Dime que no soy molesta//Samantha

1092 Words
Estaba comenzando a ver de lo más normal que Imer Palace se la pasara tras ella y de hecho, a Samantha ya ni siquiera le molestaba la imponente presencia de aquel otro alfa en su entorno, de hecho, le reconfortaba tener su presencia fuerte y dominante cerca. Le gustaba su compañia porque gracias a él los demás no le miraban como si fuera un bicho raro y era tan reconfortante tenerlo cerca con su personalidad tan diferente a la suya, que por eso le notaba ese extraño comportamiento desde que se encontraron en la mañana. —¿Qué pasa? —preguntó al ver a aquel alfa un poco deprimido con los ánimos por el suelo, algo muy inusual en él, quien siempre caminaba con la frente en alto, orgulloso y altivo—. Tu aroma te delata. Lo cierto era, que el ambiente se había vuelto un poco preocupante para Samantha, pues podía percibir la tristeza en Imer por su aroma levemente agrio por algo que ella no sabía y que deseaba conocer, para así, compartir un poco de la carga sobre los hombros de quien se estaba convirtiendo en un muy buen amigo. —La madre de un buen amigo, volvió a tener una amenaza de aborto en muy poco tiempo —Imer suspiró sintiendo lagrimas comenzar a reunirse en sus ojos —. Sí sigue así, el bebé no... no —Imer cortó sus palabras al pensar en Namul que era el que lo estaba pasando peor al lado de su familia. —Tranquilo, Imer —trató de animar, pasando sus manos delicadamente en la espalda contraria, sintiendo leves espasmos que indicaban que el lobo estaba llorando —. No puedo hacer más que solo rezar porque la madre y el bebé estén bien —dijo con dulzura en el oído de Imer, sintiendo como este poco a poco se iba calmando al ritmo de sus palabras y las caricias que repartía —, tu amigo y su familia estarán bien. Samantha agradecía inmensamente por la confianza que Imer había puesto en ella al contarle sobre lo que hacía a su corazón entristecer. Y la verdad es que, ella estaba dispuesta a ponerse de rodillas y rezar a cualquier deidad que existiera en el mundo, para que el amigo y la familia que sufrían en ese momento, lograran recuperarse y asi, poder tener de regreso al chico de intensos comportamientos que era Imer. Entonces, Imer levantó la cabeza y enfocó sus ojos en la dulce mirada color chocolate de la chica frente a él, que tenía por sobresaliente la compasión y la ternura que un omega debería tener, cosa que a veces le daban muchas dudas sobre si esta era su casta verdadera. —¿Estás segura de que no eres una omega? —preguntó serio, obteniendo un para nada usual de un alfa en todas sus facultades, pero tierno puchero, que hizo que algo revoloteara en su estómago levemente. —Nos conocemos desde hace un mes y aún tienes duda de ello —dijo Samantha con las mejillas rojas, sin embargo, que Imer dijera aquel tipo de cosas, por alguna extraña razón no le molestaba ni le hacia sentir triste o menos alfa, cosa que era muy rara y dejaba a su león interno ronroneando como un tierno gatito. —Mmm es normal tener mis dudas. Samantha entonces notó que Imer sonreía de una forma en la que nunca en el mes que tenían de conocerse lo había visto sonreír con nadie más que solo con ella. Especial y única eran las palabras justas para aquella acción tan espontanea para los seres humanos, pero que solo podías ver de vez en cuando en aquel alfa, al que todos admiraban, pero solo unos cuantos, contados con los dedos de las manos, podían decir ser sus amigos. Sus mejillas se calentaron al instante y unos nervios intensos comenzaron a hacerse cargo de lo que diría después de sentirlos: —Eres molesto. Y entonces, el corazón de Imer se agitó de sobremanera en su pecho, sin saber a que se debía aquel subidón de adrenalina y un poco de pena mal disimulada de su lobo, comenzó a molestar a aquella pequeña alfa con rostro y actitud de omega, abrazándole por el cuello y pasando su puño con poca fuerza en la suave cabellera de Samantha, quién riendo, trataba de quitárselo de encima. —¡Yah, Imer! —gritaba y reía a partes iguales —. Vas a despeinarme y luego tendrás que volver a dejarme como estaba. Se estaba divirtiendo, a Samantha le encantaba mucho la idea de tener un amigo como Imer y que este no le juzgara por ser como era, incluso si estaba provocando cosquillas que le darían ganas de orinarse. El molesto de Imer no se detenía y ahora con mucha mas confianza, había dirigido aquellas grandes manos hacía sus axilas y costillas, donde comenzó a masajear y a hacer cosquillas con mas insistencia. —Dime que no soy molesto —dijo Imer, riendo a la par de Samantha —. Dí que soy toda una dulzura y pararé. De lo contrario seguiré hasta que te hagas pipi. Decía el malvado Imer riendo a carcajadas junto a ella, rojo por la fuerza que ejercían sus poderosas manos en su cuerpo indefenso, cabello muy despeinado igual que el suyo y una enorme sonrisa de idiota en su rostro y Samantha, realmente solo pudo pensar que tal vez y solo tal vez, Imer se veía un poco lindo de aquella forma. Riendo a carcajadas únicamente para ella y por ella. —¡Yah! —Samantha rio —. ¡Eres una dulzura! ¡Eres una completa dulzura! Y solo entonces Imer paró con las infernales cosquillas y Samantha se permitió respirar con tranquilidad, y recuperar la tranquilidad que siempre tenía, acomodando su ropa y cabellos, que vergonzosamente apuntaban en diferentes direcciones. —Y-Yo me voy —dijo Imer de repente sin siquiera darle la cara y tartamudeando un poco. De inmediato una pregunta surgió en la mente de Samantha: ¿Por qué Imer actuaba de aquella forma? Y Imer por su parte se cuestionaba el hecho de que su corazón no dejaba sus locas palpitaciones, tanto que incluso podía escucharlas en sus oídos y sentía en cualquier momento este saldría volando de su pecho para nunca más volver con él en un viaje sin fin. ¿Qué pasa conmigo? Se preguntó mentalmente mientras corría a algún lugar en donde el aroma ni la presencia de Samantha pudieran respirarse ni sentirse.
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