—No es necesario, solo quiero responder lo que necesites de mis datos e irme.— Responde aún sin mover sus brazos de sus piernas.
Noah parpadea intentando encontrar la paciencia interior que necesita para no mandarlo al demonio.
—¿Tan arisco te vas a poner cada vez que te pidamos algo?— Arquea sus cejas.
Y a pesar de que sabe que no es la mejor forma de tratarlo, y menos en su primer día, teniendo en cuenta lo mucho que le había costado que accediera a trabajar para con su padre, le es inevitable que aquellas palabras no salgan por sus labios.
Parecía ser que León estaba completamente preparado y dispuesto para hacerla poner de mal humor, probando su paciencia a cada instante.
—¿Siempre hablas tanto?— Se burla alzando una ceja, pero para nada es gracioso su rostro.
No está acostumbrado a relacionarse por demás con las personas, y menos para con las mujeres, es por eso mismo que no puede dejar de sentirse irritado ante la intensidad que está poniendo ella para que coma aquel desayuno.
Ella aprieta sus labios y lo mira furiosa. —Vas a tener que acostumbrarte, cada vez que terminas de entrenar tenés que desayunar.— Señala la zona. —Esperando que lo hayas hecho antes también, y si no lo harás antes de entrar, son las reglas que aceptas por trabajar con Alaric.— Sonríe con malicia demostrando quién manda en aquel lugar.
—No necesito una niñera que me esté chequeando cada vez que como o dejo de comer.— Sisea.
—Creeme que se lo que es necesario para un boxeador.— Suspira con pesadez y señala de nuevo el desayuno frente a él.
Ignora su comentario desafortunado y sigue buscando entre sus papeles, en algún momento ella le va a poner los puntos y está más que segura de que va a ganar aquella pequeña pelea, de la misma forma en la que su hermano le había dejado en claro que no se iría de aquel gimnasio.
El rubio toma una medialuna y la come sin levantar la vista, tenía que admitir que se encontraba hambriento, ya qué desde antes de la pelea en la madrugada no había probado bocado alguno.
Noah sonríe conforme y pone atención a su computadora, dispuesta a poder empezar. —¿Listo?— Aprieta sus labios al darle un vistazo y observar cómo come a gusto.
—Si.— Responde apretando su mandíbula.
—¿Edad?— Cuestiona con la vista en la pantalla.
León traga saliva. —Veintiocho.— Sus respuestas son las justas y necesarias.
Noah reconoce que va a tener que acostumbrarse a tener ese trato para con él, y tampoco es que lo culpa porque ella no está siendo muy amable al tenerlo frente a frente.
—¿Número de identificación?— Continúa.
Él suspira y bebe del café queriendo irse de allí cuánto antes.
Siquiera tenía memoria de cuándo fue la última vez que completó un formulario con sus datos, y aquello era por demás incómodo.
Noah de reojo observa cómo ya comió las cuatro medialunas y ahora ataca el tostado.
Sonríe conforme por dentro, era obvio que moría de hambre con tal sólo ver su rostro, podría jurar que no cenó luego de la pelea de anoche, y a pesar de que no tenía manera de probar aquello, también podía asegurar de que las dietas de los boxeadores eran verdaderamente de temer con la gran cantidad de alimentos que consumían, gracias a toda la descarga de energía que tenían por hora en sus entrenamientos.
—56897634— Se limpia los labios con la servilleta mientras observa a la castaña teclear rápidamente.
Realmente está haciendo su mayor esfuerzo por no salir corriendo de allí.
—¿Teléfono?— Mueve su cabeza hacia un costado.
Él bufa y rueda los ojos exasperado. —34-548-843.— Puntualiza con ronquera. —Solo de manera profesional.— Aclara mirándola fijamente.
Noah niega con la cabeza queriendo hacer un comentario al respecto, pero ni siquiera necesita hacerlo que con la mirada le deja más que en claro que no lo necesita para su agenda personal.
—Bien, continuamos.— Asiente mientras tipea con rapidez.
León acomoda su cabello molesto y nervioso.
Si hay algo que detesta es hablar con las mujeres, y ahora más que nunca está quedando claro, él sólo las toma de vez en cuándo para saciar su necesidad s****l, pero cuándo estás empiezan a hablar ese es su pie para irse.
Desde que vio a Noah siguiéndolo en las peleas clandestinas, supo que no era cómo las demás, ella era sexy y sensual, y sin embargo, por más bien vestida que iba ella no se insinuaba a nadie, menos a él, el cuál esperaba eso al principio.
—¿Dirección?— Levanta la vista y se encuentra con los fríos ojos del rubio.
—No te la voy a dar...— Demanda seco.
Ella vuelve a alzar sus cejas con curiosidad y a la vez algo de ironía en su rostro al ver el modo en qué le responde.
—Necesito una dirección dónde anotarte en los torneos, los sponsor te van a enviar ropa y accesorios para que usas durante las peleas y puedas tener mejores ingresos por parte de ellos.— Rueda los ojos mientras le explica.
León niega con la cabeza enfurecido ante aquella pregunta que no le cae para nada en gracia, y que ni siquiera se molesta en ocultar.
Noah volvía a ver a aquella bestia que la colocó contra la pared en el pasillo de la cueva.
—Que lo dejen en el gimnasio.— No mueve un sólo músculo.
Está quieto sobre la banqueta observándola detenidamente.
—En serio necesito tu dirección, León... Ni vos ni yo queremos perder el tiempo y no te lo estoy pidiendo si no fuera algo que necesitamos tener la ficha técnica del club.— Exige ya cansada suspira y lo mira moviendo la cabeza a un costado.
—Mi dirección no va a hacer la diferencia.— Sisea.
—Todos tienen que llenar esta ficha con todos sus datos.— Le recuerda alzando una ceja con enojo.
Él vuelve a negar en forma de respuesta... —No.— Agrega.
—La necesitamos para muchas cosas realmente...— Rueda los ojos llevando una mano a su cabello.
—No te la daré.— Sentencia. —Y Si tenés la misma pregunta para hacerme no tengo problema en levantarme e irme a la mierda.— Palmea sus manos.
Noah asiente, ve que será imposible sacarle la dirección de sus labios, al menos por este momento, y tiene la confianza de qué ya lo averiguaría de todos modos.
—¿Talle de pantalón?— Aprieta sus labios.
León carraspea y sube sus hombros, al no saber que responder.
Ella achina sus ojos y lo mira rápidamente volviendo su vista a la computadora. —Debes ser L, cualquier cosa cambiamos cuándo lleguen.— Se responde sola y evita preguntar el talle de la remera y buzos, ya que supone que tampoco sabrá que responder.
—¿Sabes cuánto calzas?— Arquea sus cejas en su dirección.
Él asiente y muerde su labio inferior sintiéndose ya molesto ante tantas preguntas. —42— Expulsa fastidioso.
Noah finalista asintiendo con la cabeza y enviando a imprimir dicho formulario. —Bien. Murmura.
—¿Ya puedo irme?— Demanda.
—Necesito que comprendas que a partir de ahora no podrás pelear a menos que el entrenador lo sepa, nada de días de furia en la calle, ni mucho menos en establecimientos públicos o privados, ni hablar del underground.— Alza una ceja y lo mira esperando la aprobación de sus palabras.
León asiente y chasquea la lengua.
Noah está por demás exasperada pero no puede meter la pata con su papá, aún recuerda el dolor en su espalda por el enfrentamiento, pero prefiere ignorarlo y concentrarse para que sea todo más rápido, y que luego de este procedimiento de llenar la ficha técnica no tendrá que dirigirle la palabra, a menos que sea estrictamente obligatorio.
—Entendido.— Sisea.
—Eso es todo entonces, te esperamos mañana a las siete, necesito que te saques sangre y un análisis de orina mañana en ayunas a esta dirección.— Le entrega un papel y marca con un marcador rosa la dirección a la que debe ir mañana.
Noah se levanta y cierra la computadora dejándola sobre el mostrador del gimnasio, separa las hojas impresas y le entrega una con la dirección de la clínica a dónde debe ir a atenderse adjunto con los análisis que tiene que hacerse, y otra con la copia de los datos qué él le dió.
—Cuando llegue la ropa te lo hago saber.— Agrega ante su falta de respuesta.
León asiente confundido, pero no emite sonido por sus labios.
—¿Alguna duda?— Cuestiona.
Al ver sus facciones no pudo evitar preguntar.
—¿Cuánto te debo?— Señala la bandeja vacía.
La castaña ríe y niega con la cabeza, mientras agarra las tazas y las deja en el lavaplatos, luego tira los platos descartables que venían de la pastelería.
Él frunce el ceño molesto, siente que su risa es de burla y eso saca que todo su cuerpo se ponga en alerta.
Se acerca a ella para increparla pero sus palabras lo hacen parar en seco.
—Invita el gimnasio el desayuno, todos los días, por eso te comentaba de dónde podes agarrar las demás cosas, incluso, si es media tarde y tenes hambre podes agarrar todo lo que haya...— Sube sus hombros y tira la bolsa al tacho de basura.
León arquea sus cejas y niega con la cabeza.
Noah suspira y cierra las puertas de la cocina. —Acá está tu contrato, léelo tranquilo y después lo firmas en estos días y me lo traes, tambien el alta de la obra social y la prepaga en dónde te harás el chequeo mañana.— Le entrega una carpeta junto con la ficha que recién llenaron y la deja sobre la hoja que antes le había entregado para realizarse los estudios.
—¿Y esto?— Sisea al ver las otras hojas.
—Son formalidades, si querés otro hotel, u otro tipo de lugar para hospedaje en las giras y otros gustos sólo tenés que dejarmelo anotado abajo de todo en las observaciones así lo retoco y ahí lo firmas.— Explica con calma.
Él sólo toma la carpeta y la guarda en el bolso destartalado. —No soy de lujos.— Asegura mirando el gimnasio.
Su voz sigue rasposa y seca.
—Vas a serlo tarde o temprano.— Sube sus hombros desinteresada. —Tenes talento y los boxeadores después tienen gustos caros.— Se burla rodeando los ojos.
León achina sus ojos y niega con la cabeza. —No soy cómo vos, no me interesa el lujo.— Responde.
—¿Que te hace pensar que a mí si?— Bufa.
—Tan sólo cómo ver cómo contrastaste en la cueva estos cinco meses que fuiste a verme.— Escupe cínico.
Ella traga saliva y prefiere no responder a eso, toma su cartera y aprieta sus labios. —Bienvenido a Melle, León, no te vas a arrepentir de haberle dado una oportunidad a Alaric.— Lo deja sólo al decir aquellas palabras .
Cierra la puerta sin llave y se alivia de oler el aire fresco del exterior.
—¡Dios!— Niega con la cabeza y se masajea las manos, las cuáles le tiemblan luego de haber hablado con el rubio por tanto tiempo.