¿Por qué era tan difícil encontrar un poco de paz?
Imer no sabía que hacer, todos parecían querer estar en su contra y eso le ponía los nervios de punta y su lobo interior estaba mas que dispuesto a pelear a la mínima provocación, definitivamente la gente no ayudaba en nada.
Justo cuando el mal humor estaba haciendo que su sistema se sobrecalentara, un chico que no conocía de nada lo empujó con una fuerza descomunal, de forma que ahora podía sentir el frío piso de cerámica con sus manos.
—Pero... ¿qué demon...
Su pregunta quedó a medias, cuando vio al mismo chico cerrar los puños y acercarse amenazador a su posición en el suelo y estamparlos uno a uno en sus mejillas y en cualquier parte de su rostro en donde cayeran los puñetazos llenos de furia de aquel completo extraño.
—¡Esto te enseñará a no meterte con el omega de otro alfa! —gritó el desconocido.
El omega de otro alfa.
Esa frase lo había dejado pensando y cuando los recuerdos llegaron a él, le dijo al chico:
—¿Te refieres a ese pelirrojo muy precioso? —le preguntó cuando el chico tomó aire después de 5 golpes consecutivos —. ¿Cómo se llamaba? ¿Sungmin? —la cara del chico cambió y definitivamente ese era el nombre del omega con el cuál se habia acostado la noche anterior despues de salir del bar al que frecuentaba —. Él realmente era una cosa seria. En cuanto terminaba de correrse pedía por mas y gritaba incesantemente que mi pene era mejor que el de su aburrido novio.
Con eso último hirió los sentimientos de ese alfa, ¿Como lo supo? Un fuerte golpe fue a parar a su nariz e instantáneamente comenzo a sangrar por primera vez en lo que llevaba ese chico golpeandole.
—Eres un puto —le dijo el chico con asco y bueno, solo podía responder con certeza una cosa:
—Esa... —se acercó al rostro del chico enojado —es mi especialidad.
Una sonrisa a medias y pronto el que estaba en el piso no era él sino el otro alfa; recibiendo golpe tras golpe y sangrando desde el primer impacto, al parecer ese chico no sabía a donde se había ido a meter y a quién estaba enfrentando, estaba consciente de la multitud que se habia formado para presenciar ese acto.
Lo que mas le molestaba era que nadie intentaba ayudar al chico y se quedaban como simples espectadores, como alfa eso le dejaba satisfecho, pero como persona estaba tan triste, porque realmente no deseaba convertirse en un animal; pero, estaban tan inmerso en vengar su orgullo y su mente cayendo en un profundo pozo oscuro, no sabía que hacer y sus amigos aún no llegaban a la Universidad para pararlo.
Espera.
Sus manos se detuvieron de golpe y lo sintió:
Pan recién salido del horno y café.
La pequeña chica de ojos chocolatados que tanto buscaba.
—No te vuelvas a acercar mas a mi —tras decirle esa advertencia al chico medio inconsciente en el piso, se puso de pie y corrió en la dirección de aquel precioso aroma.
Había pasado una semana desde que perseguía y hablaba con aquella menuda alfa, que sonreía timidamente a sus bromas achinando sus ojitos cafes de una forma muy tierna.
Imer quería ser amigo de aquel pacifico ser, pero no sabía como hacer para ganarse la completa confianza de esta y que tal vez le transfiriera un poco de su quietud y tranquilidad, ya que su alfa interior siempre estaba luchando contra algo invisible en su interior.
—¿Que piensas? —escuchó la fina voz de Samantha quien estaba a su lado porque él mismo se le había pegado como un chicle en el camino a la clase de pedagogia, después encontrarlo tras su pelea.
—Quiero que me des un consejo para tener paz interior con mi alfa —dijo un poco serio, haciendo relucir una brillante sonrisa de los carnosos labios de Samantha —. No te burles de mi.
Pero Samantha siguio riendo.
—Lo siento —se disculpó limpiando una fina lagrimita de la esquina de uno de sus risueños ojos —. No debes hacer la guerra con tu espiritu animal, en su lugar, comprende y aprende a hablar tranquilamente para saber que es lo que él quiere y no hacer solamente tu voluntad.
Imer lo pensó seriamente por unos minutos y llegó a la conclusión de que siempre le daba lo necesario a su animal interior, pero este nunca estaba satisfecho.
—Es un egoísta —Las risas de Samantha volvieron a escucharse muy lindas, llenando el ambiente de una paz indescriptible —. Siempre quiere más y ultimamente me pide el doble y se me hace cada vez más dificil saber lo que quiere. Es un caprichoso.
—De seguro haces muchas cosas que a él no le gustan.
Esa frase lo puso a pensar nuevamente, su antes perezoso, pero irascible lobo interior era tan exigente como él no lo era y nunca lo sería, por eso quizas nunca podía tener lo necesario para el ahora energetico lobo que se removia inquieto en su interior.
—Eres tan menuda —habló tratando de cambiar un poco el tema, ya que se estaba comenzando a sentir raro —. ¿Estas segura de que eres una alfa? — preguntó de forma burlona.
—¡Yah! Lo soy, soy tan alfa como lo eres tu —dijo, tapando su rostro con sus minusculas manitas, llena de vergüenza al ver como Imer olfateaba a su alrededor.
—Hueles a alfa, pero no te comportas como uno —le dijo, recordando su furioso comportamiento a la hora de su pelea.
El atrayente aroma a café y a pan recién hechos que expelía del cuello de aquel pequeño alfa, le había mareado, pero la pregunta era: ¿Por qué? Los alfas no deberían poder sentir el olor de otros mas que solo la imponente presencia, pero él podía sentir a esa chica por completo.
Sin duda alguna, su lobo alfa interior estaba actuando muy raro desde que conocío a Samantha Bennett una semana atras.
—Puedo actuar como una alfa si quiero —dijo Samantha. Colocando sus brazos a los lados de la cabeza de Imer mirandole fijamente con unos ojos hermosos y serios del color de un chocolate, caminando lentamente hacía atras hasta que lo hizo chocar contra una pared —. Mirame muy bien —habló con una voz mas sexy a la dulce que tenía normalmente.
A Imer se le dificultó entonces el poder respirar e hizo lo que pensó nunca en su vida haría por nadie.
—Y-yo —tartamudeo un poco sintiendo sus mejillas calientes, para luego recobrar la compostura y cambiar de posiciones —. Eres una alfa —admitió en voz alta haciendo sonrojar a Samantha —. Pero, para ser una alfa como yo, aun te hace falta mucho, compañera.
Imer sonrió y Samantha con el corazón en la mano se alegró al saber que Imer Palace la consideraba su igual y así comenzó la aventura de una nueva amistad entre aquellos alfas tan opuestos, pero que de alguna manera podían encontrar similitudes entre ellos.