Los ojos de Sebastián se mostraron atentos, su voz sonó mucho más rasposa al indicarle a Rufina que se fuera, porque frente a él había algo mucho más importante que la cena, una silueta hermosa que no podía ignorar, que no podía hacer a un lado. Sebastián relamió sus labios antes de acercarse a Paris, acortó la distancia entre ambos, tanto, que ella pudo sentir aquel aroma tan delicioso que desprendía siempre de su ropa, sumado al olor a menta de su boca. Los ojos grises de ella se mantuvieron fijos sobre los azules de él, que desprendían un fuego hermoso de un azul mucho más oscuro. Sebastián elevó una mano y acarició la mejilla de su alumna con el dorso de sus dedos, recorrió su piel con lentitud y bajó lentamente por su cuello, la piel de Paris se achinó ante su toque, sus ojos se c