Capítulo Cuatro

2159 Words
Pov Merth Nos manteníamos en silencio, el cuarto de cocina comenzaba a serme molesto, estar encerrado no era de mis mejores ideas pero por ella hacía lo necesario, ninguno articulaba palabra y parecía que así estaríamos un buen rato, sabía que algo le sucedía, desde que nació estoy a su cuidado, me volví su mejor amigo y la he mantenido a salvo como su madre y su padre me pidieron. La observo mover sus dedos rápidamente, sé que está nerviosa, algo no entiende y comienzo a preocuparme, ¿Qué es lo que puede haber pasado para ponerla así? ¿Acaso sabe? ¿Sospecha? ¿Ha visto algo que nos ha puesto en evidencia? Mierda, de ser así no estoy haciendo bien mi trabajo. —  Anael, ¿Qué sucede? Estás asustándome — me acerco aún más. —  Pues, hace unos días fuimos al museo con la clase de historia, la que tú faltaste. Y... Bueno… vi algo extraño, Merth, había un chico que me observaba pero, ¡Sólo yo lo veía! ¡Las demás personas no se percataron de su presencia! — exclamó confundida. — ¿Un chico? ¿Estás segura? Quizás sólo te pareció o él estaba cubierto por alguna pared — analizo para tranquilizarla. —  Estoy segura —  asiente. —  Probablemente era alguien que no llamaba la atención, tal vez estaba oculto o quería permanecer solo —  me encojo de hombros. —  No Merth, sé lo que vi. —  Niega molesta —  Está pasando de nuevo, cómo cuando éramos niños y te dije que había visto un ángel en el jardín —  suspiró mirándome. Me quedé en silencio, ¿Qué podría decir para que se quedara tranquila sin revelar algunos secretos? Recuerdo ese día, ella tenía unos siete años de edad y llevaba el cabello corto, caminábamos de vuelta a casa con dos conos de helado que su tía nos había obsequiado en el transcurso del trayecto, estábamos tranquilos como cualquier par de niños –aunque yo solo esperara el momento de tener que revelar mi verdadera forma para protegerla–, cuando vio al ángel… Uno de mis hermanos volaba bajo por el cielo, sus alas enormes ante nuestro tamaño se movían con parsimonia porque probablemente estaba en una guardia leve, no se inmutó de que Anael lo observaba, tampoco se percató de mi pero la pequeña a mi lado estaba conmocionada, dejó caer el cono al suelo y se mantuvo estupefacta, no podía creerlo, su mente no estaba lista para semejante revelación divina pero sus ojos, las ventanas de su alma no podía seguir ocultando todo el mundo verdadero al que ella podía pertenecer… y yo… yo solo me limité a fingir que no veía nada cuando en realidad podía ver a la perfección a mi compañero y el porqué de su visita. Luego de eso, varias veces escuchó ruidos extraños en el techo de su casa, conversaciones en lenguas antiguas y una que otra pelea, las cosas para Marie se pusieron un tanto tensas con la niña, no había forma de que mantuviera una vida normal es por ello que nos vimos forzados a calmarla de una manera menos convencional y logramos calmar su lado angelical y volvió a ser la dulce niña que era antes. A su lado podía mantener todo a raya, podía cuidarla, evitar que sus poderes afloraran y tener su compañía, Gabriel y Miguel Arcángel me ordenaron no separarme de ella, me dijeron que era mi única obligación permanecer a su lado y mantenerla lejos del mundo angelical… es una de las tareas más difícil que me han dado porque ella es todo eso que queremos evitar. —  El chico que vi, se parecía tanto a la estatua que observábamos. No había puesto atención de primera mano pero en cuanto lo observe mejor lo noté, ¡eran iguales, Merth! — me dijo de repente. — ¿Qué estatua, Anael? — pregunté con curiosidad. —  La del Príncipe del Abismo, Kaia — sonrió como si pudiera verlo justo ahora. Mis ojos se abrieron de par en par por el asombro, mi corazón galopaba a todo lo que daba, podía escucharlo en mis oídos como si de un tambor se tratara, ahora todo era más claro, era él, todo era por su presencia,  Kaia había sido quién había despertado nuevamente su lado nefilim sin saberlo, la presencia del Príncipe activo todo lo que con tanto esfuerzo y paciencia sepultamos en lo más profundo de su ser, ¿Y ahora qué iba a hacer? ¿Qué quería ese bastardo con la chica? Debía informar a mis superiores pero no me podía arriesgar a dejarla sola y que él apareciera. Ahora todo tenía sentido, por su encuentro es que lo encontré a una cuadra de la casa, ¡La había seguido! Ya sabía dónde vivía. Mierda. Estábamos en problemas. —  No tengo una respuesta lógica a lo que me dices, pero, ¿No crees que podría bien haber sido una coincidencia que se aparecieran tanto? O bien, que fuera alguien cuyas facciones tuvieran cierta similitud —  suelto despreocupado —  Creo que estás cayendo en las garras del estrés. —  ¡Oh, por favor! —  rueda los ojos cansada y volviendo a las tareas, por mi parte, me aseguro de cambiar el tema hablándole de mis asuntos, de trabajos para la universidad pues debemos aplicar en unas semanas para alguna y la verdad me parece una pérdida de tiempo y los contenidos a estudiar son de los más aburridos… Pasé el día en casa de los Collins, Marie me invitó cordialmente a quedarme, me observaba de reojo pero parecía estar de acuerdo con mi presencia y yo solo podía evitar tener demasiado contacto con ella pero por suerte, Patrick es un muchacho que dentro de todo disfruta de mi compañía, podemos halar de trivialidades y es con el único que me permito bajar un poco la guardia, creo que podríamos ser amigos sino tuviéramos ciertas circunstancias de por medio… Luego de la cena y de un excelente postre, me despedí de Marie y Patrick, Anael me guió hasta la salida de la casa y me dio un tierno beso de despedida en mi mejilla. Le sonreí y esperé que cerrara la puerta para comenzar mi guardia, me quité la chaqueta que cubría mi cuerpo del punzante frío de la noche, dejé al descubierto mis enormes alas y las extendí en un acto de pereza, esperaba que fuera una noche tranquila pero de repente llegó a mí el extraño y nauseabundo aroma del azufre, fruncí el ceño, no era común en los suburbios; esto sólo podía significar una cosa, un demonio estaba cerca. Demasiado cerca. Tomé distancia y me impulsé hacia el cielo, entre las copas de los árboles lo vi, era un pequeño niño, quizás unos once o doce años humanos, pero su inocente rostro no me engañaba, ese era el demonio que percibí hacía unos segundos; se percató de mi presencia, me observó cauto y me sonrió. La sonrisa más macabra que haya visto en mi vida se expandió en su rostro, no dudé un segundo y me lancé en su caza, de un salto el oscuro ser se encontraba en el asfalto de la calle corriendo a toda velocidad. Por ser aun joven sus demoníacas alas no estaban desarrolladas por lo que me daba cierta ventaja sobre él, contacté a varios ángeles que había en los alrededores para que fuera más rápida su aprehensión ya que cuando uno necesitaba ayuda contra un demonio, todos acudían a su llamado sin importar nada más, era una especie de unidad que formábamos juntos.  Antes de que pudiéramos perderlo de vista debido a su increíble velocidad, me detuve en el aire para que mis gigantescas alas se movieran hacia atrás y luego con un envión crearan la energía necesaria lo más fuerte que pude ataqué de esa manera al demonio, la onda expansiva lo derribó varios metros hacia delante dejándolo caído boca abajo, mis hermanos lo rodearon. Lo teníamos. Pov Anael Tenía puesto mi pijama para ir a dormir, me despedí de mis familiares tras haber ayudado en la limpieza de los trastos usados durante la cena, ingresando en mi habitación cierro la puerta tras de mí, estoy lista para descansar cuando sobre mi cama noto algo extraño, me acerqué y me di cuenta de que Merth había olvidado el pequeño libro que leía, lo tome entre mis manos, estaba bastante usado, era viejo y el contenido no era en un idioma al que yo tuviera acceso, ¿Desde cuándo estudia idiomas arcaicos? Y pensaba que ya estaban en desuso debido a que no lo reconocía, no era italiano o francés, inglés mucho menos, ¿Entonces? Mi amigo tenía gustos exquisitos cuando se trataba de estudios, llamó mi atención el hecho de que unas páginas más delante de donde yo estaba husmeando había hojas escritas a mano con lo que yo supongo son notas personales de Merth, decidí no husmear y no inmiscuirme en sus pensamientos por lo que me coloqué mis zapatillas y un abrigo sobre mi ropa ligera, salí de casa dando aviso a mi primo y corrí por la calle a toda prisa puesto que si me daba prisa él aun estaría esperando el ultimo bus que lo llevaba a su casa y podría darle el libro, tal vez debería haber esperado al día siguiente pero en mi interior algo gritaba desesperado porque fuera tras él.  Sí mantenía el ritmo en quince minutos llegaría hasta la parada de autobuses, a veces él podía ser muy despistado con sus pertenencias, en lo que va del año lleva perdidos varios llaveros, un par de libretas y algunas otras cosas que según él no son nada necesarias pero para mí es todo lo contrario, ¿Qué puede estar haciendo para que no recuerde cuidar sus cosas? Quien sabe, aminoré el paso, mis piernas pedían a gritos un descanso y mi corazón palpitaba a más no poder pero sonreí de lado, se sentía bien, exhalé de cansancio y un halo de vapor salió de mi boca, un asqueroso aroma lleno mis fosas nasales y tuve que cubrirme con ambas manos para evitar devolver mi cena; algo no andaba bien, lo sentía en la piel, el vello de la nuca se me había erizado y ni hablar de la sensación de miedo que tenía, caminé unos pasos más, el olor era soportable ya quizás porque me había acostumbrado. Entre unos arbustos más cercanos me escabullí en cuanto escuché voces, observé cómo un grupo de muchachos rodeaba algo o a alguien, lo golpeaban sin parar y trataban de hacerlo hablar con incesantes preguntas, ¿Estarían peleando? ¿Sería un ajuste de cuentas? ¿Y yo qué hacía aquí? ¿Por qué no me iba? Intenté dar la vuelta y alejarme, cuando gracias al movimiento de uno de ellos pude ver como sostenían a un niño por el cuello, y lo peor fue que quién lo sostenía y procedía a golpearlo era nada más y nada menos que mi mejor amigo, Merth. Abrí mis ojos sin poder creerlo, no podía ser, no él… — ¿¡Qué estás haciendo!? — grité poniéndome de pie. Mi repentina aparición dejó a todos helados, me observaban sin saber qué hacer o decir, estaban helados por la sorpresa, Merth me veía sin poder disimular su asombro, estático en el lugar, sus ojos estaban clavados en mí; podía ver que estaba agotado, respiraba entrecortadamente y su pecho subía y bajaba con rapidez, supongo que por tanto pelear y a sus pies el niño sangraba de su boca viéndome de igual manera que todos los demás. — ¡¿Por qué golpean a ese niño?! — pregunté acercándome a ellos. —  Anael, no entiendes nada asique no te metas, por favor, regresa a tu hogar — masculló Merth cerrando sus manos en puños. — ¡No! —  Exclamé negándome a seguir su petición —  No puedes golpearlo, son más que él, ¡Por el amor de Dios es, un niño! — empujé levemente a mi amigo alejándolo del chico. Me arrodillé frente al pequeño, me veía extrañado y sorprendido, tanto que pensé que sus ojos se saldrían de sus cuencas; le sonreí intentando tranquilizarlo, tomé el pañuelo del bolsillo de mi abrigo, lo coloqué con cuidado sobre su herida, él no quitaba su mirada de mis ojos, yo sólo pude sonreírle nuevamente y me imitó devolviéndome el gesto de la forma más sincera que nunca vi, como si eso fuera el acto de interés en él más grande de la historia. — ¿Cómo te llamas? ¿Por qué estás aquí solo? ¿Dónde están tus padres? — cuestioné en voz baja. —  Anael, déjalo y vete a casa —  la voz del muchacho se hace escuchar — Te explicaré luego — agregó Merth tomándome del brazo y alejándome del niño. — ¿¡Por qué, Merth!? — cuestioné zafándome de su agarre. — ¡Él no es un niño! ¡Es un demonio! — gritó al borde de la histeria. — Estaba en tú casa, debemos cazarlo. — ¿Pero por quién me tomas? ¿Acaso esta es una de tus estúpidas bromas? ¡Un demonio! ¿En serio, Merth? ¿Cómo puedes golpearlo? Y no sólo tú, ¡Sino todo tu séquito de idiotas! — farfulle mirándolos a todos con reproche, a lo que recibí miradas reprobatorias, algunas cabezas bajas también — No te permitiré dañarlo, Merth. 
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