Sebastián acarició los muslos de Paris sobre la tela de sus mayas negras, su falda se había elevado y el calor dentro del auto comenzaba a empañar los vidrios. Los ojos de Paris se mantuvieron fijos sobre los de Sebastián cuando ella movió su pelvis hacia a delante logrando sentir la fricción con el endurecido bulto debajo de ella. Sebastián la besó al tiempo que hundía sus cálidos dedos en su rojiza melena, la boca de Paris se abrió un poco más mientras sentía la lengua de Sebastián encontrarse ansiosa con la de ella. Una vez más Sebastián tuvo que alejarse, cuando escuchó un auto pasar junto a ellos, la carretera estaba sola, pero no desierta y tuvo que contener sus ganas de desvestirla en el auto. —Mi fresita deliciosa —dijo Sebastián observando las pecas que adornaban las mejillas