Si le pagaran un dolar por cada sueño húmedo muy caliente y que podía sentir con si de la mismísima realidad se tratara con Samantha, tendría al menos casi 10 dólares. Una semana había pasado desde aquel sueño en donde la pequeña alfa había aparecido y se había negado a irse de su subconsciente. —¿Qué estás haciendo, Imer Palace? —susurró para sí mismo, llevando sus grandes manos para su rostro un poco avergonzado, pues unos minutos antes había estado masturbandose mientras pensaba en la chica que tanto le gustaba, descubriendo así que todo en él poco a poco iba perteneciendole a aquella necia Leoncita. Era un día sábado, por lo cual no tenía que ir a la Universidad, pero si tenía que terminar muchos proyectos de diferentes materias que eran para la próxima semana, gran mierda que estab