Me desperté con un martillo azotando justo entremedio de los ojos y la garganta quemándome por la falta de humedad en ella. No sabía dónde carajo estaba ni como había llegado hasta allí. Abrí los ojos con pesar, haciendo que el martillo azotara mucho más fuerte. Las luces de la ciudad entraban por mis ventanas. Mis ventanas. Estaba en mi habitación. Un suspiro salió en medio en la noche. No sabía que hora era, solo sabía que aún no había amanecido y que estaba en mi habitación, eso, y que tenía una resaca de los mil demonios. Recordaba haber bebido desde la tarde, de Nacho e Isabella, pero todo era un revoltijo de imágenes y sentimientos que no podía poner en orden. —¿Cómo te sientes? —una voz hizo que saltara en mi cama sentándome con dolor. No era m