Capítulo Cinco

1619 Words
Pov Canon La chica estaba haciendo frente al arcángel, me estaba protegiendo, probablemente no tenía la menor idea de quién era el que tenía en frente y tampoco de qué es lo que era yo pero mucho menos de lo que ella representaba, un nefilim y no cualquiera; he visto muchos a lo largo de mi larga vida, pues aunque mi apariencia aún es joven tengo más años de los que aparento, soy el triple de sabio de lo que los demás creen, tengo más poder del que parece pero mis alas aún se niegan a salir. La observé nuevamente, ella liberaba un aroma delicioso, dulce, no era floral y tampoco frutal, extraño, pero exquisito en verdad. Sus verdes ojos se habían vuelto dorados al amenazar al idiota del Arcángel, los demás parecían mantener distancia, pero me pareció que trataban de mantener algo en secreto, algo oculto a los ojos de la chica pero, ¿Qué? ¿Qué era eso? ¿Dónde estaba oculta la pista que me faltaba para poder deducir finalmente el acertijo de los alados? El príncipe tenía razón, había algo más de fondo y estaba relacionado con la muchacha frente a mí, aproveché su discusión y me puse de pie, me elevé en el aire y como si respondieran a mi necesidad en tal momento mis alas hicieron acto de presencia, eran tan enormes e imponentes como las de los ángeles, dos pequeños cuernos se situaron en mi cabeza, uno a cada lado de la misma y para cuándo se percataron de mí, ya estaba en mi forma de demonio; mis alas batieron con toda su fuerza y lance a todos por los aires, excepto a ella pues parecía no haberle movido ni un cabello y eso me sorprendió en demasía, sonreí, se veía graciosa con esa expresión, sus ojos recorrieron cada centímetro de mi cuerpo, posicionándose en mis alas y luego en mis cuernos. —  Oh, por Dios...-—  dijo abriendo la boca como si se le fuera a descolocar. —  Esto no es obra de Dios —   susurre. Caminé hasta ella esperando acortar la distancia que nos separaba, lucía aterrada por mi apariencia pero a la vez notaba ese destello chispeante y fogoso de curiosidad en sus ojos, eso que los caracteriza a todos los de su especie, típico de un nefilim, ¿Quién era ésta chica? ¿De dónde venía? ¿Por qué no se encontraba en compañía de demás nefilim? Estaba seguro que mi señor Kaia vendría por la muchacha, después de todo, la curiosidad que yo sentía por ella también la sentiría él. —  Gracias, por ayudarme, Anael —- susurre dándole un beso en la mejilla. En el proceso, tomé un poco de su energía vital para poder terminar de recuperarme, nada que fuera a herirla pero ella cayó dormida al suelo inmediatamente. Extendí mis alas y me levanté en vuelo, mientras los ángeles se recomponían de mi ataque y algunos se lanzaban hacia mí.   Pov Anael Despierto en una cama dura y poco cómoda, la luz blanca me obliga a cerrar los ojos y parpadear varias veces hasta acostumbrarme, cuando por fin logro ver, lo primero que llama mi atención son las blancas paredes de la habitación, el aroma a desinfectante es abrumador y en pocos segundos me percato de que no me encuentro en mi habitación; a mi lado se encuentra Patrick dormido en una especie de sofá, se lo ve cansado y sé que, por sus ojos ojerosos, ha llorado y mucho, pero, ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? Mi mente es un mar blanco con pequeños pedazos de recuerdos que no logro conectar todavía, me observo y no tengo heridas, ni sondas ni sueros, entonces, ¿Por qué estoy en el hospital? ¿Qué fue lo que sucedió esa noche? Recuerdo varios rostros, Merth peleando, un niño y una criatura voladora extraña, una punzada de dolor llega a mi cabeza y me hace quejarme de forma bastante sonora, pronto siento que tocan mi mano y es Patrick el que me observa casi incrédulo. —  Despertaste... Dios mío, Any, despertaste —- susurra abrazándome con fuerza. —  Patrick, ¿Por qué lloras? ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué estoy en un hospital? — digo sin comprender nada. —  Has estado dormida dos días seguidos, no sabían que te ocurría. —  Suspira —  Merth dijo que te atacaron cuando fuiste a devolver su libro — explica  sentándose junto a mí. — ¿Y Merth? -— pregunté sin creer lo que me había contado. —  Aquí estoy —- habló desde la puerta. —- Qué bueno que estés despierta, nos preocupamos mucho por ti. Ambos nos sostuvimos la mirada, había tanto que quería preguntar pero no lo haría con mi primo presente, sabía que no respondería a mis preguntas mientras Patrick estuviera aquí y  de pronto como por arte de magia el chico que sostenía mi mano preocupado y relajado a la vez se desplomó sobre mí como una bolsa de patatas; casi grito del susto, pero Merth me hizo señas para que estuviera tranquila y tras observar fuera del cuarto y cerrar la puerta volteó a verme. —  Está dormido, nada malo le ha pasado — agregó riendo. — ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Dónde está el niño? ¿Por qué me desmaye? Y tú, ¿Qué eres? -— solté sin vueltas. —  ¿Qué les has hecho a Patrick? ¿Cómo sabes que solo duerme? —  Primero, podrías ser más considerada y preguntar cómo estoy, ¿no crees? —  Eleva una ceja —  Segundo, sucedió lo que viste. El niño al que crees haber salvado, es nada más y nada menos que un asqueroso demonio del Inframundo. —  Toma asiento —   Mis amigos y yo debíamos atraparlo y hacerlo confesar algunas cosas, pero quisiste ser heroína y se escapó. —  rodó los ojos con molestia. —  Un demonio... Pero... ¿Cómo es eso posible? Sí él es un demonio, tú eres entonces... — dije tratando de asimilar mis palabras. —  Soy un Arcángel, Any tu llevas mi nombre, soy al que los humanos llaman, el ángel del amor — confesó mirándome. Mis ojos iban a salirse de sus cuencas, estaba segura de ello, no podía más, no entraba más información en mi mente que la que había conocido toda mi vida, por alguna razón me costaba creer todo eso aun cuando lo había visto con total claridad; él era un ángel, no, ¡Un Arcángel! Mi mejor amigo era un ser casi mágico podría decir, todos los que vi esa noche lo eran y el niño... ¡¡Por el amor de Dios!! ¡¡Yo salvé a un demonio!! ¿Y ahora qué iba a pasar? ¿Por qué yo los había visto? ¿Acaso no se ocultan de las personas mundanas? ¿Es que me iban a buscar o castigar de alguna manera? ¿Qué carajos estaba sucediendo? — ¿Por qué pude verlos? Y el demonio, ¿Por qué no me hizo daño? Él me agradeció y yo me desmayé... -— hablé rápido recordando todo claramente. —  Anael, yo he cuidado de ti desde que viniste a éste mundo, he sido tu amigo y protector porque tú no eres un humano común y corriente, eres un nefilim, por eso puedes vernos, ves cosas que los demás no pueden, escuchas y sientes. Tienes poderes que he mantenido durmiendo para que no te encontraran nunca. —- explicó tomando mi mano entre las suyas. — ¿Nefilim? ¿Qué es eso? ¿Por eso llevo tu nombre? — interrogué con curiosidad y miedo. —  Un nefilim, es el producto de un ángel y un ser humano. Hace unos años tu madre, Helena, se enamoró de Rafael, el Arcángel. Ambos se enamoraron y de su amor naciste tú. —  me sonríe, como si llevara tiempo esperando para poder hablarme del tema —  Lucifer se enteró de tu existencia, la primer nefilim hija de un Arcángel, eso te hace especial, estás más cerca de ser un ángel que ningún otro ser en la tierra, tienes más poder del que imaginas. Y por eso, Lucifer intentó quitarte la vida para obtener tus dones. Tu padre, Rafael, no pudo contener a las hordas que llegaron por ti, no había nadie que pudiera ayudar pues eras un secreto para el Reino de los Cielos. —  Desvía la mirada —  Tu madre te dio a luz, perdió mucha sangre, entonces supo que debía darte protección para el resto de tu vida porque ella no estaría presente para brindártela ella misma, así fue como me llamó, te nombró como tú servidor aquí — dijo sonriéndome — Y el Cielo se estremeció, pues en milenios jamás un humano había sido llamado como un Arcángel, sí como ángeles de menores rangos pero nunca como tu padre y yo; ¿Comprendes? Hija de Rafael, bendecida con la protección del Arcángel del amor. — ¿Y mi padre? ¿Qué pasó con él? — pregunté con lágrimas en los ojos. —  Rafael se encuentra con vida, en el Reino del Creador, pero no puede venir a verte, pues es su castigo por desobedecer la regla más importante para nosotros, la regla de no enamorarse. —  Suspira —  Cuando llegaron por él los ángeles superiores, me encargó tu seguridad. Yo ya estaba enterado de todo lo que había pasado y como un favor a un viejo amigo acepté la misión de cuidarte. — suspiró cerrando los ojos. Algo había omitido, algo personal pero no quise preguntar, sí no se sentía bien diciéndome el mismo yo no insistiría más… Ahora todo tenía sentido, mi mamá murió cuando nací pero me dejó en manos de Merth, mi papá estaba vivo pero no le permitían verme por ser un ser especial, ¿Mi tía y Patrick sabrían de esto? Merth, ese no era su nombre real pero me parecía bien seguir llamándolo así, pues sería confuso que ambos nos llamáramos de la misma forma; mi querido amigo, me ha protegido tanto tiempo… Y yo... Yo no sabía qué hacer, qué pensar, qué decir siquiera. Mi vida estaba cambiando brutal y completamente, pero, ¿a qué precio?
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