En el rostro de Paris era visible un rubor rojizo a causa de haber corrido, este se tornó un poco más intenso al observar a Sebastián presentándose como su nuevo profesor de arte. Parecía tan irreal aquel encuentro, ambos estaban seguros de que jamás volverían a verse y estar frente al otro en ese salón de clases parecía un sueño lejano. Paris observó a Sebastián a los ojos, se notaba serio, lo que le indicaba que aquello no era una broma de mal gusto, aunque tampoco era la mejor noticia que recibiría en el transcurso del día. Sebastián era aquel afamado pintor, el hombre al que le entregó por primera vez su cuerpo, era Sebastián Harris y por si aquello no podía ser peor, también era su profesor de arte. Algunos estudiantes se mantuvieron atentos para saber quien era la persona que había