver que no estaba enojada.
—Dijo que, por favor no te enojaras por haber llamado, ya que le habías dicho que no lo hiciera. —Hice una pausa—. Que te extraña, y que…
—¿Qué, prima? Me estás matando aquí.
—Nada, quería hablar, quería saber cómo estabas, quería escuchar tu voz —dije levantando los hombros. La mano de mi prima se fue a su pecho—. Preguntó si me habías contado sobre... —No pude decir su nombre y el rostro de Isabella se entristeció de repente—. Me dijo, te dijo, que quería llamarme pero no sabía si le iba a responder, y que le ayudaras con eso.
—Ay, prima. —Se acercó lo suficiente para tomar mis hombros con sus manos—. Eres una estúpida. —Me sacudió y mi ceño se frunció a la elección de sus palabras—. Pero te conozco, y sé la guerra que estás teniendo por no querer saber nada sobre Chace y a la vez querer saber todo.
—Me conoces demasiado para mi propio bien —sentencié sorprendida.
—Y como lo hago, te pregunto nuevamente; ¿quieres saber de él? —Esperó un momento para mi reacción, pero al ver que no soltaba nada continuó—. ¿Quieres saber sobre lo qué hablaba Nacho?
Sus ojos verdes estaban clavados en los míos, y los míos estaban combatiendo a más no poder, luchando en esa batalla que había dicho. Seguí mirando sus ojos sin saber realmente lo que quería.
—Yo…
—Prima, sé que si fueses un gato estarías muerta, porque siempre caes en la curiosidad, pero también sé que es un tema no muy agradable, así que, ¿qué tal si esperas hasta que te llame él? —me dijo con su voz tranquilizadora—. ¿Qué tal si esperas hasta que él mismo te lo diga?
Mi cuerpo se transformó en piedra. No había considerado esa opción, ni en un montón de años. No se me había pasado por la cabeza el saberlo por la misma voz que algún día me enojó, me cautivó y luego se marchó.
Mierda.
Mi cabeza estaba a punto de estallar.
—¿Es grave? —fue lo único que pude decir.
Mi prima soltó una pequeña risa, que me tranquilizó hasta el alma, haciendo que descartara todas esas opciones trágicas donde Chace permanecía tras rejas por el resto de su vida.
—No lo es, ni siquiera es algo de que preocuparse. —Soltó mis hombros y siguió haciendo lo que hacía, pero continuando con lo que decía—. Tu mente ha transformado una pequeña información en algo gigantesco. Lo sé, prima, lo sé porque te conozco, deja de darle tantas vueltas al asunto. No es algo grave. Ni siquiera es algo que, en mi opinión, te pueda importar mucho, menos después del discurso que me diste el otro día. Solo es algo que Chace quiere que sepas, eso es todo.
Maldiciones.
Ese dicho ya me llegaba hasta el fondo.
La curiosidad mató al gato.
Y a mí solo me quedaba una vida.
Mi cuerpo ya se había tranquilizado y se encontraba sentado en mi cama, absorbiendo todo lo que mi prima había dicho, sabiendo que tenía razón en cada una de las palabras que había dicho. Eso de estar escondiendo las ganas de saber de él se habían transformado en algo que, inconscientemente, había catalogado como de extrema importancia, algo que cambiaría mi vida, cuando en realidad podría ser cualquier cosa, podría ser algo tan banal como saber como estaba, algo tan banal como decirme que saldría en un par de meses.
Si no era grave, significaba que no iba a pasar el resto de sus días en prisión.
Tenía que dejar de mirar las cosas tan dramáticamente.
—Me siento una idiota —dije rendida.
—Explica.
—No quiero que este tipo siga escabulléndose como lo hace. Realmente quiero que sea uno más. Porque lo es, he tenido romances mucho más largos en otros veranos, romances que realmente me cambiaron.
—No seas ingenua, Carolina. Romances largos no significan que sean intensos. Romances que te cambiaron no significa que lo hayan hecho por amor. Algunos romances te cambian, pero no por la duración de ellos, algunos romances pueden durar años pero no se quedan contigo. Chace se quedó, listo, ya está. Lidia con eso de una vez por todas.
—No seas una pesada, sabes a lo que me refiero —le dije algo enojada.
—Soy pesada porque tú aún no te das cuenta a lo que yo me refiero —dijo del mismo modo y mi ceño se volvió a fruncir, pero mi prima no me miraba, seguía haciendo sus cosas—. Te lo dije una vez, te dije que te acordarías de mí cuando te pasara, pero por lo visto aún no te das cuenta.
—Llega al grano de una vez por todas.
—¡Te enamoraste! —Sus palabras atravesaron mi pecho como una espada invisible. Se dio la vuelta y me encaró de una vez—. Te enamoraste, Carolina, te enamoraste en ese pequeño periodo, y por eso no puedes dejar de pensar en él. Te enamoraste y por eso sigues sacando esa carta para leerla en mitad de la noche —dijo apuntando a la cómoda. Mis ojos se abrieron a la confesión.
—¿Cómo supiste que...? —Pero me interrumpió.
—No seas tonta, obviamente me di cuenta de todas las veces que te despertabas a leer esa carta cuando pensabas que todos dormían. Te enamoraste, acéptalo. Te dije que te iba a llegar, el tiempo es relativo cuando se habla de sentimientos, prima, deberías saber eso antes de sentenciar una relación.
No volví a hablar, no podía, no sabía cómo.
Todo era una estupidez, mi mente cuadrada no dejaba entrar esa opción.
Sí, sabía que sentía algo fuerte por él, pero ¿enamorarme?
Las palabras de prima sonaban tan casual que hacían que formaran un cortocircuito en todo mi ser.
No era posible.
¿Me había enamorado?
—Como yo lo hice con Nacho —dijo al fin. No había visto que se había cambiado a su pijama y se encontraba sentada en su cama justo al frente—. Por eso sé que no es igual a los otros. Me enamoré de ese cabeza hueca, como tú te enamoraste del idiota que botó tu helado y no quería que lo conocieras.
—Pero tú y Nacho… —pude apenas de decir, pero me interrumpió de nuevo, sabiendo exactamente a donde iba.
—No sé, no sé que haré con mis sentimientos, también estoy luchando con ellos, ¿sabes? Porque sé que vivimos lejos, porque sé que no es posible, pero ¿sabes algo más? Prefiero afrontarlos y buscar alguna solución a lo que nos separa y hacer algo antes de enterrarlos prematuramente para después lamentarme por no haber hecho nada. Prefiero saber que luché con todo mi ser por algo que encontré correcto en su momento a que esconderme por tecnicidades y distancias. Así al menos sabré que no funcionó por algo más grande y no porque no di todo lo que podía dar.
Y con eso, todas las palabras que alguna vez tuve para decir se escabulleron como un perro arrepentido.