Ariadna. El atardecer caía sobre la ciudad, había llovido durante la tarde, pero ahora el cielo había abierto. Tan solo quedaban unas pocas nubes que el tardío sol teñía de naranja y rosa. Me vuelvo a llevar la taza café a los labios. Saboreo, agradecida el sabor pensando por qué dejé de beber café si me encanta. No quiero profundizar en eso. No quiero analizar todos los cambios que he hecho en mi vida solo por agradar a un hombre que pensaba que era el hombre de mis sueños. Un hombre que me ha dejado sola a pocas semanas de nuestra boda. Sigo redactando el informe para la nueva empresa que Oliver quiere absorber. Una cadena de hoteles. Sonrío. Este hombre no le hace el feo a nada. Consulto en mis libros todo tipo de cláusulas, las voy anotando en una hoja. Estoy sumida en la tar