Meses atrás.
Imer Palace.
El nombre del alfa del con el cual todos los omegas deseaban acostarse, tener un bebé y ser marcados, sin duda un hombre varonil con músculos marcados y potente aroma a macho, de esos difíciles de olvidar.
—Mira, es Imer Palace.
En efecto, Imer iba pasando por el pasillo de la Universidad, regando en su camino el fuerte aroma a macho soltero y difícil de conquistar, con sus ojos negros paseándose por sobre todas las personas que le abrían paso, con un poco de picardía en su sistema, dejo salir un poco de su aroma y aparto el flequillo de su frente.
—Dicen que si tienes una noche apasionada con él, definitivamente quedaras en silla de ruedas.
Sí, claro.
Imer al escuchar aquéllo rio internamente, no es que fuera una mentira, después de todo: "Si quitarte la picazón del celo quieres, hacerlo fuerte debes" Y él ponía todo su empeño en satisfacerse y satisfacer a su pareja para no dejar remordimientos, su ego volaba tan alto al escuchar a todos aquellos lindos seres llamados omegas, nunca se cansaría de sus dulces aromas y de las peligrosas curvas que de vez en cuando, sus dueños le invitaban a algo más que solo mirar.
—Quisiera intentarlo.
No, mi cielo.
Imer pensó. Al fijarse en la chica que había dicho aquello, vio que era una de aquellas de las cuales se presumía, había estado con todos los alfas de la Universidad.
No.
A él le gustaban apretados y por lo que había escuchado, la chica ya estaba demasiado usada por la mayoría, asi que no le interesaba, además que no quería pegarse ninguna enfermedad por andar de promiscuo con cualquiera.
—¡Hey, Imer! —un grito ronco se escuchó fuerte entre una multitud de omegas y alfas que iban caminando detrás de él y otros que solo iban de camino hacia algún salón de clases, dando paso a su mejor amigo Namul —. ¡Espérame!
Imer detuvo su caminar y algunos descarados suspiros se escucharon.
—Nam, ¿Qué pasó? —Pregunto curioso, pues su amigo era tan orgulloso que no era de aquellos que andaban gritando el nombre de otros alfas en los pasillos de la Universidad o cualquier sitio en realidad.
—Tengo un problema serio que tratar.
—¿Irás a desfogarte a algún lado? —dijo subiendo y bajando sus cejas con una mueca pervertida.
—Ojalá fuera eso —dijo con un tono diferente del usual y con su fuerte aroma delatando verdadera preocupación, a pesar de su inexpresivo rostro —. Mi mamá acaba de colapsar con una amenaza de aborto y papá no está en casa para ir al hospital y estar pendiente de ella.
Namul se notaba muy triste al decir aquello, pues Imer recordaba haber visto muy feliz a su amigo cuando dio la noticia de que tendría un nuevo hermanito y como todo alfa, comenzó a presumir las ecografías de un pequeño puntito n***o en un papel.
Algo que siempre llevaría consigo en su memoria, pues, aunque los alfas no se comunicaran mucho entre si, en cuanto a sentimientos, Imer sentía que era un m*****o mas en la familia de su amigo el alfa de rinoceronte, quien ahora necesitaba tal vez algunas palabras reconfortantes.
—Todo estará bien —dijo dando dos fuertes palmadas de simpatía en el hombro ajeno, haciendo que Namul se quejará del dolor, solo para relajarlo un poco y olvidara por un momento su preocupación —. Ni que te hubiera dado tan fuerte.
—Aja —lo escuchó bufar molesto y sonrió para él un poco —. ¿Podrías entregarle esto al maestro por mí?
Imer acepto el folder con muchas páginas dentro, que Namul le había entregado y luego de unas cortas palabras, vio como el segundo se marchaba con mucha prisa de aquella institución, como alma que se lleva el diablo, hacia el hospital, pues recibió un alarmante mensaje de parte del doctor de su madre.
—Espero todo salga bien —rezó por un momento por el bienestar de la madre de su amigo y el bebé en gestación, para luego seguir su camino hacia su respectivo salón de clases.
Entonces, hubo un momento en el que se distrajo demasiado, pensando en lo que iba a comer para el almuerzo, esa era una de las características de los alfas, tener un estómago como un barril sin fondo, agradecía tener una complexión delgada, pero musculosa en esos momentos porque cuando agarraba en serio la comida, bien podría comer una vez y repetirse cinco.
Entonces chocó contra un cuerpo casi igual al suyo, pero unos centímetros más bajo y por la fuerza del impacto y por ser el quién también iba distraído cayó al piso con mucha fuerza.
Todos alrededor ahogaron un chillido entre preocupados y curiosos por saber lo que pasaría entre aquellos alfas que habían chocado, algunos con la esperanza de que una interesante pelea empezará y otros preparándose por si aquello sucedía para ver o huir a donde la pelea no les alcanzara.
Para sorpresa de todo el mundo la pequeña alfa de cabellos color rubio y mirada achocolatada fue la primera en ponerse de pie e irse del lugar, buscando no meterse en problemas con aquel que se presumía, cuando iniciaba peleas al terminar te dejaba en una camilla de hospital, Imer Palace.
Imer sintió el dolor por el impacto y tardo unos segundos en ponerse de pie al esperar que aminorara un poco y asi ir tras la pequeña mierda que se encontraba unos metros adelante, huyendo de la escena como una asquerosa cucaracha.
—¿Adónde vas, enana? —dijo Imer en tonos amenazantes acercándose rapidamente al pequeño cuerpo de aquella que se suponía era una alfa, para no dejarla escapar —. Me chocas y te vas, así como así. ¿Pensaste que te dejaría fácil el huir?
Dijo colocando amenazante una de sus manos pesadas en el hombro de la pequeña mujercita, mientras pensaba en como y que partes golpear para hacerla sufrir lentamente, Imer podía escuchar a su lobo rabioso pedir por darle un mordizco a ese pedazo de escoria, entonces, la muchachita esa al sentir su tacto, se dio la vuelta y con ojitos llorosos solo pudo decirle, mientras temblaba ligeramente:
—L-lo sien-siento.
Imer al ver aquellos pequeños ojos llorosos se sintió un gusano y la culpabilidad comenzó a a recorrer y arrastrarse por completo en cada célula de su cuerpo, pero la chiquilla lo sorprendió sacándole de sus pensamientos y tomando una de sus manos, específicamente la que había puesto de manera brusca en su hombro, la quitó, para irse trotando del lugar, huyendo de él como su fuese una tempestad en la cual no se quería ver envuelto.
Y no es que le enorgulleciera que lo consideraran una tempestad, pero por alguna razón, no quería que esa chica creyese esas cosas sobre él.
—Pero que chica tan extraña.
Y una vez más, esa era la extraña forma de actuar del destino en la vida de las personas, de una forma sorpresiva y sin dejar opciones.
¿Quién diría que ese encuentro sería tan significativo para ambos alfas?