Samantha caminaba de prisa hacia su salón de clases, hace un momento había chocado con el alfa mas popular de toda la universidad y nerviosa era poco decir para el pavor que le recorría todo el cuerpo, sobre todo porque la voz de aquel chico había provocado un extraño éxtasis en su sistema nervioso y en todo lo que tuviera que ver en su cuerpo en realidad, incluso sentía su cabello erizado y su corazón retumbar contra su pecho como olas furiosas y eso no era normal.
¡Demonios!
Nunca había sentido esa clase de nervios, menos por un alfa y eso le hacía sentir muy rara, no era normal y menos, que su león interno ronroneara de esa forma, como si se tratase de un gatito mimado, de esos que los betas tenían como mascotas.
No sabia que era lo que estaba ocurriendo con su sistema nervioso, ni mucho menos con su cerebro y mente, ese chico no salia de ellos y su corazón cada vez latia a un ritmo que no era para nada sano en un humano cambiaforma como ella.
Samantha suspiro, era demasiado raro que pasara todo esto justo cuando iba entrando a la nueva universidad, sentía que el universo y el destino habían creado una alianza para confabular en su contra y eso le ponía aun mas los nervios de punta, cuando menos lo pensó, su aroma estaba llenando de feromonas de miedo el ambiente y todos los estudiantes que pasaban a su alrededor se le quedaban viendo.
¡Claro que si!
Una alfa con un aroma que demostraba el estado de terror en el que se sentía, no era para nada normal en estos días en los que los alfas son rudos e imprudentes con su fuerza, y eso… le ponía los nervios de peor manera.
—Relájate, Samantha Bennett —intentó relajarse y convencerse a si misma de las un millón de cosas que estaban atacándole los nervios, mientras paraba de caminar en un lugar en el que las personas dejaron de pasar y era un poco solitario —. Solo es un alfa, es igual a ti.
Al menos eso era algo en lo que quería creer.
Samantha trataba de convencerse de que, por ser de la misma casta, ambos eran iguales, pero más equivocada no pudo haber estado, unos minutos después sintió una gran mano posarse en su hombro del lado derecho que le hizo voltearse de una forma muy ruda y a la vez espantada por la acción que le dejo doliendo el área afectada, haciéndole imposible no gemir por el dolor.
—¿Por qué te fuiste, enana? —un nuevo recorrido de nervios subió desde la punta de los dedos de sus pies, erizando cada vello en su cuerpo y agitando mucho mas, las fuertes olas en su corazón.
—T-tengo clases —dijo con mucha timidez y un poco de temor mezclados en su voz al tener el fuerte olor a alfa dominante golpeando y penetrando en su nariz.
—Yo también tengo clases, pero no por eso salgo huyendo como Omeguita asustado —reclamó Imer.
¡Genial!
Samantha sabía que ese chico raro tenía razón, había huido de la escena para no crear problemas y su propio alfa interior gruñía exigiéndole que se defendiera de aquellas palabras que profanaban en lo más hondo de su orgullo, pero ella simplemente como humana era una persona pacifista que no le gustaba pelear para nada.
Ese chico quería pelea, pero por su parte nunca respondería y menos por algo que no valía la pena como un choque que fue un accidente torpe de parte de ambas partes.
Además, tenía una historia que no le dejaba reaccionar como debería al ser una alfa de la r**a de los leones, algo que le sumía en una profunda tristeza y era su vergüenza más profunda.
—N-no soy un Omega —se decidió por responder, presa de los nervios que le daba tener una intensa mirada como la de Imer Palace que correspondía a la de un depredador acechando a su débil presa, y claro que estaba al tanto de quien era la presa en esta situación, así que moviendo con incomodidad y entrelazando los dedos de sus manos, expresó un poco de su patética preocupación —. No quiero llegar tarde.
Y era cierto, ese era el primer día en esa Universidad después de haberse transferido por algunos problemas que tuvo con unos pocos de sus compañeros, no podía darse el derecho de faltar a sus primeras clases y verse ante los profesores como una estudiante irresponsable y problema, solo por un alfa que era poco tolerante ante los accidentes.
—¿Que clase de alfa no pelea por un insulto de esa índole? En pocas palabras, te he llamado llorón y débil —dijo Imer.
El comentario clasista y maleducado de Imer, le hizo enojar un poco, pero, Samantha sabía que ese alfa solo trataba de sacarla de sus casillas, pero para mala suerte de ese que quería hacerle enojar, Samantha Bennett tenía una paciencia que incluso un monje de cualquier santuario envidiaría. Así que se dio la vuelta y comenzó a caminar a paso rápido tratando nuevamente de huir de aquel alfa persistente que aun así tenía el descaro de perseguirle.
—¿Podrías dejar de perseguirme? —preguntó hecha una total bola de nervios y timidez andante, sintiendo el calor que exudaba el cuerpo del lobo que andaba tras sus huesitos.
¡Eso era super genial!
—No puedo —negó Imer con palabras y moviendo la cabeza de lado a lado de acuerdo a lo antes dicho —. Hay algo en ti que me hace no querer dejarte en paz.
¡Super… duper… extra… GENIAL!
La vida y el destino que ahora estaban juntos y confabulando en su contra, era más que obvio que comenzaron a gritar con toda su potencia a todo el mundo en ese momento:
¨ ¡Sacrifiquen al burro! ¨
Y claro… por su puesto que sí, ella era la única presente en ese momento.
Siempre era la única presente a la hora en la que las santas deidades comenzaban a repartir las desgracias a todos los cambia formas en el universo.
Samantha estaba simplemente segura de una cosa en esos minutos que tenía de estar siendo perseguida por ese chico malo:
"Estaba malditamente jodida"
Una nueva universidad era igual a un nuevo comienzo, pero al parecer todo seria de la misma forma en la que fue en su antigua universidad y anteriormente, los institutos en los que estudio el bachillerato y mucho antes, la escuela.
Pero, ¿por qué ella de entre todos en la universidad?
Bueno, eso lo descubriría con el pasar del tiempo.