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1490 Words
—¡Sigamos!— Enzo insiste moviendo sus manos. León sonríe y niega con la cabeza, pudiendo llegar a sentirse levemente identificado con las ganas que siempre le encuentra a Enzo para seguir entrenando. Y debe identificado debido a que no solo son ganas de seguir progresando y de entrenar, sino que lo ve más por el lado de que necesita descargar todo el tiempo ese fuego interior que crece cada vez más dentro de él. Cómo si entrenar fuera la forma correcta de poder apagar esa sensación de desesperación que corre en su interior. —¡Volviendo al tema!— Jade y recibe un golpe de León, pero se lo devuelve de la misma forma inmediata. —Te aseguro que si al Alaric me ve comiendo, cómo lo estuvimos haciendo hace algunas horas, me caga a golpes.— Se carajea moviendo su cabeza. Ambos estallan en una carcajada, increíble de pensarlo viniendo de León pero sucedió en el medio del entrenamiento, que ninguno de los dos deja a un costado. —De cualquier manera no deja de ser tu papá, y bien o mal, tampoco puede exigirte o frustrarse porque un día no comas lo que él quiere.— Murmura lanzando una patada y agachándose al mismo tiempo para esquivar el golpe de Enzo. Está encantado con este entrenamiento nocturno. Y todavía no es capaz de poder reconocer qué esta por demás desenvuelto en lo qué respecta al estar hablando de las cosas que para él son privadas. —Siemore me di el gusto de comer lo que quiero, por más que estuve en la lona al día siguiente.— Chasquea la lengua, evitando responder respecto a lo de su padre. Ya qué parece ser qué León no tiene ni la menor idea de cómo es la relación para con ellos y Alaric. —¿Y entonces por que parece que todos tenemos que seguir una rigurosa dieta?— Se carajea acomodando su cuello y volviendo al enfrentamiento. —Tampoco podemos estar matando nuestro metabolismo y te vas a dar cuenta de la diferencia de carga de entrenamiento que vas a tener a partir de ahora, y mucho más después de esta gira.— Sube sus hombros sincero. León lo obsérva y asiente. —Ya lo estoy notando.— Admite. —Pero no sé si estoy tan acostumbrado a comer cualquier cosa qué no me preocupa mantener una estúpida dieta.— Se agacha y arremete contra Enzo. Quién hace una mueca y espera poder quitárselo de encima. —Es simplemente saber cómo darte los gustos... Incluso la mayoría de los boxeadores de la liga lo hacen.— Sube sus hombros, una vez más, restándole importancia y siendo completamente sincero con León. —Ya te vas a dar cuenta cuándo los veas y entren en confianza, además de que te los vas a cruzar en algún que otro evento y vas a ver lo que comen.— Agrega logrando soltarse de su agarre. El rubio suelta una carcajada pero no abre sus labios ni muestra sus blancos dientes... Mientras que el castaño avanza para arrinconardo contra las cuerdas. —Alaric quiere de cualquier manera que te enseñe a comer bien.— Abre sus ojos y alza sus cejas lastimadas por los golpes mientras suspira. —Si estás conmigo te voy a enseñar lo que a mí me sirvió, te pareces bastante a mí.— Sisea forcejeando entre ambos. —O esa es la impresión que me da, y antes de que digas que eso es completamente lo contrario, déjame decirte qué el hecho hayamos nacido en esta familia no significa que nos vengamos de abajo, o que no sepa lo que es la calle...— Golpea su torso y logra qué León se retuerza. Pero vuelve a reincorporarse inmediatamente arremetiendo contra él. —Todos en algún momento somos rebeldes y nos vamos de casa, y te aseguro que no soy la clase de persona que estás pensando.— Puntualiza con un golpe en su estómago que lo hace jadear. Y obliga a tomar aire. León hace una mueca y lo mira. —Si hoy cené con vos es porque no creo que seas esa persona que aparentas.— Jadea y mueve su quijada. Enzo asiente, pidiendo unos instantes para poder reincorporarse, y es en ese preciso momento en que la bestia aprovecha para hablar. —Volviendo al tema de la alimentación yo no lo necesitó y tampoco lo voy a hacer, soy demasiado independiente y testarudo cómo para acatar las órdenes de un entrenador.— Hace una mueca poco convencido con sus labios. El castaño se ríe hy asiente con la cabeza dándole la razón. —Eso se ve a la legua.— Murmura. —Agradezco la oportunidad que me está dando, pero todavía no entiendo por qué está tan interesado en mí y tampoco entiendo porque estoy aceptando, tengo una personalidad muy complicada, tengo mucha ira por dentro y por eso voy a las cuevas además de porque necesito el dinero.— Escupe estando listo para volver a pelear. Enzo escucha atentamente. —Ya pudiste ver lo temperamental que soy la semana pasada.— Alza sus cejas y bufa burlándose de él mismo. —No sé no sé si lo voy a aguantar.— Suspira y baja la mirada. —Y ya sé que dije esto antes, pero es necesario que lo tengas en cuenta.— Maldice cerrando los ojos. —Yo te aseguro que era igual, León... Competir profesionalmente te hace crecer, te hace poner los pies dónde los tenés que tener y siempre que tengas un mal día de ira, lo vas a poder descargar con suerte en el Ring y sin suerte en el gimnasio.— Parpadea señalando el lugar a su alrededor. Siendo completamente objetivo en que son muy privilegiados de poder tener un establecimiento para entrenar a cualquier hora. —Es diferente a lo que pasa con vos. Alaric tuvo demasiados boxeadores a lo largo de su vida, y no creo que quiera despedirse con uno cómo lo soy yo.— Se carajea sonríe de costado. —Mi papa tiene la cadena de boxeo desde que tengo memoria, y yo lo uso desde mis nueve años.— Rasca su cabeza, y hace una pequeña pausa, ya qué le incómoda un poco hablar de aquello. —Era eso, ir a terapia o caer en una correccional.— Golpea su espalda. —Alaric realmente me iba a mandar a un correccional si no cambiaba.— Admite mordiendo su labio inferior. León achina sus ojos, sintiendo curiosidad por lo que está escuchando y no teniendo ni la menor idea de por qué una familia tan perfecta cómo la que parecen ser ellos, tendría ese tipo de inconvenientes, no obstante, ni siquiera pregunta nada y continúa con el entrenamiento esperando que sea Enzo quién siga hablando. —Golpee a Noah.— Infla su pecho y suelta el aire contenido. —Le fisure una costilla, ella tenía.— Niega con la cabeza y detiene sus golpes. —Solo tenía seis años.— Finaliza soltando el aire contenido en sus pulmones. León cruza sus brazos sobre su pecho sin emitir sonido, escuchando muy atentamente su historia... Claramente se acaba de terminar el entrenamiento. —No me di cuenta que lo había echo hasta que apareci al lado de su camilla tomando su mano, con ella dormida y una venda al rededor de su cuerpo.— Suelta ronco..—Ser famoso, boxear en la jaula y estar viajando me sirvió muchísimo, yo sigo siendo ese mismo, con esa misma ira que no puede manejar, pero cuándo estoy ahí, puedo hacer lo que quiero, y cuándo ya no estoy ahí arriba lo descargo en el otro ring.— Señala a León . —Dale una oportunidad a este mundo y no te vas a arrepentir.— Murmura. El rubio se baja del ring, observando su reloj pulsera. —Gracias por la cena, las cervezas y el entrenamiento.— Aprieta sus labios. Enzo se ríe y palmea su espalda, baja de la misma manera del ring y analiza cómo es que de León parece ser que se va a retirar del establecimiento sin siquiera pasar por las duchas a darse un baño. Probablemente lo haga para no molestar. —Quedate.— Propone haciendo un gesto hacia arriba. —Te vas mañana temprano y nadie se va a enterar.— Señala, nuevamente, con la cabeza hacía el techo haciéndo incapie en el altillo que ellos le habían ofrecido con anterioridad. el rubio niega, volviendo a su postura seria mientras que se encamina hacía la puerta. —Estoy bien así.— Sisea. Enzo lo sigue sin volver a insistir y le abre la puerta. —Descansa bestia.— Se despide. Ninguno dice una palabra más, el castaño cierra la puerta y mira a su alrededor encontrándose con el gimnasio más que desolado, viendo una escena que conocía a la perfección y le gustaba por sobremanera.
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