Mientras una ligera nevada caía suavemente del cielo invernal, cubriendo aquel paisaje urbano con un manto brillante. Sebastián Harris observó su nueva residencia desde el asiento trasero de su auto. Transcurría el mes de enero y a pesar del clima gélido, el bullicio en la ciudad de New York llenaba el aire de calidez y energía; Sebastián salió del auto y observó una vez más su nueva residencia, sintiendo el aire frio que quemaba hasta los huesos recorriendo su cuerpo. Había pasado un mes desde que su hermano gemelo se había casado y un poco más desde aquella despedida de soltero en Las Vegas donde conoció a aquella joven pelirroja. Luego de pasar varios años de un país en otro sin rumbo fijo, Sebastián al fin había aceptado la propuesta de Carlo Marino, un afamado pintor retirado y dir